30/11/10

Facebook versus Twitter

La pica Facebook versus Twitter -o habría que decir, mejor, entre “feisbukeros” y “tuiteros”- ya es un clásico. Y despierta las mismas pasiones que un Newell’s – Central. He leído varias comparaciones jocosas entre el “ser” de cada una de estas redes sociales. Creo que una de las más representativas (para los tuiteros) es la que dice que “Facebook es una fiesta de casamiento; Twitter, una despedida de solteros”.

Yo aporté la mía: Facebook es estado (de cosas); Twitter, acontecimiento.

Alguna vez comenté en Facebook que esa red social no tiene la posibilidad del uso subvertido del “hashtag” como lo tiene Twitter. #aburrido

Sería como un "golpe de efecto discursivo". No encontré otra definición mejor aún. Un remate potente, también puede ser. Pero de eso se trata, justamente. De los usos, que siempre son sociales.

Una “amiga de Facebook” comentó ese post mío. Creo que el intercambio fue interesante:

-Si supiera que es un hashtag, te pelearía la afirmación, pero me voy a limitar a decir lo que pienso de twitter, aunque no importe mi opinión. solo por lo que dijiste de que FB ya fue... Primero, FB tiene mas usuarios, por alguna razon, es mas... ameno estar aca, es mas "familiar". aca estan tus amigos reales, o gente q ya no ves pero fueron parte de tu historia, es mas privado, mas personal, menos frio, (y eso que yo solo tengo a 3-4 conocidos aca, pero la gente le da ese uso). Twitter debe ser valioso solo para gente vinculada a la comunicación o similares, como los periodistas, o famosos, los primeros como herramienta para justamente comunicar, y los segundos, solo por el deseo de estar presentes en nuestras vidas..contando cada segundo de sus vidas.. En Fb tenes amigos, aunque solo virtualmente, en twt te "siguen": eso da cuenta de una diferencia importante, no son solo palabras: es el espiritu de esa red social.. Porque en twt el fin no es comunicarse, sino comunicar...(será una red social o solo una herramienta de comunicación??). Como una vez alguien me dijo: en el FB estan tus amigos que hicieron con vos la primaria.. en twt, estan aquellos con los que te hubiese gustado ir a la primeria...eso no es muy real, pero es solo mi opinión..

Yo respondí:

-Hacés bien en moderar el tono asertivo de tus afirmaciones sobre Twitter. Es correcto eso, porque no podés conocerlo sin praxis. De modo que tus afirmaciones al respecto expresan, más bien, tu imaginario sobre el tema. Me parecen más valederas tus opiniones sobre facebook. Las que, curiosamente, contraponiéndolas con Twitter, son interesantes. No dejan de configurar un imaginario, tampoco (lo cual es inevitable). Pero tienen más asidero. Digo... Vos y yo no somos "amigos", como dice FB. Amigos-amigos, yo debo de tener 5, con suerte (uno de los cuales es Carlos, a quien se le "engancharon los dedos" con twitter). Con mis "amigos reales" tengo encuentros en la realidad "real". Y en todo caso luego las reflejo aquí. Lo de la "usabilidad" amigable es un buen punto. Por ahora. Y hablando de usos, recordá que el uso original de FB fue subir fotos propias... Costumbre que cada vez se pierde más. ¿Cuánto hace que no subís una foto tuya? Eso es por los peligros que entraña poner a disposición de cualquiera, o de "amigos", tu vida personal. Curiosamente, en Twitter se encuentran las opiniones más viscerales de una persona. Yo me expreso allí como no lo hago aquí. Creo que ése es un logro paradójico de la obligatoria concisión a que te someten los 140 caracteres. Escribo esto pero no es que quiero ganar un debate ni nada. Casi lo escribo para mí. Algún día, quizá, me ponga a analizar las diferencias evidentes de lenguaje y usos de estas dos redes sociales y arriesgar un por qué. Me tienta mucho. Tienen distintos usos. Yo usé los dos. Y la verdá es que: Twitter me informa (más que los diarios, y ciertamente, mucho antes), me divierte más, me incentiva más a escribir, a leer a otros, a responder, a esperar respuestas, a enviar links, o leer los que otro envía. A comunicarme con unos, y no con otros. Y quizá ése sea uno de los secretos. Al "follower" te lo tenés que ganar. Todo el tiempo. Yo tengo gente en FB que jamás escribió en mi muro. Si esa práctica no se parece a seguir a alguien que no te sigue... Nada más que eso. No te quiero convencer. Cada uno llega a donde tiene que llegar en su debido momento. O no. 1 nunca sabe. ;) Y si hablamos de herramientas (las tecnológicas en este caso, pero cualquiera): siempre son definidas por su "uso", que es "social", y no tienen un valor intrínseco o "en sí". Te cuento: quizá tuitee gran parte de este post. Pues hay una aplicación o "parche" para tuiter en el que podés escribir... no sé... más de 1000 caracteres. Como también, claro, linkear a fotos, a videos, etc.. Todo lo mismo que podés hacer en Facebook. Y sin embargo...

Acto seguido, agregué:

-Quiero aclarar que lo de "tuitear este post" fue un recurso literario. Porque la verdá que esto es intuiteable: no va con Twitter. ¡Es puro Facebook!

Finalmente, no lo tuitié. Fue un post en mi blog que empieza con estas palabras:

La pica Facebook versus Twitter -o habría que decir, mejor, entre “feisbukeros” y “tuiteros”- ya es un clásico…

29/11/10

“Seinfeldnomics”

Curioso y lindo artículo de Sebastián Campanario en Clarín de hoy.

“Seinfeldnomics”: cuando las series de TV invaden el aula

Atención: ya está abierta la inscripción para la Maestría en Economía Insólita 2011, con títulos no oficiales ni reconocidos por ninguna institución que se jacte de tener un mínimo de seriedad. Está dirigido a una matrícula gris, con problemas emocionales y que rehuye los desafíos. Requisitos de admisión: ninguno. O, más bien, uno solo: ser fanático de la serie Seinfeld.

Así están las cosas: la “sitcom” más exitosa de la historia de la televisión estadounidense se convirtió en una fuente insospechada para la enseñanza de economía. Las escenas clásicas del show son utilizadas por los profesores de economía para ilustrar conceptos básicos como “costo de oportunidad”, “fallas de información”, “arbitraje”, etc. El sitio yadayadayadaecon.com propone unas 100 “bolillas” para unas eventuales materias “Seinfeld I”, “ll” y “lll”. A continuación, algunas de las más divertidas:

The baby shower: En este capítulo, Jerry hace un análisis de costo-beneficio sobre la posibilidad de “colgarse del cable”. El dilema está calcado de los esquema imaginados por el Nobel Gary Becker a principios de los 70, cuando creó la “economía del crimen”. Al final, el protagonista de la serie decide entrar en la ilegalidad, cuando se entera de que allí transmitirán un juego de los Mets.

