14/11/15

SCIOLI O MACRI, demarcaciones y desmarcaciones: dilemas de la izquierda argentina

 

"Los marxistas votamos a Scioli", sostuvo, categórico, el pensador marxista (?) Atilio Borón, poniendo en evidencia la desesperada campaña del kirchnerismo para descontarle de donde sea puntos a Macri para el próximo 22. Ahora apela o intenta interpelar a la izquierda que siempre ninguneó o basureó.
De tantos sapos que tragó, Atilio ya se convirtió en uno. Y, como buen hegeliano: la cantidad se terminó convirtiendo en calidad. "Los marxistas votamos a Scioli", junto con los posmarxistas (el finado Laclau, et al) que destruyeron al marxismo. Qué cambalache ideológico y epistemológico, Atilio.


"Los marxistas votamos a Scioli" II. Caso Omar Acha (historiador)
Me crucé también con este texto en el que el historiador Omar Acha también postula, rotundo: no tanto Scioli... pero sí "Contra Macri", intentando establecer un criterio de "demarcación" por la negativa: algo típico de las cientos de variantes de la izquierda que hay en Argentina, que de tanto demarcar se viven desmarcando. En principio, el texto es valioso. Reconozco el esfuerzo por pretender diferenciarse del boronismo e izquierdas K varias. Pero, ¿se diferencia? Veamos.
"Populismo frustrado" o "neoliberalismo de ricos" es la dicotomía o péndulo actual que observa Acha. Y lo dice desde la izquierda. ¿Qué izquierda? Desde alguna izquierda del amplio espectro de la "izquierda nacional" argentina, esa que siempre tiene la tendencia a caer en las trampas discursivas y prácticas del peronismo. ¿Acaso el neoliberalismo -si bien no el ortodoxo menemista- no gobierna? ¿Acaso el Estado no sigue tan ausente como en los 90? ¿Acaso los que cacarean soberanía, putean a los "gorilas y cipayos" no entregaron la cordillera a la Barrick, la Patagonia a China, YPF a Chevrón, la soberanía jurídica a Iran vía memorándum, y la pampa húmeda regada con el glifosato a Monsanto? No hay tal dicotomía porque hoy populismo y neoliberalismo coinciden, empalmados.
Al fin y al cabo, pues, Acha es otro que dice "los marxistas votamos a Scioli". ¿En esto está la "izquierda argentina"? No. Pero veamos sus argumentos. Para Acha, el kirchnerismo es o fue "reformista". Holaaaa. No conservaor, no bonapartista, no el representante más lúcido de la fracción más lúcida de la burguesía vernácula. "Reformista". Se van el 10 de diciembre con un -ni siquiera público y oficial- nivel de pobreza y una brecha de desigualdad ricos/pobres y con un nivel de concentración, primarización y negreo de la economía similares a los de los odiados 90 pero son "reformistas". Curiosa "demarcación". ¿Las banderas de ese "reformismo"? Bueno: Acha hace malabares para nombrar dos simbólicas o "culturales" y tan sola una económica:
+ los derechos humanos (o lo que con una investigación detallada y valiente el periodista Luis Gasulla ha denominado "el negocio de los derechos humanos")
+ los muy loables derechos a la identidad y la diversidad sexual (a la sazón, uno de los más fuertes sostenes de la militancia k)
+ la cazapobres AUH (la otra pata de la militancia nac & pop; idea por lo demás, y a no olvidarlo, propuesta allá por los 2000, en plena crisis "capitalista", por el FRENAPO y la hoy principal socia de Macri, Elisa Carrió)
A esto se limita el "reformismo" k. Nada sobre el aborto, por caso. Desconocimiento de la atroz problemática de los pueblos originarios. Nada sobre el agronegocio. Y esto es central, ya que toda la clase política concuerda en esto último: explotemos la soja aunque se deterioren los suelos, porque el "yuyito" es el que trae los "verdes" para financiar al Estado y la siempre por venir reconversión de la economía nacional hacia la vía del "desarrollo" (industrial).
En fin. Esta es la modesta "ganancia" popular a la que el kirchnerismo fue, progresivamente, subiéndose -DDHH, diversidad, Ley de Medios y otras "gestas"- para generar legitimidad. No olvidar que los derechos por la diversidad y la AUH vinieron sólo después de perder la "batalla contra el campo oligarca", cuando Néstor amagó con abandonar el poder. Por lo demás, cada tópico que Acha repudia del macrismo tiene su correlación K no mencionada. Ejemplo: la "revolución de la alegría" versus el "Amor, amor amor". "Amor sí, Macri no"!
Es por este tipo de visiones que, como ya lo expresé en el último post de mi blog, me parece más dañina, contrariamente a lo afirmado por Acha, una derecha disfrazada de progre que una derecha clásica que tenga los huevos de asumirse como tal.  Por todo este poder duro y blando que acumuló el kirchnerismo (al que, a no dudarlo, Acha contribuye con su texto) es que creo que el PRO sería un gobierno de derecha menos poderoso, más contenido, que una continuidad sciolikirchnerista, en función de todo el poder acumulado (formal e informal; de recursos y de prácticas, contactos, silencios comprados, etc., etc., etc.) en estos 12 años.
Acha considera acríticamente al kirchnerismo como "descendiente del 2001-2002" pero olvida que fue quien consolidó, por derecha, el cierre de aquella crisis (oportunidad) que (oportunamente (!)) llevó adelante Duhalde; entre otras cosas cooptando, silenciando y subordinando a todos los movimientos sociales y nuevas formas de expresión que fueron surgiendo en los 90, de las cuales las más novedosas e interesantes fueron aquellas experiencias de autogestión que buscaban "pensar sin Estado" (no desde el liberalismo, sino desde un autonomismo de izquierda, claro está).
NUNCA la "clase dominante", para usar las categorías del paradigma en el que se mueve cómodo Acha, recibió tanta transferencia de recursos como en la "década ganada", que termina con el capital financiero como principal actor ganador, igual que -¡ay!- en los 90.
Por eso, más que desde un costado económico, me ha interesado abundar anteriormente y hoy en el análisis desde la política, y es que les propongo leer y entender este texto de Acha con esta breve entrevista a Ana María Mustapic. Se nota el agujero cuando la correlación de fuerzas político-institucionales está ausente en el análisis.


