26/10/10

El asesinato de Mariano Ferreyra y la (falta de) democracia sindical

El asesinato del militante del PO Mariano Ferreyra, la semana pasada, tiene que servir para instalar en la agenda política y periodística el tema de la patota sindical y la necesidad -una vez más- de la presencia del Estado para legislar en materia de democracia sindical.

"Lo único que hicimos fue impedir el corte de vías", de dijo por la tele el pedrazista Pablo Díaz, de la Unión Ferroviaria. Léase: sindicalistas devenidos en grupos de choque que ostentan el poder de policía para defender el interés empresarial. Sindicalistas barrabravas. Como "Harry" Favale, acusado de ser el presunto asesino de Mariano Ferreyra, que milita con el jefe histórico de Defensa y Justicia, Héctor Alarcón (a) Vaca, "primero menemista, luego duhaldista y hoy k"...

Los empresarios dilectos del peronismo menemista eran los banqueros. Los del peronismo kirchnerista, son los sindicalistas. La semana pasada, el titular de la CGT, Hugo Moyano, le dijo en TN a Daniel Funes de Rioja, presidente de Copal y asesor laboral de la UIA, una frase que define a todas luces su (no) identidad obrera: "Usted y yo podemos esperar. Un trabajador, no". ¿Cómo? Sí.

Hoy más que nunca muestra su vigencia la película del desaparecido periodista y director de cine Raymundo Gleyzer: Los traidores.



Gobernar es tocar intereses. También al interior de los propios grupos dominantes. Que afecte a unos ricos, no quiere decir necesariamente que beneficia a los pobres sino, a otros ricos.

Debe recordarse la muerte de Mariano Ferreyra. Y sin tabúes o pruritos. Al contrario. Porque para un militante político no debe haber peor ofensa a su memoria que el hecho de que intenten naturalizar o despolitizar su muerte.


¿Tomarán nota el Gobierno nacional y la patota sindical de que en la Argentina de hoy muere una persona y el pueblo está de luto? El Gobierno no debería olvidarse de que, justamente, es gobierno consecuencia de lo ocurrido en 2001.

Y, ya que estamos, aclaremos esto también: no reprimir no es "una decisión del gobierno K": es una victoria del pueblo (sí: "del pueblo": no es patrimonio K esa palabra), que no tolera un muerto más en democracia.

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