The Bottle Deposit: El cartero Newman, uno de los personajes más divertidos de Seinfeld, planea junto a Kramer, el vecino lunático de Jerry, una estrategia para “arbitrar” botellas de vidrio desde Nueva York, donde se cobra un depósito de 5 centavos de dólar, a Michigan, que tiene un depósito de 10 centavos. Los diálogos de este capítulo pueden utilizarse para explicar conceptos como “arbitraje”, “costos fijos” y “costos variables”.

The calzone: George Constanza compra un calzone en el mostrador, y cuando va a dejar un dólar de propina, el vendedor se da vuelta. Constanza se lamenta porque no obtiene el crédito de agradecimiento. Un caso de altruismo imperfecto, útil en la economía del comportamiento, que toma enseñanzas de la psicología.

The Chinese restaurant: Este capítulo, media hora en la que los cuatro amigos esperan a que les asignen mesa, es un festival de conceptos económicos. Desde los “costos de oportunidad” (Jerry discute cuánto está dispuesto a pagar para sentarse antes) hasta la “eficiencia”: Elaine insiste en que los turnos no deberían asignarse por orden de llegada, sino priorizando a los comensales que tienen más hambre.

The chicken roaster: Kramer sufre una “externalidad negativa”: un nuevo local de pollo rostizado coloca un cartel de neón rojo justo frente a su ventana, y no lo deja dormir. A cambio, negocia que le den pollo gratis.

The soup nazi: La sopa más deliciosa de Nueva York la prepara un cocinero malhumorado, que maltrata a sus clientes. Cuando se niega a venderle a Elaine, esta piensa en alternativas para romper el monopolio de la sopa rica.

Ver la publicación original en Clarín.

Sitio citado en este artículo: http://yadayadayadaecon.com/

26/11/10

Diálogos virtuales: la hegemonía peronista y la izquierda, el bien y el mal (definen x penal)

"El kirchnerismo es hegemónico y corrupto. Y nosotros no tenemos por qué hacernos cargo de eso", dijo alguien poco antes de la muerte de Néstor Kirchner. ¿Quién? ¿Un “zurdo”? ¿Un “radicheta”? Frío, frío. Fue… ¡Mario Das Neves! ¡Son peronistas, hermano! Háganse cargo. ¡Gobiernan el país y el principal distrito hace 20 años! ¿Cómo puede ser que el peronismo transmute tanto y nunca pague costos políticos por sus políticas desastrozas? No dejo de hacerme esa pregunta en cada lugar que puedo. Un amigo de toda la vida me contestó por una red social:

-Sí que paga. Hace 20 años se presentaban todos juntitos con una boleta que tenía la foto de Perón y Evita, y sacaban el 50% de los votos. Ja, los buenos tiempos que le diicen.

Pero no me convenció. Le respondí con algunos datos:

-La “peronista” Cristina sacó, en 2007, el 44% de los votos nacionales. Porcentaje que sube al 51% si le sumás al “peronista” Rodríguez Saá… Y en las legislativas de 2009, entre el “peronista” De Narváez y el “peronista” Kirchner, el peronismo sacó el 66,6% de los votos en la provincia de Buenos Aires. El otro día tiré también en Twitter la frase que encabeza el post, y un seguidor -autoproclamado “Peronista de Perón” (!)- me dijo: “@1nuncasabe Cada uno es responsable de lo q hace, no se puede generalizar, no somos todos iguales”. A lo que le respondí: “Por favor. En el 2001, el desconche lo pagó el radicalismo, no De la Rúa solo... Hacerse cargo, PERONISTAS!”.

Mi amigo insitió, como buen militante:

-Confirmás lo que digo: 51% si van juntos, lo que es imposible desde el 2001 a vos que te gustan tanto este tipo de datos. Fijate: Solá "ganó" en 2003 con el 50% de los votos, una montaña que no significa nada. La "democracia" burguesa que tanto defendés muestra sus límites. ¿Qué pasó con la avalancha De Narváez? UN día de estos te cuento sobre los peronistas que me llaman por teléfono porque no tienen nada… Y te digo más: ¿de ese 51% milagroso (recuerdo al imbatible Méndez), cuál es el voto peronista? ¿Cuántos obreros peronistas hay? ¿Dónde está que no se ve, esa famosa CGT? Eran todos peronistas del mismo partido que ya no existe. Es la interpretación amigo mìo, vos mismo le ponés comillas a la palabreja. Es el fin de las idiologías ¿vio?

Yo volví a los números:

-Epa. ¿50% en 2003?? Ya no es hace "20 años", entonces. Es hace siete. Mirá, hace tiempo que tengo otra concepción de la palabra "ideología", que no voy a discutir acá. Pero sí te puedo hablar del "registro de lo real" lacaniano: y es así, justamente ...así como vos lo decís: "dónde está que no se ve". Por eso no discuto ideología (en el sentido clásico). Hablo de números, de votaciones. Números que vos mismo citás y con los cuales me das la razón. Hay que reconocer que, hasta ayer (mañana no sé, no hago futurología), esos que se dicen peronistas, esos que llevan la foto del Yeneral y cantan la marchita (y también los que no), tienen un piso (histórico) de votos muy alto, a tal punto los principales postulantes a la contienda electoral para 2011 en la provincia son dos peronistas (Scioli y el Colorado)...

En fin, mi amigo volvió a girar en círculos tautológicos, casi clausurando el debate:

-Justamente, pura ideología. Como si la "contienda electoral" resolviera algo. Qué pena que siempre ganen los malos. ¿Por qué será?

Yo tampoco tenía ganas de seguir y respondí:

-El problema está en que la izquierda iluminada cree que es "el bien". ¿Ideología, dijiste? ¡Cuak!

24/11/10

Periodismo “tramposo”: Revista Barcelona, o el arte de surfearla con humor

Transcribo los post que hicieron hace un tiempo en el muro de un amigo (liberal, él y sus comentaristas) luego de que éste publicara la última tapa de Barcelona de setiembre pasado, referida al caso Fibertel y a la muerte de varios tobas por desnutrición (*).