Un punto de formidable y luctuosa actualidad. En su nota, Acha refiere a los casi seguros alineamientos regionales de un eventual gobierno de Macri: la derecha colombiana y la ultra libremercadista y pro yanqui derecha mexicana. Muy cierto. Pero omite cuidadosamente referir a los actuales alineamientos regionales e internacionales de Argentina: la ya indudable dictadura venezolana, el comercialmente agresivo imperio chino y la retrógrada teocracia iraní. Con un agregado no menor: en menos de 20 años Argentina pasó de ser el alcahuete N°1 de Estados Unidos al contexto actual mencionado sin olvidar que esa increíble vuelta carnero política de 180 grados la llevó adelante el mismo partido político: el peronismo que hoy defiende Acha. Un sistema de partidos estable, una república estable y donde oficialismo y oposición sean fuertes, donde no haya "partido predominante" puede conducir más exitosamente a políticas externas de Estado más duraderas y coherentes y representativas del interés nacional en el exterior, antes que el interés de los gobernantes de turno.

"Peronismo de izquierda"
Acha se lamenta de que la derecha se afiance como alternativa de poder y ya no tenga que apelar al contubernio con el peronismo (así como años ha esa derecha no dudaba en apelar a las fuerzas armadas). "Políticas enturbiadas por los compromisos peronistas", lo llama. Precisamente en ello yo veo un motivo para festejar: este peronismo que gobernó en esta década es el tan mentado "peronismo de izquierda" (sí, gente: era esto, eh; más no hay; dieron todo lo que tenían para dar), que de izquierda no tiene nada: es otra opción de derecha, pero disfrazada. Yo corro esa demarcación que hace Acha de la derecha al peronismo: enturbiado con compromisos de izquierda.

