Y sí: hay que politizar las muertes. Por eso hoy jueves 22 de marzo entre las 8:30 y las 8:32 de la mañana los familiares de las víctimas convocan a un "bocinazo nacional", donde sea que cada uno esté. Además, a las 20:00 habrá un acto en Once en el que los familiares leerán un documento. “Esperamos que nos acompañen los ciudadanos bajo la única bandera de pedido de justicia, sin las de los partidos políticos ni sindicatos ni organizaciones sociales”, dijo ayer por radio Paolo Menghini, papá de Lucas Menghini Rey, la tristemente famosa "víctima 51".
Pero si bien es atendible el pedido de no partidizar, sí hay que politizar las muertes. Inexorablemente. El pedido de "Justicia" es, en efecto, un pedido político. "Ni olvido ni perdón". "Juicio y castigo": viejas banderas, actualizadas en Once.
Por mi parte, desde este espacio propio que es mi blog, también quiero recordar los nombres de l@s 51 laburantes que se llevó puesto el "modelo nacional y popular de crecimiento con matriz diversificada e inclusión social", como se jacta la Presidenta de denominar -falsamente- a su "proyecto" de país.
De hecho, esa fue la vergonzosa e insultante explicación de lo ocurrido en Once que dio Cristina en el acto por el Bicentenario de la creación de la bandera nacional, el 27 de febrero pasado, en Rosario, a tan sólo cinco días del horror al señalar: "yo quiero recordarles a los que viajaban en los trenes en el 2003, a los que viajaban, porque la mayoría no viajaba porque no tenía adónde ir. Uno viaja cuando tiene que ir a trabajar; uno viaja cuando tiene que ir a estudiar; uno viaja cuando tiene que ir a comprar algo o a hacer un trámite. Cuando no hay trabajo, cuando no hay producción, cuando no hay estudio, no hay camión, no hay auto, no hay tren ni hay micro que te lleve a ninguna parte porque no hay lugar adónde ir". Politizada explicación.
Por las 194 muertes de República Cromagnón hubo -entre otros- un empresario condenado a prisión y un ciudadano elegido por los porteños y a cargo del Ejecutivo de la Ciudad destituído en juicio político.
Hasta hoy, el Gobierno nacional no le pidió la renuncia a ningún funcionario público por la masacre del Sarmiento en Once. Sólo se fue el secretario de Transporte por "estrictas razones de salud", y elogiando su gestión. L@s 51 asesinados, bien gracias.
"No politicen las muertes", cacarean los K y aun Ella, que hasta ayer vivía extrayendo empatía emocional -y política- de su luto cada vez que le ponían un micrófono enfrente. La respuesta a los que señalan esta sandez debe ser rotunda: sí: hay que politizar las muertes. Porque Once es un hecho político. Porque las 51 muertes -y los 703 heridos- de Once son muertes políticas. Y, fundamentalmente, porque lo contrario de "politizar" lleva a empuñar un arma y resolver problemas, diferencias o inquinas, disparando a la cabeza, sin palabras. O a quedarse en el sillón de la casa masticando internamente la bronca, el odio o la angustia, igualmente sin palabras.
Política es sinónimo de palabra. De tener "voz", como enseñó Aristóteles hace casi 2500 años. Politizar es hablar, tener palabra y expresarla. Eso es lo que define a un "ciudadano". No son, como desde hace años nos quiere hacer creer el antipolítico "relato" gobernante, las víctimas directas las únicas que tienen la "legitimidad de la palabra". Tod@s somos ciudadan@s, por elemental que parezca recordarlo. Y callando o hablando, siempre hacemos política. Siempre somos seres políticos (el zoon politikón aristotélico). Pero es "hablando" (con palabras o con una acción; vgr: ocupar la calle, o tocar bocina) como el hombre habitante de un espacio se vuelve ciudadano de ese espacio.