En primer término, quisiera dejar en claro que Barcelona me parece un gran producto periodístico, a la altura de la extinta revista HumoR. Ambos constituyen, para mí, altos ejemplos de "periodismo tramposo", según la conceptualización que hice en este post.

Sobre lo que sigue, no acoto nada, sólo comparto lo que leí. Vo vé.

PD: la casa no se hace cargo de las faltas ortográficas.

Amigo: Me da verguenza y bronca lo ultraoficialista que se volvío Barcelona!!!!!

Fulano: Igualmente siempre fué una revista progrezurda. A veces escribían cosas contra Kirchner porque algo tenían que poner, pero que siempre fué izquierdista no te quepa la menor duda.

Mengano: Le estan pegando a los 2 lados. Si bien es zurda, ahi les estan pegando tambien a los K. O acaso es pura casualidad los tobas desnutridos? Es bien de punto de vista zurdo darle prioridad siempre a la gente, pero en este caso, y en otros, coincido con lo q plantea Barcelona: El gobierno se ocupa mucho mas de una empresa de internet, q de los desnutridos q existen en el pais.
Hasta para los zurdos los K no tienen sentido... solo para quienes tienen negocios con ellos.

Amigo: Mengano, te faltan dos datos.....la gente de la Barcelona tiene un programa en Radio Nacional y uno de sus "creativos" a menudo sale en 6,7,8.... Léase, están cooptadísimos!

Mengano: Lo se... pero sigue siendo una critica para ellos. Mira la pagina de Barcelona. A la derecha, hay un cartel q dice: "Sabia usted... que con lo que el Estado Nacional gasta mensualmente en producir Radio Barcelona se podría cubrir el presupuesto de gasas que utiliza en un día un hospital publico? La manera mas ridícula de despilfarrar los fondos públicos". Si bien es cierto q ellos tienen una radio... es no solo gracioso, sino ademas interesante este planteo. El punto en si es que ellos mismos son conscientes de la mala administración de los fondos públicos. No por esto deja de ser gracioso, y seguramente este presupuesto es bajísimo. Pero la comparación es por demás llamativa. Cuantos podrían comer con esto por día? No es mucho... pero es algo.

(*) Cuestión acuciante si las hay, la de los tobas. Actualizada ayer nomás tras el violento desalojo de la ruta nacional 86, en la localidad formoseña de Colonia La Primavera, ubicada a 170 kilómetros al norte de la capital provincial, por el que murió un miembro de la comunidad Qom (toba) y un policía.

23/11/10

Deconstruyendo falacias (neo)liberales: el “mercado perfecto”

Para que exista la libertad de mercado son necesarias ciertas condiciones, que se deben dar todas juntas y al mismo tiempo. Caso contrario, lo que tenemos es un mercado imperfecto. Es decir, no hay libertades de mercado en los términos idealmente planteados por la teoría liberal. Obsérvese que no sólo el Estado es importante, aspecto sobre el que siempre machaca el liberalismo, olvidando las cuestiones centrales del tiempo y la disponibilidad de la información.


CONDICIONES PARA UN MERCADO PERFECTO:

1. Los vendedores y compradores deben ser muy numerosos y con el mismo tamaño económico,

2. Las mercancías/servicios intercambiados son iguales y satisfacen por igual a los consumidores. Los vendedores y los consumidores están perfectamente informados sobre los precios de todas las operaciones (precios transparentes),

3. Todos los vendedores y los consumidores venden y compran al contado, porque si hay diferencia en las condiciones de interés mejora la competencia de unos,

4. Los vendedores y los compradores deciden la operación y ésta se paga simultáneamente. No existen regulaciones estatales que puedan alterar los precios,

5. Los sistemas de comercialización y distribución deben ser iguales (por ejemplo: publicidad igual; hipermercados, etc.),

6. No hay barreras para ingresar a los mercados.

Esto nos da una idea de los modelos de mercado, y de la sideral distancia que hay entre la teoría y la realidad, pues para creer en esto es necesario una gran dosis de fe; bien que, por cierto, se puede instalar la idea en el sentido común con los “discursos de verdad”.

Atenti. Porque este discurso, el del noventismo neoliberal, está agazapado, a la vuelta de la esquina. Y en un país de tanta tradición antiestatalista como Argentina, siempre vuelve. Y no le cuesta encontrar adherentes.

Así nos va.

22/11/10

Felisberto Hernández, el recordador


En el día de la música, otra nota vieja de un servidor en clave de pseudo crítica literaria -siempre poco exhaustiva y muy antojadiza- sobre un escritor bien musical: Felisberto Hernández.

AGARRAR EL TIEMPO POR LA COLA

El escritor y pianista uruguayo Felisberto Hernández (1902-1964) escribió sus relatos como si se tratara de música. Tal vez por eso dijo alguna vez que sus cuentos fueron escritos “para ser contados en voz alta”.

En sus primeros cuentos, enteramente autobiográficos, sus palabras funcionan como notas musicales. En ocasiones dirige la orquesta que ejecuta la partitura de sus recuerdos. Es decir, interpreta cabalmente lo escrito en ella -lo vivido en su Montevideo natal-; a veces se permite improvisar: reflexionar sobre los recuerdos, adornarlos, modificarlos con el fin de embellecerlos. Pero no para los ojos de los demás, sino para sí mismo: como sucede con las melodías, es un fortuito accidente que el oyente goce con esas notas, incluso puede gozar dándole un sentido diferente que el concedido por el autor.

De igual modo que el seductor de Kierkegaard, Felisberto goza con recordar el pasado, esto es, con traerlo al presente. A tal punto que, en el sumun, el esteta confunde el pasado con la realidad del presente, como ocurre en El caballo perdido.

Hay elementos que, por la fuerza de su inercia, emergen y persisten en los relatos de Felisberto. Y no es necesario conocer su biografía para saber que no sólo se narra a sí mismo, sino que también se busca en recuerdos cuyos protagonistas fueron objetos, él u otras personas, pero siempre su propia vida.

Ciertos pasajes de sus dos relatos largos (Por los tiempos de Clemente Colling -1942- y El caballo perdido -1943) nos permiten colegir que Felisberto era un escrutador de espíritus, que iba tras “los rastros de sus secretos”; buscaba descubrir engaños, ejercitando un ingenuo y pueril instinto de conservación mezclado con una obsesiva e incontenible curiosidad. Intentaba desentrañar misterios que él mismo creaba en torno de las cosas.