 Antonio Gramscioli, según el imaginario kirchnerista

La consolidación del PRO tendría, para mí, ya lo señalé en el anterior post, el benefició de la constitución formal de un espacio representativo de todo el sentir liberal y/o de derecha en el sistema político argentino. Frente a él estarían los dos partidos tradicionales y de masas (otrora), ubicados al centro-derecha: peronismo (y sus variantes) y (pan)radicalismo, y en el otro extremo la izquierda clásica. Dejo deliberadamente de lado varios espacios sinuosos y con representación variable pero por ahora relativamente menor, aunque podrían ubicarse también en el centro tanto en el peronismo como en el (pan)radicalismo (Libres del Pur, Proyecto Sur, el llamado "socialismo" que no es más que una socialdemocracia liberal, etc.). Las ubicaciones pueden variar a gusto del consumidor pero el equilibrio de fuerzas que se lograría me parece evidente.
"Incluso si (Scioli) quisiera ser un nuevo Menem y lanzarse a un gobierno neoliberal, la heterogénea composición de su fuerza social le planteará límites", dice Acha. ¿Lo dirá por el lumpen (la categoría aplica, no es un insulto) Luis D'Elía, que ya garrocheó hacia Vidal en provincia? El ambiguo abanico del "campo popular" tal como se articula alrededor del kirchnerismo es, lo digo una vez más, de derecha, nacionalista y católica (aunque con verguenza, en muchos casos), autoritaria, revestida o "empapada" de pueblo. No mucho más. En tal sentido, algo similar a lo que afirma Acha pero sin el "maldito" componente popular podría decirse de la composición de fuerzas alrededor del PRO (esto es: la alianza Cambiemos) que ciertamente es una coalición y es de esperar que la parte de los dirigentes que la integran y que ya integraron la ALIANZA que gobernó con De la Rúa (la otra parte de esa ALIANZA está en el poder HOY) haya aprendido de la experiencia funesta de su paso por el poder al pretender gobernar con mano de hierro un espacio que constituye su legitimidad multipartidariamente.
En fin. El historiador, imposibilitado de esconder lo evidente, termina su arenga homologando bastante Macri a Scioli. Es por ello que, desde mi punto de vista, el aspecto republicano del reparto de poder se vuelve central. El escenario es dilemático y subóptico en las dos opciones. Pero sostengo que, con Macri, el poder (de daño de una de las dos derechas en pugna) estará más equilibrado y contenido que con Scioli. Es muy propio del análisis politológico la cuestión de la herencia, del liderazgo y la sucesión. El kirchnerismo -su mezquindad, su proyecto de poder revestido de un proyecto de país- es enteramente responsable de haber llevado a la sociedad y a la dirigencia política toda -pues se dedicó sistemáticamente a esmerilar a la oposición; algo a lo que muchos intelectuales consideran un mérito- a desembocar en estos dos candidatos que van al balotaje, uno de los cuales conducirá el país desde el 10D. Esto no puede quedar al margen del análisis. En efecto, después de Rosas y de cualquiera de las dictaduras que sufrimos, Néstor y Cristina Kirchner fueron los presidentes democráticos argentinos que concentraron la mayor suma del poder público de la historia del país. A no olvidarlo. No puede advenir un "socialismo desde abajo", historiador, desde allí.
En fin, por todas estas confusiones y/o buenas intenciones es que yo prefiero "contaminarme" con el "lodo genéricamente derechista" y apostar a que un gobierno de Macri expurgue suciedades y taras ideológicas del sistema de partidos argentino, reconfigurándolo establemente en un republicano esquema de oficialismo y oposición y ya no un insoportable y casi eterno "partido predominante" peronista (hoy en su versión falsamente nacional y ridículamente popular) como el verdadero "mal menor" a que podemos aspirar en la presente coyuntura política.

La izquierda clásica y el voto en blanco
Por último: entiendo perfectamente el voto en blanco de la izquierda. Considero que pedirle que vote a Macri con mis argumentos es tan ridículo y fuera de lugar como hacerlo con los argumentos del historiador Acha. Aprovecho para aclarar que en mi anterior post jamás intenté convencer a la izquierda clásica -ésa que electoralmente simpre saca cerca de un 5%, y que en la última elección bajó a un 3,6%- para votar a Macri sino a los simpatizantes de la centroizquierda, el "progresismo", el "socialismo" entre comillas, el espacio político que en 2011 se ubicó como segunda fuerza electoral detrás de CFK con un 20% de los votos nacionales, y que esta vez obtuvo menos votos que la izquierda-izquierda (que el FIT) y tan solo unos miles de votos más que el voto en blanco.
Con todo, en fin, aunque este balotaje no parece ser el caso, quiero terminar recordando que gracias al voto en blanco de la izquierda ganó Rodríguez Larreta en CABA hace poquitos meses nomás, y que de ganar Macri, y siendo ya gobernadora Vidal, un gobierno porteño conducido por el no PRO Martín Lousteau hubiera dado un poco más de poder interno y contrapeso a esa eventual coalición gobernante a partir del 10 de diciembre.
Creo, para finalizar, que lo que se juega en lo que viene es, más que un "Contra Macri" como propone Acha (lo que tiene por otra parte sus curiosos beneficios; pienso en el "contra Menem estábamos mejor"), un claro "Contra el autoritarismo, contra el clivaje político y contra la concentración de poder que floreció azuzándolo".
Y ciertamente, sea Scioli o sea Macri, lo que viene no será fácil para quienes razonamos política e ideológicamente como Acha o como quien suscribe.

