9/4/14

Relato puro: la cadena nacional del humor que hace llorar

Ayer la Presidenta de la Nación, Cristina Kirchner, violó flagrante y alevosamente la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. La Ley 26.522, famosamente conocida como "Ley de medios", impulsada por su propio gobierno. Concretamente, Cristina violó el artículo 75 de esa ley, referente a las situaciones que ameritan el uso de la cadena nacional. En la imagen que sigue se cita el mencionado artículo, que no deja lugar a dudas:


Hubo una situación extremadamente "grave" que ameritaba la cadena, pero no fue mencionada por la Presidenta. En efecto, el lunes, un temporal deja más de 1300 evacuados en todo el país, sobre todo en Neuquén. Sin embargo, el martes, la Presidenta hizo una cadena nacional desde Tecnópolis, no por los hermanos afectados sino presentando a un rapero y a un humorista que nos ofrecieron -por cadena, repito- su rutina.
El narcotráfico, la inseguridad, los linchamientos, la evaporación del salario en la mano de los trabajadores no son, evidentemente, situaciones "graves" que deban ser tratadas por cadena. Sobre ello, Cristina deslizó un tajante "Siempre tendremos problemas" que rememora el "Pobres habrá siempre" que con su habitual cinismo nos regaló Carlos Menem en los noventa.
Así, sin nada importante que decirle a todos los argentinos, Cristina interrumpió la programación de la cadena del desánimo para dar ánimo a sus seguidores con un rapero y un humorista. Y hasta ocurrió un intercambio grotesco y bizarro, más propio de Diego Capusotto que de quienes tienen las riendas del poder. El humorista filo K  Guillermo Selci hizo un chiste sobre La Cámpora:

"Tengo un amigo de La Cámpora, que antes le decíamos el Negro Ciruela, y ahora le decimos Blackberry", y como un resorte, los militantes camporitas empezaron a gritar, al estilo Capusotto:
"Che gorila, che gorila, no te lo decimos más, si la tocan a Cristina qué quilombo se va a armar".


Todo por cadena nacional, insisto. La voz de la Presidenta de la Nación, en ese intercambio (fue cuando dio comienzo formalmente la cadena), estuvo ausente; representaba, cabalmente, lo que viene demostrando desde el gobierno en los últimos años: no está, se fue. Desertó. Arreglensé ustedes. Y sí: ésta fue la cadena nacional de la deserción.

Humor, poder, Pueblo Uno
Puedo aceptar que un humorista se ría ácidamente de nosotros. Puedo aceptar que un humorista se ría de nuestras desgracias y hasta de nuestras tragedias y nuestros muertos. De Once, de los inundados de La Plata. El humor es una de las formas más duras y elocuentes de criticar al poder. Lo que no estoy dispuesto a tolerar es el humor complaciente de los humoristas del poder, que es en síntesis una de las formas que adopta el poder de reírse de su pueblo, alterando el sentido de la crítica. Los judíos riéndose de Auswitch constituyen una forma de conjurar y sobrellevar el horror. Si lo hiciera Hitler sería una afrenta imperdonable. Recuérdese, en estos pagos, el mal chiste de Daniel Paz de fin del año pasado sobre los cortes de luz.


Esta cadena nacional del humor de ayer consagra, finalmente, esa alteración del patrón de la crítica. No es función del Poder Ejecutivo hacernos reir, ni siquiera criticar. Su tarea es gobernar, e informar a la población sobre los actos de gobierno, transparentar los gastos públicos para que la opinión pública debata sobre ellos con datos. Ninguna de estas tres cosas hace el gobierno de Cristina, que no termina de aceptar que simplemente es nuestra representante, un mero servidor público que mañana dejará el lugar a otro..
"En el fondo todos somos uno", dijo en la cadena nacional del humor. Éste es el nudo gordiano de la manipuladora falacia populista y de todos los regímenes autoritarios, en fin. Pues ése "pueblo uno" (descrito críticamente por Ranciere o adulatoriamente por Laclau) es encarnado ni más ni menos que por el líder. Por Ella. Y no. Lo lamento pero yo no soy usted, señora Presidenta. Ni quiero serlo.
Declamación personal al margen, la de ayer ya se se ha ganado el título de la más insólita cadena nacional de la historia de la comunicación política argentina, en la que la Primera Voz, la que anuncia los actos de gobierno, no habló, y cedió el micrófono a un humorista.
Asistimos, como diría Máximo K, a un simulacro de gobierno. Hace tiempo.
Relato puro.

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