Mas en medio de su actividad detectivesca descubre con pavor que ya no es el mismo, y que los misterios que forman parte de sus recuerdos ya no le pertenecen o que, más desesperante aún, le pertenecen pero no puede verlos, no puede sentirlos. Aquel enigmático caballo perdido se vuelve insulso. Ha perdido la inocencia, y con ella se fueron los misterios de los recuerdos.

El personaje-actor de los recuerdos se transforma en su propio lector. Pierde así el valor más alto que persigue: el placer estético de recordar placeres pasados, de “agarrar el tiempo por la cola”, diría Antoine Roquentin.

Internet, los nuevos medios y la "McDonalización del periodismo"

Vivimos en la era de Internet. Nada más cierto. Pero a esta escueta afirmación se le agregan a continuación una inmensidad de definiciones apologéticas que no siempre se condicen con la realidad. O, por lo menos, no automáticamente. ¿Circula la información en la Red con total libertad? ¿Tienen la misma presencia allí los países desarrollados y los que no lo son; Norte y Sur? ¿O los poderosos y los débiles? ¿Rompe Internet con el esquema de desigualdad comunicativa mundial (Primer/Tercer Mundo) que denunciaba el Informe McBride, muy famoso en los ochenta? ¿Hay, además, mayor interacción entre periodistas y ciudadanos? ¿Conserva alguna fuerza eso que estuvo de moda algunos años con la irrupción participativa del hombre de a pie en los medios, eso que se dio en llamar el “nuevo periodismo ciudadano”?

Más allá del innegable hecho potencial de permitir que millones de receptores se conviertan en emisores, algunos ejemplos muestran la complejidad que plantea este nuevo escenario de multiplicación de las voces en el ciberespacio.

Aún dejando de lado las limitaciones básicas como el acceso, que ya plantea un gran problema de desigualdad, la gran pregunta es: ¿qué sucede con los nuevos medios y los contenidos informativos? Hace tan solo unos años que estalló el fenómeno de la “blogósfera”. Cualquiera puede tener un blog. Pero esto no es un sinónimo inmediato de diversificación de voces en un debate. De hecho, como señala Cass Sunstein en su libro República.com, uno de los “defectos” que con mayor frecuencia le atribuyen a los blogs los propios bloggers es el de ser “endogámicos” y autorreferenciales. Por ello Sunstein habla de la imposibilidad de generar consensos desde allí.

Con todo, el español Juan Varela escribió hace tiempo ya que “(l)os blogueros se han erigido en vigilantes del periodismo y los medios”. Los contenidos publicados en un blog pueden llegar a alcanzar alguna importancia mediática, dice. Varela se entusiasma hablando del “Periodismo 3.0”, un “periodismo participativo o ciudadano”, definido por la socialización digital de la información periodística. Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de las veces este tipo de información sólo se vuelve relevante para la opinión pública mundial y para sus líderes políticos cuando ganan la atención de los massmedia.

En un estudio titulado muy gancheramente “McDonalización del Periodismo y dependencia de las fuentes en los medios digitales”, los investigadores Guillermo López, Manuel de la Fuente y Francisco Álvarez hacen un seguimiento de tres noticias a través de Internet. Y observaron que, en efecto, las tecnologías digitales multiplican el número de publicaciones. Pero, en cambio, y en línea con Sunstein, los temas no consiguen diversificarse. Para los autores, además, los nuevos medios tienden “a acomodarse en una mera asunción, e incluso reproducción, de las informaciones emanadas desde las agencias y fuentes institucionales”. No sé si comparto una visión tan negativa, pero resulta interesante pensarlo.

Los investigadores hablan de una “McDonalización del periodismo”, pues observan que las pautas de funcionamiento de esta empresa de hamburguesas (eficacia, cantidad y velocidad como sinónimos de calidad, ofrecimiento de productos previsibles, y control) “se corresponden casi exactamente con unos criterios de generación de informaciones en los que prima la velocidad de transmisión de datos sobre su valor cualitativo, donde se confunde la buena información con su abundancia, y donde la estandarización del producto (del producto informativo, en este caso) depende cada vez en mayor medida de la fuente de las informaciones, es decir, de las agencias”.

Tampoco los distintos países aparecen en Internet en igualdad de condiciones. Ethan Zuckerman, de la Universidad de Harvard, ha observado hace tiempo, mediante programas de rastreo informático, que tanto las cabeceras ya conocidas como los nuevos medios prestan aún mayor atención a los países de mayor PBI y, concretamente, omiten toda referencia a los estados africanos.

Africaonline, para citar un ejemplo, el portal que hace unos años ofrecía noticias locales y vínculos de enorme interés con medios de comunicación africanos, ya ha desaparecido como tal. Las cifras del servicio Newsmap, que refleja cada día en un mapa las zonas del planeta según las noticias publicadas en Google, son también contundentes: los países protagonistas de la actualidad continúan siendo los mismos que fuera de la Red.

De modo que festejar la aparición de un “nuevo periodismo participativo” suena un poco naif. Así como concluir categóricamente que Internet democratizó las comunicaciones y las relaciones tanto entre países como entre personas, sería tan imprudente como decir que no lo hace, pues hay tantas pruebas a favor como en contra de ello.

En estos tiempos de vértigo informativo, y de “periodismo pragmático”, creo que se trata de ir aprendiendo a separar la paja del trigo. Pues ciertamente conviven, en el escenario digital, una multitud de formas comunicativas ajenas a los flujos de producción de las grandes empresas periodísticas tradicionales.

La pregunta entonces es, como concluyen López, De la Fuente y Álvarez, “en qué medida estos nuevos medios, enormemente dispersos y por lo general poco visibles para el gran público, pueden constituirse en alternativa viable de los medios de comunicación ‘tradicionales’”. O cómo aprovechar la oportunidad para generar voces alternativas y escapar, en palabras de Chomsky, de la “manufactura del consenso democrático” de los grandes medios.

Se trata, por tanto, de no descuidar los horizontes que se abren de la mano de Internet y de la sociedad del conocimiento, sin por ello caer en las lecturas ingenuas o apologéticas propias de todo nuevo contexto tecnológico.

21/11/10

¿Cerdos o tramposos? El periodismo pragmático y la democracia

"Los profesionales son como las prostitutas, escriben mentiras en defensa de los intereses de los que les pagan. Los militantes, en cambio, escribimos la verdad al servicio del pueblo. Soy primero militante; después, periodista".
Martín García, flamante presidente de
Télam, en La Nación de hoy.