2/11/15

SCIOLI O MACRI: derecha clásica o derecha disfrazada de progre

 

Daniel Osvaldo Scioli o Mauricio Macri. Uno de estos dos argentinos va a gobernar el país a partir del 10 de diciembre de 2015. Irremediablemente.  "Voto en blanco" no gobierna. "Impugnado", tampoco. Afirmación fuerte desde el vamos: en el delicado contexto que viven las instituciones argentinas (que la frase presidencial "Vamos por todo" sintetiza como nada) y la paupérrima situación social y económica, el voto en blanco es tal vez como nunca antes un lavarse las manos: lo harán aquellos que pretenden mantenerse en el hegeliano universal abstracto, puros e incontaminados, para después terminar sus implacables -y seguramente pertinentes- críticas al próximo Presidente con un "Yo no lo voté".
Hay que empezar el análisis sosteniendo categóricamente que nunca un proyecto político argentino gobernó cuatro  períodos consecutivos en democracia desde la reforma electoral de 1912, ni fue tan mesiánico ni concentró tanto poder (e hizo proporcionalmente tan poco por la equidad social) como el kirchnerismo. Poderoso pero, a la vez, generador de políticas públicas deliberadamente "frágiles". Es lo que llamo el "círculo vicioso populista":

Gobiernan x decreto >> los "beneficios" dependen del paternalismo y la "bondad" del gobernante >> gobiernan apelando al miedo >> sólo ellos son proveedores.

Muchas de las políticas sociales o planes del kirchnerismo salieron por decreto (la AUH primero salió por decreto, también). Tan solo un ejemplo: el PRO. CRE. AR. Si el PRO. CRE. AR. hubiera salido por ley, mañana sería necesaria otra ley para darlo de baja. Pero salió en 2012 por el Decreto 902 (menciono este plan porque fue utilizado en estos días por el kirchnerismo para sembrar miedo diciendo que se podría dar de baja). Como tantos otros planes. Con otro decreto caería(n). A los K les sirve ciertamente para crear pánico entre los pobres y beneficiarios.Y si esto parece exagerado, véase el ridículo tuit de la ministra de Economía de Scioli, Silvina Batakis.


Recuérdese: hay activos unos 18 millones de planes en la actualidad, que reciben más de 10 millones de argentinos. Una cantidad nada despreciable (de votos). Así gobierna el populismo: crea políticas públicas paternalistas y frágiles y luego mete miedo sobre esa debilidad institucional.
Entonces, ¿Scioli o Macri? En otras palabras: ¿darle más poder a la derecha gobernante o votar otra derecha? Esas son, para mí, las pobres alternativas que nuestra dirigencia política contemporánea ha sabido construir para presentarle a la sociedad. ¿El kirchnerismo, de derecha? Por supuesto. Esa cuña argumentativa es la afirmo desde el nacimiento de mi blog. Por eso, lo primero que les pregunto a los ridículos que azuzan que "se viene la derecha" (como si ya no gobernara) es: ¿con qué índice de pobreza se fue Menem en 1999 y con qué índice de pobreza se va CFK en 2015? Comparemos. Comparemos también en cuánto está la deuda pública, a pesar de los 190 mil millones de dólares que se jacta de haber gatillado la "pagadora serial". Lo demás es cháchara. Jamás responden (no hay respuesta en el caso de la pobreza, por cierto; porque el oficialismo hace dos años que escondió los pobres bajo la alfombra estadística). Otra pregunta, no tan "zurda", más desarrollista, podría ser: ¿qué importa la Argentina, y qué exporta? Qué rol ocupa en la división internacional del trabajo, en fin.