Y parece que tampoco está de más reiterar que la política, la palabra, el intercambio de puntos de vista, es la forma más civilizada que se da a sí misma una sociedad para procesar la inevitable diversidad de intereses que pugnan en su seno. Es lo que Maquiavelo llamaba "discordia" entre la "plebe" y el senado (o, lisa y llanamente, entre "facciones", en palabras de James Madison) e identificaba como motor de grandeza de una república. A quien le interese la cuestión, puede ver esa extensa y bella obra del florentino que constituyen los Discursos sobre la primera década de Tito Livio.
En Argentina, mientras desde el discurso se festeja una y otra vez "la vuelta de la política", de repente, ante lo de Once, la política oficial enmudeció. Y Once se "judicializó". Y el Estado trocó de "respondable" a "querellante". Hay que revertir esa operación del poder. Hay que "polítizar". Lamentablemente, es un tópico argentino que las sensibilidades del pueblo se despierten a partir de tragedias, de muertes. Y que a partir de ellas, también, se articulen demandas y luego, con suerte, políticas públicas.
Entonces, sí: hay que politizar las muertes de Once.
Y "politizar" implica, por ejemplo, poner sobre el tapete que la ausencia número 52 es, a la vez, la más y la menos importante. La menos importante porque no se trata de una persona (física). Pero en un punto debería ser la más importante, porque su ausencia fue la que se llevó las 51 vidas que hoy nos faltan a todos. Se trata, por cierto, del Estado nacional, conducido hace casi 10 años por este proyecto kirchnerista que se jacta de la "vuelta del Estado" y de la política, cuando en verdad seguimos viviendo bajo la arquitectura jurídica y política que tan meticulosamente se implementó en épocas de Domingo Cavallo y Carlos Menem, este último hoy alidado del Gobierno. La ausencia 52 se palpa en la falta de controles a los servicios públicos de toda índole, en el vaciamiento de empresas públicas, en la desinversión, en la infraestructura colapsada, en las pequeñas obras inauguradas y reinauguradas para que el coro de aplaudidores festeje las ocurrencias de Ella; ausencia de políticas de Estado (tarea: mencionar al menos una -que no sea el Mercosur- política consensuada con la oposición) y de visión de país a futuro (¿qué pasará después de 2015?). Y en cada uno de los mojones del "relato oficial" sobre el "modelo" que, finalmente, se terminó estrellando en Once.
La presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, es hoy única y eterna beneficiaria de todos los "logros" del "modelo" que se relatan desde el 25 de mayo de 2003 a la fecha. Sin embargo, frente a lo ocurrido en Once, Ella miró y mira para otro lado, faltándole el respeto no sólo a los 51 muertos y a los 703 heridos sino a todos los ciudadanos del pueblo argentino.
"Todavía no se comunicó con nosotros, pero aún puede hacerlo. Está a tiempo", dijo por TV días atrás la madre de Lucas Meneghini Rey. Hasta aquí, la estrategia de CFK fue hacer la del "avestruz": esconder la cabeza e intentar empardar -politizar- su dolor por la muerte de Él con el colectivo dolor popular por lo de Once, como si una muerte natural pudiera -y acaso debiera- compararse con un hecho social y político ocurrido por años de olvido y desinversión por parte del Estado nacional, siempre ausente: o "selectivamente presente", como diría el sociólogo francés Loïc Wacquant.
Sí: hay que politizar las muertes de Once. No volvamos a asesinar a los que ya no están con el silencio.
De ese modo, a un mes de la masacre de Once, consignas que han sido estandarte de los organismos de derechos humanos -hoy llamativamente ausentes ante esta tragedia-, y que le ha sido tan útil por años al kirchnerismo, se vuelven, impensablemente, contra ellos:
L@s 51 muertos y l@s 703 heridos están PRESENTES Y NO DEBEMOS OLVIDARLOS.
A los responsables políticos y penales de la masacre de Once: JUICIO Y CASTIGO.
Eso expresará el "bocinazo nacional" de hoy a las 8:30, y eso exigirán los familiares de las víctimas y el pueblo todo a las 20:00 en el acto de Once.
(Imágenes: diario Clarín. Hacer click en ellas para agrandarlas)