En este blog ya hemos hablado de Clarín y de La Nación (ver post). Hemos hablado de Tiempo Argentino, y de Página/12 ó 678 (ver post). Hemos hablado, en fin, del periodismo -devenido en- opositor y del oficialista. Ambas representan dos formas de la actual decadencia de gran parte de nuestro periodismo. En este nuevo post quisiera darle nombre:
el periodismo pragmático”.

¿Para qué informar?

La anécdota, muy comentada en el ambiente periodístico, cuenta que un medio busca contratar a un periodista. Luego de las preguntas de rutina, se les hace a los aspirantes una prueba que consiste, obviamente, en realizar una nota. El experimentado periodista que toma la prueba tira, impasible, la consigna:
-Escriba una nota sobre Dios.
En la puerta del diario se ve cómo, uno a uno, los aspirantes se van cabizbajos, rumiando su fracaso. Hasta que, por fin, un osado muchacho se atreve a contestar a la consigna con una pregunta:
-¿A favor o en contra?
-Empieza a trabajar mañana –responde, también impasible, el periodista evaluador.
Esta anécdota es citada con frecuencia a modo de ejemplo de buen periodismo. Muestra al trabajador como un profesional, versátil, capaz de amoldarse a cualquier situación “laboral” (para usar un eufemismo). “Se pone la camiseta del medio”, dejando así de lado cualquier apriorismo ideológico, “tan perjudiciales para este oficio, pues debemos tratar de ser objetivos”, se dice.
Desde principios del siglo XX, con la caída del Muro de Kant, ha venido creciendo una nueva forma de encarar las relaciones inter(e intra)personales -que algún pícaro francés contemporáneo ha denominado “ética inteligente”- basada en la indolencia. Este pensamiento netamente individualista -una verdadera filosofía del desapego- ha embarazado la ya ultra individual filosofía liberal, que en su neo forma se descubre como inteligente (pragmática), profesional (pragmática), técnica (desideologizada -pragmática-), objetiva (desideologizada -pragmática-), masiva (por su objetividad) y, claro, comprometida (palabra que desapareció bajo el ambiguo término “inteligente”), pues se dirige a la sociedad. El proceso informativo no es ajeno a esta matriz conceptual.
La moral kantiana ha perimido. Y su obsolescencia ha librado a los actores sociales de actuar sobre sus rígidos parámetros morales. Pero lo que ha sucedido es que al pretender descalificarlos, o relativizarlos, directamente se los ha anulado. Y su éxito se debe sin duda a la importante cuota de verdad que encerraba la crítica al imperativo categórico, envuelto de “olor a sadomasoquismo y tortura”, según Nietzsche.
El pragmatismo filosófico se ha extendido hacia todos los aspectos sociales y, en general, ha sido traducido como aggiornamiento de posiciones rígidas, estructuradas, en todos los campos. El pragmatismo económico fue concebido desde un antagonismo, desde una negación: la negación de la planificación y la participación estatal, lo que llega al paroxismo, por estos lares, del olvido sin más de la población. Con el pragmatismo político, igualmente, afloran los asesores de campaña y las encuestas. Los Dick Morris, los Dudas Mendoncas, los Durán Barbas o los Bragas Menéndez. La religión es, más que nunca, adular los oídos de las masas para llegar al poder.
Esta nueva concepción, por lo demás, tuvo un importante elemento adicional, que le sirvió como impulsor: nació y creció en Estados Unidos de Norteamérica, tierra de la libertad, de la libre empresa, de una democracia capitalista en vías de rápida consolidación, a principios del siglo XX, y actualmente hegemónica, aún en su decadencia.
El liberalismo encontró en el pragmatismo a su aliado natural, despojado de cualquier pernicioso intelectualismo (donde se incluyen la ética, la moral y todo concepto que comporte un compromiso social ajeno al lucro y al crecimiento económico).
El relativismo impuesto por el pragmatismo filosófico (Dewey a principios del siglo XX; Rorty, hoy) en todos los órdenes de la vida exime a los seres humanos de una palabra cara al pensamiento existencialista: la acción. Este término es extirpado de cuajo de la voluntad posmoderna que, sin embargo, no ha escapado a su redefinición: hoy la acción se mide en términos de ética inteligente, es decir: la otrora acción, obviamente teleológica, se convierte hoy en omisión, también teleológica (en el fisiócrata “dejar hacer” con el que el liberalismo se marcó a fuego). Signo de los tiempos. Omisión, también, del sujeto... A lo sumo, la “acción” pregonada por los posmodernos es la de la (est)ética del yo propio. La vida como arte y la (est)ética del placer.
Pero, por otra parte, lo que permanece de su anterior sentido, en esta nueva hermenéutica de la acción, se inscribe en un marco reducido, el del ámbito laboral. La ética inteligente se aplica en-desde-para la empresa. Desde allí el individuo cumple con su nuevo imperativo moral, que de nuevo tiene muy poco: servir a la empresa.