¿"Vuelven los 90"? ¿Se viene la ALIANZA?
Si "vuelven los 90", ¿Macri privatiza YPF con el apoyo de la Gobernadora de Santa Cruz, Alicia Kirchner, como el que le dio Néstor al Carlo?
Si gana Macri, los menemistas que entregaron YPF a Chevrón, la cordillera a la Barrick, la Patagonia a los chinos, la pampa húmeda a Monsanto y la soberanía jurídica a Irán, prometen "resistencia" frente al neoliberalismo. El chascarrillo pone en tela de juicio que los 90 hayan dejado de gobernar en esta "década ganada".
"Macri es la Alianza", repite y repite Scioli. ALIANZA: Conti, D'Elía, Alicia Castro, Chacho, Garré, Ibarra, Sabbatella, Filmus, Giorgi, Abal Medina (h), etc., etc. Todos funcionarios actuales del gobierno nacional y popular. Desde 1983 a la fecha, Argentina ha tenido liderazgos carismáticos. El único presidente "racional" o no carismático se terminó yendo en helicóptero. Eso es lo que está detrás también del recuerdo de la ALIANZA: la amenaza del desgobierno. No obstante, el escenario si gana Macri será muy otro: en principio, ya no estarán los Barones para punchear. No es un dato menor. Creo, en efecto, que aún no hemos dimensionado bien el valor histórico -y el poder- del voto del 25 de octubre. Por lo demás, hablando de la ALIANZA y del 2001, ¿quién da más De la Rúa: Macri o Scioli?

¿Scioli o Macri?
Me atrevo a sostener la siguiente hipótesis: si gana Macri y (1) termina el mandato y (2) no administra la cosa pública taaan desastrosamente (esto es: si no encara un suicida ajustazo sin anestesia), el sistema político argentino puede reconfigurarse hacia un levemente cambiante pero aceptable y estable bipartidismo. Esta constituye una posible consecuencia positiva -en términos de gobernabilidad y de juego político republicano- de una victoria del PRO: acabar con la dominancia del "partido predominante" argento: el peronismo. Gobierno y oposición.
Creo que el contexto histórico y político argentino está dado para ello. En efecto, Massa fue sutil en su conferencia de prensa pos elecciones y de cara al balotaje. Dijo sin decir. Massa apoya "el cambio" si el cambio se da con diálogo. Pretende ser un "opositor dialoguista". Apuntalar la gobernabilidad. Intentará ser a Macri algo así como lo que fue Cafiero para el débil Alfonsín de la vuelta de la democracia. Pero también Massa aportará la necesaria dosis de freno al oficialismo, si logra ubicarse, como pretende, como líder opositor. Ya casi lo es. Scioli carece de liderazgo y se extinguirá el mismo 22 de noviembre si pierde el balotaje. Cristina tiene liderazgo y ascendencia, pero sólo entre los suyos, el kirchnerismo duro, cada vez más esmirriado. Cristina también es abanderada de la derrota, junto con Scioli y Aníbal Fernández, que obtuvo menos votos aún que Herminio Iglesias en 1983. Demasiado desastrosa la performance de algunos peronistas como para ser cabeza de algo.
Y a esta división del peronismo se le suma el hecho de que una eventual victoria de Macri colorearía de amarillo el gobierno nacional, el porteño y el bonaerense: algo inaudito desde hace 18 años, lo que podría redundar en políticas consensuadas y muy beneficiosas para el AMBA, que las necesita con urgencia.
Néstor asumió en 2003 con la idea de ir contra los Barones del Conurbano. A poco de andar vio que no podía y se unió a ellos. Al final, a estos feudales o "minigobernadores" (es precisa la metáfora del Turco Asís) los terminó corriendo el voto popular. ¿Moraleja? No hay que menospreciar el poder del voto. Digo esto porque, no todos, no sé cuántos, pero estoy convencido de que habrá mucho "voto vergonzante" de los dos lados el 22 de noviembre: a derecha y derecha. El lunes posterior a la elección general me encontré con cuatro conocidos que hasta la semana anterior me decían: "Noooo. ¡A Macri? A Macri no lo votaría ni en pedo", y que ante la repregunta respondieron: "Y... ahí en el cuarto oscuro me jugué y tome la decisión. Ni yo lo tenía pensado. Pero me dije: 'basta de kirchnerismo'". Tengo para mí que fueron más de cuatro los que actuaron así. Por eso, no pudo anticiparse semejante resultado, en parte.
Mi pálpito, además, es que el voto en blanco + ausentismo (una forma tal vez menos culposa o traumática de afrontar el momento de decisión electoral) va a ser mayor en el balotaje que en la general, donde hubo 596.025 votos en blanco. ¿Cuántos de los 619.051 votos que obtuvo Stolbizer "ganarán" votando ahora blanco? Aníbal F no estará para transformar el voto horror en voto a Vidal/Macri. En las generales votó un 79% del padrón electoral: un 5% más que en las PASO. Pero ahora es a cara de perro: Macri o Scioli. Y ambos espantan a muchos.


El "mal menor"
"El concepto de mal menor es uno de los más relativos. Enfrentados a un peligro mayor que el que antes era mayor, hay siempre un mal que es todavía menor aunque sea mayor que el que antes era menor. Todo mal mayor se hace menor en relación con otro que es aún mayor, y así hasta el infinito. No se trata, pues, de otra cosa que de la forma que asume el proceso de adaptación a un movimiento regresivo, cuya evolución está dirigida por una fuerza eficiente, mientras que la fuerza antitética está resuelta a capitular progresivamente, a trechos cortos, y no de golpe, lo que contribuiría, por efecto psicológico condensado, a dar a luz a una fuerza contracorriente activa o, si ésta ya existe, a reforzarla".
El fragmento de texto que acabo de citar sobre el "mal menor" es del gran pensador marxista italiano Antonio Gramsci. No se me escapa este gran peligro latente que representa Macri. Soy consciente de que la sociedad argentina toda, empezando por la dirigencia política, oficialista y opositora, me lleva a optar por uno de estos dos... candidatos. Scioli o Macri representan cabalmente las "opciones" políticas que nos deja un gobierno que destruyó a la oposición y no supo formar sucesor. No quiso, en rigor: "la patria" para estos MM (mesiánicos y mezquinos) "empezó" en 2003 y termina cuando se van Ellos. Después: arreglate.
Los que me conocen saben que no soy de hacerme el oso. Votaré al "mal menor" para derrotar en las urnas al autoritarismo mesiánico de los K. Y mañana criticaré al Presidente que voté seguramente con más fundamento y sin duda con igual derecho que aquellos que votaron al otro o escaparon por la tangente incolora e indolora de la historia.
En esta particular encrucijada política argentina, tengo muy claro que opto por la derecha que tiene los huevos de asumirse como tal antes que por la derecha que se disfraza de izquierda o de progre para cazar giles, para decirlo en criollo. Esta última me resulta mucho más dañina. Al pasado reciente, y no tanto, me remito.
Nótese que en mi análisis no hay una sola línea sobre economía. Me concentro en la configuración que podría tomar el poder luego del 10 de diciembre. El papel y el poder que tendrán entonces el oficialismo y -quizá por primera vez en mucho tiempo- la oposición. Detrás de la persona, de Macri o de Scioli, lo que se observa es eso: la posibilidad de una disputa republicana, en un caso; o la continuidad de la democracia absoluta, en otro. En tal sentido es que sostengo que, si bien ambos candidatos orientados en el mismo costado del espectro ideológico, Macri y Scioli no son -no comportan- lo mismo. En efecto, Macri podría estar bailando en la foto que encabeza este post, pero también podría estar haciendo equilibrio (de poder).
Pero, ¿a quién le importa el poder si, como azuza el oficialismo por estos días, en una triste apelación al miedo como recurso de campaña, de "ganar Macri va a bajar los sueldos"? Importa: porque de hecho la posibilidad de sostener en el tiempo una política de ajuste -como la que de hecho gradual pero inexorable viene sosteniendo el kirchnerismo; no lo olvidemos- depende en gran medida de la capacidad de freno de la oposición, que como digo quedaría bastante diezmada de ganar Scioli. "Si le das más poder al poder, más duro te van a venir a coger", para decirlo con una canción popular de protesta.
"Solo el peronismo puede gobernar Argentina", reza una máxima... peronista. El ingenioso pueblo argentino ha decidido ponerla en suspenso o a prueba, echando con el voto a los Barones de Conurbano y al peronismo del gobierno provincial. En tal sentido, la elección del domingo 25/10 me confirmó una certeza profunda: NO SOMOS NI SEREMOS VENEZUELA.