¿Qué tiene que ver todo esto con el periodismo?
Los medios de difusión de “noticias” no han escapado a estos nuevos aires de ética inteligente y vértigo (muchas veces el vértigo produce respuestas agudas pero no vastas y profundas). El caso de la CNN “internacional” -en general, pero muy en especial luego del 11/S- puede ser tomado como ejemplo en cuando al prolijo alineamiento del interés periodístico “profesional, objetivo” con los grandes intereses de su país de origen.
Si cambiamos el foco hacia los medios locales y nos detenemos a observar notaremos que no difieren demasiado, más allá del coyuntural e irracional conflicto del gobierno con “el monopolio”.
Analizarlos es crucial para el desarrollo de una sociedad, dada su importancia en la promoción de valores culturales y pautas de conducta. Qué se observa: en primer lugar, continuas fusiones y absorciones: la voz periodística en pocas manos. En este punto tiene razón el gobierno kirchnerista. Olvida acotar, claro, todo lo que él mismo contribuyó a eso. Y agregar, claro, los nuevos medios paraoficiales, que se reproducen como hongos.
(Clickear sobre la imagen para verla más grande)
Al manejar grandes montos, las empresas comunicacionales se convierten en importantes grupos de presión frente al poder político esgrimiendo, ahora, no ya el interés de la opinión pública sino, más bien, el suyo propio. Este grupo económico con intereses creados es el que luego informa e “instala la agenda” en la sociedad. Agendas periodísticas crecientemente despolitizadas (y falazmente “pragmáticas”), planteadas en términos de necesidad, de costos y beneficios. El diario Clarín es el ejemplo paradigmático de ello. En otro post hemos hablado de la necesidad de destinellizar la política y desclarinizar el periodismo como la batalla cultural de fondo.
Y lo curioso es que los mismos periodistas del diario Clarín son conscientes de su situación. Ellos conocen y tienen la habilitad de descubrir o transformar las noticias de modo que tengan un formato Clarín. Es el periodismo pragmático. Por un lado, una clara noción de lo que el medio es y espera de ellos; y, por el otro, signos personales evidentes de que la agenda que ellos construyen no es lo importante. Pero, ¿qué es “lo importante”?...
Desde cualquier concepción ética este “pragmatismo” es enteramente reprochable. Más que una moral de la acción (Sartre, Arendt, etc., etc.), predomina en los medios y en sus trabajadores, en general, una moral de la pasividad y hasta de la resignación. Por supuesto que no hablo de los que no se cuestionan lo que hacen. Ni de los que abjuran del periodismo en pos de la militancia. Ni, tampoco, de los que tienen suficiente nombre como para firmar con (bastante) autonomía.
Alguien, alguna vez, me recordó la distinción ética que hacía Sartre entre “cerdos” y “tramposos”. La acción en tiempos difíciles. Sucintamente, mientras el primero cumple con la orden del jefe o superior, coincida con ella o no, el tramposo también lo hace, pero logrando incorporarle un contenido subliminal -o no tanto- que niegue, contradiga, relativice o ridiculice aquella orden. Una actitud subversiva. Ambos hombres son inexcusablemente libres y actúan con libertad, por cierto. Pero también su acto los define.
Por supuesto que eso sucede, qué duda cabe, en el periodismo. Pero hoy el periodismo aparece como una actividad más del ser humano, perdiendo así su condición de pilar esencial para el mantenimiento y crecimiento del sistema democrático. Pero, en este devaluado contexto axiológico, ¿qué significa la palabra democracia? ¿En cuánto se acerca nuestra democracia de cada día al ideal que se tiene de ella?
Digresión: siempre escucho hablar de "democracia" como consenso, como tendencia a la uniformidad. Ése es un lugar común erróneo: lo que hace fuerte a una democracia es la suma de la diferencia, la concurrencia de lo diverso. Esto está en la base de todo pensamiento republicano (Maquiavelo, Spinoza, Madison, Montesquieu). Cortémosla con la democracia mal entendida. La "democracia como uniformidad" tiene su raíz en cierto iluminismo (autoritario), que es común tanto al liberalismo como al socialismo originario.

¿Para qué informar?
En materia periodística, la pregunta es crucial. Tanto, que la respuesta que se dé a esta cuestión capital revelará la presencia de una determinada concepción del llamado “cuarto poder”. En el ideario del liberalismo clásico (más allá de su elitismo), el periodismo fue uno de los campos privilegiados para el debate racional de ideas y opiniones que hacen e interesan a la sociedad. Pero, junto con esta tarea fundamental para la vida democrática, la información, además de ser considerara como “bien social”, es entendida también como una mercancía. Ésta es la tensión esencial y constitutiva del periodismo, que hoy se vive con más crudeza que nunca.
“Estar informado”, “saber lo que pasa”, en cualquier ámbito, le amplía al ciudadano la gama de elecciones y acciones tanto individuales como colectivas: desde comprar este disco a votar a aquel candidato.
Según la famosa teoría de la agenda-setting, los mass-media no dicen qué hay que pensar sino sobre qué hay que pensar: los que ellos presentan son los asuntos decisivos. “Esto es lo que hay”, le dicen los medios a su audiencia cuando le presentan los hechos (re)construidos como noticia.
¿Qué es la democracia? ¿Para qué informar? ¿Cuál es el rol de los medios en democracia? El pragmatismo también responde, por supuesto, a estas preguntas. Acertadamente o no, con “mala fe” o no. Pero responde. Y, en su lógica, esto es lo que importa.

20/11/10

“Contra la soberanía del macho”

Atención feministas.

Tenía ganas de postear aquí esta reseña crítica que hice alguna vez sobre un artículo que la ensayista (creo que) búlgara Yvanka B. Raynova le dedica al clásico libro liminar del feminismo del siglo XX: El segundo sexo, de Simone de Beauvoir.

El artículo -que puede encontrarse en francés por la web- se títula "Hacia una ética feminista y posmoderna de la justicia: Simone de Beauvoir y Jean-François Lyotard". Título tentador, por cierto, al unir dos autores tan disímiles como Beauvoir y Lyotard, pero finalmente Raynova no concreta la amalgama propuesta y en todo su artículo hablará casi únicamente de Beauvoir, y más bien empalmará a Lyotard en las ideas de aquélla.

Advertencia: el texto es algo áspero pero vale, creo, la lectura. Aquellos que puedan entenderlo como una sanata cósmica (o "posmoderna", en el sentido vulgar del término), abstenerse. Gracias.

La casa.


Hacia una ética feminista y posmoderna de la Justicia

En 1949 Simone de Beauvoir publica su más importante ensayo: El segundo sexo (Le Deuxième Sexe), libro que todavía sigue dando que hablar. Allí elabora una verdadera filosofía de la alteridad absoluta de la mujer, lo que la ubica, afirma polémicamente la ensayista Yvanka Raynova en su artículo "Hacia una ética posmoderna de la justicia: Simone de Beauvoir y Jean-François Lyotard", como precursora del posmodernismo.

Es un lugar común considerar a Beauvoir, en tanto compañera del filósofo Jean-Paul Sartre, como paradigma de la modernidad del siglo XX. Contra esto debió luchar, implícitamente, Raynova en su ensayo sobre El segundo sexo, al que define sin medias tintas como “una teoría anti moderna”. Eso es lo que explica su uso abundante de la intertextualidad. Era necesario legitimar cada pasito interpretativo que daba con el apoyo del texto original, el lugar del cual ella partía, así fuese Beauvoir, Sartre o Lyotard. Es claro, de todas formas, que su posicionamiento en primera persona vuelve a su ensayo, como decíamos, más polémico. Por lo demás, el ensayo, al no estructurarse muy rígidamente en torno a reglas y formas, es un género que se presta como pocos para la polémica. No obstante, pese a su intento, Raynova no se aleja demasiado de las tesis de Beauvoir.

Veamos.

La monumental denuncia que la francesa hiciera hace más de 60 años no es soltada al aire en forma general y, si se quiere, vacía: es el “Gran Sujeto Masculino” el que se ha reservado para sí solo “el privilegio de la trascendencia y ha forzado a las mujeres al dominio de la inmanencia”, al papel de la sumisión.

Para Beauvoir, preguntarse “qué es lo que una mujer es” no significa hablar de esencialismo o de “naturaleza eterna”, pues la mujer no los tiene. Como tampoco hay “el alma negra” o “el carácter judío”. El “para-sí” (Sartre) propio de todos los seres humanos, precisamente -y dialécticamente- es lo que no es (Beauvoir sigue a Sartre en su hegelianismo). Es decir, es su negación (dialéctica).

Lo que sí hay, en cambio, es una “situación” de la mujer. Porque a diferencia de Sartre o de Hegel, para quienes la pareja “yo-el otro” es simétrica, Beauvoir muestra que en la alteridad de la mujer se discute una asimetría profunda e inaudita (de aquí que la alteridad en ella es absoluta): si mal que mal individuos o grupos son obligados a reconocer la reciprocidad de su relación, ¿por qué entre los sexos esta reciprocidad no sucede? O en otras palabras: ¿por qué las mujeres no contestan la soberanía del macho?

Por un lado, las mismas mujeres se complacen en la sumisión, dice Beauvoir: esto es la mala fe (otra famosa categoría sartreana): pues no dejan de ser conscientes de esa sumisión. Pero lo central es que, históricamente, los hombres han poseído los instrumentos de poder y los han usado para asegurar de facto y de iure su supremacía a costa de la mujer. Al colocarse ellos como sujetos, las mujeres han sido expulsadas de la trascendencia y confinadas a la inmanencia, denuncia Beauvoir.

Raynova, entonces, se para en la francesa para edificar su pretensión de articular un discurso que ubicaría a El segundo sexo como “una teoría anti moderna de la ‘diferencia’, que niega ‘la esencia’ o ‘la naturaleza’ de la mujer para desenmascarar la antinomia entre su situación de ‘Otro’ y su ser (Da-sein) lo ‘Mismo’”.

Y aquí Raynova asemeja la categoría del otro inesencial y excluido al concepto de “diferencia” de Lyotard, para quien el “diferente” es una víctima privada de probar la injusticia pues las reglas son establecidas en el idioma del otro. Primer acercamiento -polémico- entre ambos autores.

Pero Beauvoir quiere, además, descubrir los mecanismos de sumisión de la mujer.


La negación o deconstrucción de los mitos

Raynova muestra, bajo el sugerente subtítulo de “El discurso como poder: el mito”, cómo Beauvoir también descubre y critica a “todos los dominios del saber (ciencias de la Naturaleza biología, teología, filosofía, psicología experimental, etc.)” como mecanismos de sumisión usados para “demostrar” la inferioridad de la mujer. Y esto tal vez nos aclare la intención deliberada de Raynova al elegir el género ensayo para exponer sus hipótesis: una forma coherente de escapar a esos dominios del saber colonizados por el hombre.

Todos los dominios del saber “demuestran”, entonces, la inferioridad de la mujer. Mitos o “grandes relatos” (Lyotard), simulacros que aparentan un “punto de vista objetivo” para encubrir la soberanía del Gran Sujeto masculino.

La “situación” estructuralmente inaudita de la mujer refiere, como dijimos, a su condición de Otro excluido y sumiso. A partir de esto, Raynova elabora su interpretación sobre la relación íntima entre el feminismo beauvoireano y el pensamiento de la diferencia; empieza por los “mitos”, que siempre ocultan el dominio masculino. “En tanto que referentes, ellos (los mitos) gobiernan la conciencia creando imágenes engañosas que debilitan el pensamiento del sujeto y lo mantienen bajo su control”.

Luego de exponerlos, la autora pasa a negarlos. O a deconstruirlos, para usar un término posmoderno.

Hasta el tiempo verbal que predomina en el ensayo nos da una pauta para interpretarlo: el pasado histórico, que, como sabemos, es un modo del presente. Y es curioso cómo esta afirmación de carácter idiomático no deja de tener su significación política: un tiempo histórico que remite el hecho innegable de la sumisión de la mujer a un pasado tan remoto que termina volviéndose ahistórico (atemporal), como la Naturaleza misma (la “esencia” o, lo mismo es, el “eterno femenino”). Un tiempo histórico tan ahistórico y natural puede mostrarse también como una Ley (atemporal). De aquí la importancia de los códigos y las religiones, que señala Beauvoir en su obra: para construir y mantener a la mujer como alteridad sumisa y excluida -como objeto- en el Mundo del Bien, es decir, en Mundo del Macho.

Frente al “espíritu de seriedad” que recubre al mito -que objetualiza al sujeto; por ejemplo a la mujer, que así malogra su existencia autentica-, Beauvoir propone el “juego”, que, en cambio, libera la subjetividad. En él, el humano es quien plantea las reglas, escapando a la Naturaleza naturalizada. Pero en el preciso momento en que el humano se afirma como sujeto libre aparece la idea del Otro, y ésta es vivida como una amenaza, como una negación (pero objetualizadora, no dialéctica), luego: el Mal.

Establecer un Otro es definir un maniqueísmo, un pensamiento de oposición que legitima la máquina represiva. La mujer es el Mal necesario al Bien (al hombre y su supremacía). Por eso Beauvoir propone: 1) la desmitologización del mito del eterno femenino y la recuperación -individual- de la responsabilidad en la autenticidad; 2) la interiorización -colectiva- de valores anti autoritarios por medio de la deconstrucción del pensamiento de oposición; y 3) la instauración de una nueva situación donde las mujeres y todos los excluidos serán reconocidos como siendo iguales en existencia, en trascendencia y en la libertad. O, como dirá Raynova: una ética feminista y posmoderna de la justicia.

Toda actitud auténticamente moral reclama ser hecha y rehecha sin cesar, dice Beauvoir. Esto la acerca a las perspectivas ético-políticas de Lyotard, para quien la política de “lo justo” debería estar fundada sobre la heterogeneidad de los juegos de lenguaje, que no debieran ser reducidos nunca a una sola alternativa. Pero Beauvoir va más allá: no se trata solamente de reconocer al Otro en su heterogeneidad sino, y sobre todo, en su mismidad : “En los dos sexos se juega el mismo drama de la carne y del espíritu (...); los dos son roídos por el tiempo, acechados por la muerte, ellos son una misma esencia que necesita uno del otro”.

Finalmente, Raynova habla del reconocimiento intelectual que tuvo Beauvoir justo después de su muerte, así como también se ocupa de resaltar su figura en independencia de la de Sartre, pues defiende a El segundo sexo -otra vez- como una teoría anti moderna de la “diferencia” que niega “la esencia” o “la naturaleza” de la mujer para desenmascarar la antinomia entre su situación de Otro y su ser “lo-mismo”.