Quizá suene demasiado optimista o cándido, pero creo que el pueblo argentino se cansó y se animó a decir BASTA a los gritos, a la soberbia, a la prepotencia y a la extorsión moral y económica. ¿Se animará a sostenerlo en el balotaje o podrá más el miedo? Como digo siempre aquí en mi blog: al pueblo le sobra pintura... No lo jodan.
Nada se habrá ganado (ni "ganado") si en el balotaje triunfa "el cambio". Será, apenas, un primer paso. Importante, mas solo un primer paso: una puerta que se abre hacia la posibilidad (he repetido mucho esta palabra en este texto, no casualmente) de recuperación del Congreso, y con él la chance -¡posibilidad!- de iniciar el camino de las políticas más duraderas en el largo plazo, que son las consensuadas; de la Justicia, del federalismo, de un sindicalismo honesto, de un Indec sano (los ojos del Estado), y demás. Será un volver a empezar.
Porque no es cierto que se necesita un Leviathan moderno, como creían Schmitt o el último Laclau, para lograr políticas públicas a favor del pueblo. El kirchnerismo -que no es para siempre- lo demostró en estos años en que tuvo la suma del poder público y ni siquiera puso en agenda algo elemental: una reforma tributaria progresiva. Y somos el país con más carga impositiva del planeta.

¿Del "mal menor" a la república?
Este "mal menor" que es para mí Macri abre, quizá a su pesar, pero ciertamente a partir de la configuración objetiva del reparto del poder que configuraría, un posible escenario republicano hace tiempo extraviado en el juego político argentino. El problema es  que no sólo los gobernantes (que se creen "buenos" y providenciales) sino tampoco los argentinos somos republicanos. Ni siquiera lo son los que creen ser republicanos y no saben de qué hablan: solo apoyan a otro líder "bueno". Es la visión instrumental del Estado, demodé, de creer que ocuparlo con "nosotros, los buenos" los problemas se van a solucionar per sé. No necesitamos que ganen "Nosotros, los buenos" (Donda dixit), ni los "honestos". Eso es mas mesianismo, más kirchnerismo. Necesitamos república: división de poderes y controles. Una república fuerte corrige sola errores o desviaciones corruptas.
El sociólogo Juan José Sebreli -y muchos perejiles a partir de él- dice que la opción es "populismo o democracia". FALSO. El populismo es la versión moderna de la vieja democracia griega. La opción es populismo o república. ¿Qué significa república? En primer lugar, un sentir y una convicción profunda: y es que los hombres son malos, por eso necesitan gobiernos; y que los poderosos son más malos aún, por eso necesitan control, como admirablemente sintetizó James Madison. Ésa es la base del republicanismo moderno. La fe -el sentir- del populismo, en cambio, es que el hombre es bueno. Y que el líder es el más bueno de todos. Así nos va. En fin. ¿Se entiende ahora por qué importa poco la honestidad de un político? Porque el republicano no cree en prohombres sino en LA LEY. El hombre sólo es libre siendo esclavo de la ley. Una ley justa y pareja para todos. No, por cierto, una ley que sólo rija "para los enemigos".



En síntesis, las dos opciones que compiten por la Presidencia no representan un modelo de país demasiado diferente. Pero Macri es, desde mi punto de vista, la única que ofrece en el horizonte político la posibilidad -otra vez "la posibilidad"- de desactivar esta democracia delegativa (O'Donnell) y tan peligrosamente clivajizada en que hemos vivido esta "década ganada", de que se retire el deseo de una democracia absoluta y de empezar a apuntalar una república y resolver los distintos intereses legítimos que se manifiestan y se expresan en las complejas sociedades contemporáneas a partir de las instituciones. Será responsabilidad de todos construir un alternativa superadora para 2019 pero, por ahora, "es lo que hay", como dicen en la calle.
En lo personal, desde el 10 de diciembre seré, como siempre, el primero en observar las decisiones políticas del nuevo Presidente y en cuestionar lo que considere cuestionable. Gane quien gane.
Sepa el pueblo votar.