En conclusión, Raynova sostiene que el debate sobre la diferencia y la igualdad sólo podría ser resuelto a través de la distinción entre el sexo y el mito. Y es en este sentido que El segundo sexo representa aún hoy una provocación no solamente para la teoría feminista sino, también, para el deconstruccionismo y el pensamiento de la "diferencia".

Violencia Rivas y Frank Zappa

En este blog no podía faltar Violencia Rivas, un clásico de Peter Capusotto y sus videos. Violencia es un signo de los tiempos. De estos tiempos. Como ayer nomás lo fue “Bombita” Rodríguez.

Posteo uno de sus verborrágicos discursos cumbres.

"Fue muy fuerte para la época; reconozco que lo hice para mostrar que menos degenerado que excitarse con otra mujer... era seguir propagando la obligación de estar siempre linda, siempre depiladas, con el culo parado y durito, eh... Pero como es imposible detener el tiempo y la celulitis... ¡Nos obligan a vivir el paso de los años con la angustia permanente de estar alejándonos de la belleza! ¡Otro invento más de esta civilización agonizante y agusanada, que sigue fabricando chorizos de ilusión para servirnos en la parrilla de la decadencia y la mierda!”.

Frank Zappa en su primer álbum, Freak Out!, tiene una frase muy Violencia Rivas:

"Salgan de la escuela antes de que sus mentes se corrompan por la exposición a nuestro mediocre sistema educativo. ¡Olvidensé del título y vayan a una biblioteca y eduquensé ustedes mismos si tienen las pelotas bien puestas! Algunos de ustedes parecen robots plásticos a quienes les dicen qué leer".

Salú, y que no decaiga.




19/11/10

Religión y política II: Maquiavelo, Moro, y los K


Para Nicolás Maquiavelo (1469 – 1527), reconocido como uno de los padres modernos de la ciencia política, los valores tienen un carácter mutable. Por eso para el florentino siempre es necesario volver a los orígenes, “reconducir” con periodicidad a los pueblos hacia sus principios: aquel momento en que las costumbres no estaban corrompidas.

Y es en Maquiavelo -pensador de lo diverso, elogioso de la “discordia” como motor de la “grandeza de la república”- donde la religión aparece clara y explícitamente como un elemento de unidad y cohesión en el orden interno. La religión es creada desde lo político, así como las nociones de “bueno” o “malo”, que se definen políticamente en relación a la idea de salvación de la patria. Y la religión coadyuva a ese fin. No es óbice que los preceptos religiosos sean falsos mientras faciliten la dominación. “Mantener al país religioso” es mantenerlo “bueno y unido”, dice.

Maquiavelo cita el caso de Numa Pompilio, el sucesor de Rómulo, quien para conseguir el noble fin de llevar al pueblo a la obediencia civil recurrió a la religión simulando “tener familiaridad con una ninfa que le aconsejaba todo lo que luego [él] aconsejaba al pueblo”. De otro modo, las leyes no serían aceptadas ni, en consecuencia, obedecidas. También ayudan a mantener a los ejércitos disciplinados, enseña. De aquí se desprende su importancia política en el momento de la fundación: como sostén de inspiración del fundador.

Esta función que tiene la religión (o “religazón”) en Maquiavelo como herramienta útil del poder para ejercer la dominación (que Max Weber ampliará y llamará “ideológica”) brinda “legitimidad” (Weber) al Estado, pero ya no como delegación divina sino como creación, como artificio -político- del poder -político- para facilitar su efectividad en la construcción del consenso que permita la conservación del Estado en miras al bien (común) del pueblo. Al margen, retener esto último es importante para entender lo “maquiavélico” de Maquiavelo: para despejar los equívocos sobre su opúsculo El Príncipe. Pero eso quedará para otro post.

Justamente -volviendo-, lo político es lo mutable, lo que puede ser o no, lo contingente.

En la polis griega que piensa Aristóteles (384 AC - 322 AC), el espacio (político) para la realización del hombre es el de lo público, que es, además, el espacio de la diferencia ya que todos los hombre son diferentes, únicos e irrepetibles. Y, a la vez, “iguales” en tanto “ciudadanos”.

En cambio en Utopía, el clásico texto de Tomás Moro (1478 – 1535) (quien inventa esa palabra), no hay lugar para la política: porque no hay lugar para la diferencia. En la utopía moreana, entonces, la función “política” de la religión, como la de los valores y las costumbres, es reemplazar la especificidad política, abolir toda nota de diferenciación. Esto denota, por otro lado, un rasgo de pesimismo antropológico en Moro, ya que ve a los hombres como naturalmente intolerantes.

Entonces, mientras Maquiavelo y Aristóteles buscan la unidad desde la diferencia (algo propio de todo el pensamiento republicano, cuyo exponente cúlmine es, sin dudas, Madison), Moro lo hace desde una supuesta igualación. El plan estratégico (político) es el mismo: buscar la unidad, pero con distintas tácticas, digamos. El problema de la táctica moreana es la negación de la política.

En fin. Si bien quizá no de la religión, los K siempre abominaron de la Iglesia como institución (de ésta iglesia argentina, al menos). Sin embargo, en el tratamiento que hoy hace el kirchnerismo de la muerte de Néstor Kirchner se puede observar ese intento de negación moreana de la política, al ubicar al líder en el campo de lo sagrado-intocable y, a su vez (y esto es lo importante), en el centro de la acción política, aún después de muerto.

No es, por cierto, la primera vez que el kirchnerismo apela al recurso de los muertos para revestir de legitimidad una idea . Ahí están los "gloriosos jóvenes que perdieron la vida en los setenta".

Hoy, hasta el propio Kirchner es devorado por ese mecanismo. “Esto es lo que hubiera querido Néstor”, “así lo hubiera hecho Néstor”, o “lo hacemos por él”. Palabras que incluso se escucharon de boca de su viuda, CFK: a la sazón nuestra presidenta. Es curioso porque por estos días parecería como que el mandato (la ficción que conocemos por tal) no es popular, o contractual-constitucional, sino religiosa. Curiosamente, una operación despolitizadora del “juego político” propia del noventismo neoliberal. Una coincidencia más entre aquél y este peronismo.

Coincidencia que, por último, no deja de ser importante remarcar, ahora que parece que "con Kirchner volvió la política". No: la política volvió con el click que representaron para esta sociedad los sucesos del 19 y 20 de diciembre de 2001.