22/3/12

Politizar las muertes de Once

Hoy se cumple un mes de la masacre de Once, el Cromagnón de los K, que se llevó las vidas de 51 "argentinos y argentinas", como le gusta decir a nuestra excelentísima señora presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
Y sí:
hay que politizar las muertes. Por eso hoy jueves 22 de marzo entre las 8:30 y las 8:32 de la mañana los familiares de las víctimas convocan a un "bocinazo nacional", donde sea que cada uno esté. Además, a las 20:00 habrá un acto en Once en el que los familiares leerán un documento. “Esperamos que nos acompañen los ciudadanos bajo la única bandera de pedido de justicia, sin las de los partidos políticos ni sindicatos ni organizaciones sociales”, dijo ayer por radio Paolo Menghini, papá de Lucas Menghini Rey, la tristemente famosa "víctima 51".
Pero si bien es atendible el pedido de no partidizar, sí hay que politizar las muertes. Inexorablemente. El pedido de "Justicia" es, en efecto, un pedido político. "Ni olvido ni perdón". "Juicio y castigo": viejas banderas, actualizadas en Once.
Por mi parte, desde este espacio propio que es mi blog, también quiero recordar los nombres de l@s 51 laburantes que se llevó puesto el "modelo nacional y popular de crecimiento con matriz diversificada e inclusión social", como se jacta la Presidenta de denominar -falsamente- a su "proyecto" de país.
De hecho, esa fue la vergonzosa e insultante explicación de lo ocurrido en Once que dio Cristina en el acto por el Bicentenario de la creación de la bandera nacional, el 27 de febrero pasado, en Rosario, a tan sólo cinco días del horror al señalar: "yo quiero recordarles a los que viajaban en los trenes en el 2003, a los que viajaban, porque la mayoría no viajaba porque no tenía adónde ir. Uno viaja cuando tiene que ir a trabajar; uno viaja cuando tiene que ir a estudiar; uno viaja cuando tiene que ir a comprar algo o a hacer un trámite. Cuando no hay trabajo, cuando no hay producción, cuando no hay estudio, no hay camión, no hay auto, no hay tren ni hay micro que te lleve a ninguna parte porque no hay lugar adónde ir". Politizada explicación.
Por las 194 muertes de República Cromagnón hubo -entre otros- un empresario condenado a prisión y un ciudadano elegido por los porteños y a cargo del Ejecutivo de la Ciudad destituído en juicio político.
Hasta hoy, el Gobierno nacional no le pidió la renuncia a ningún funcionario público por la masacre del Sarmiento en Once. Sólo se fue el secretario de Transporte por "estrictas razones de salud", y elogiando su gestión. L@s 51 asesinados, bien gracias.
"No politicen las muertes", cacarean los K y aun Ella, que hasta ayer vivía extrayendo empatía emocional -y política- de su luto cada vez que le ponían un micrófono enfrente. La respuesta a los que señalan esta sandez debe ser rotunda: sí: hay que politizar las muertes. Porque Once es un hecho político. Porque las 51 muertes -y los 703 heridos- de Once son muertes políticas. Y, fundamentalmente, porque lo contrario de "politizar" lleva a empuñar un arma y resolver problemas, diferencias o inquinas, disparando a la cabeza, sin palabras. O a quedarse en el sillón de la casa masticando internamente la bronca, el odio o la angustia, igualmente sin palabras.
Política es sinónimo de palabra. De tener "voz", como enseñó Aristóteles hace casi 2500 años. Politizar es hablar, tener palabra y expresarla. Eso es lo que define a un "ciudadano". No son, como desde hace años nos quiere hacer creer el antipolítico "relato" gobernante, las víctimas directas las únicas que tienen la "legitimidad de la palabra". Tod@s somos ciudadan@s, por elemental que parezca recordarlo. Y callando o hablando, siempre hacemos política. Siempre somos seres políticos (el zoon politikón aristotélico). Pero es "hablando" (con palabras o con una acción; vgr: ocupar la calle, o tocar bocina) como el hombre habitante de un espacio se vuelve ciudadano de ese espacio.
Y parece que tampoco está de más reiterar que la política, la palabra, el intercambio de puntos de vista, es la forma más civilizada que se da a sí misma una sociedad para procesar la inevitable diversidad de intereses que pugnan en su seno. Es lo que Maquiavelo llamaba "discordia" entre la "plebe" y el senado (o, lisa y llanamente, entre "facciones", en palabras de James Madison) e identificaba como motor de grandeza de una república. A quien le interese la cuestión, puede ver esa extensa y bella obra del florentino que constituyen los Discursos sobre la primera década de Tito Livio.
En Argentina, mientras desde el discurso se festeja una y otra vez "la vuelta de la política", de repente, ante lo de Once, la política oficial enmudeció. Y Once se "judicializó". Y el Estado trocó de "respondable" a "querellante". Hay que revertir esa operación del poder. Hay que "polítizar". Lamentablemente, es un tópico argentino que las sensibilidades del pueblo se despierten a partir de tragedias, de muertes. Y que a partir de ellas, también, se articulen demandas y luego, con suerte, políticas públicas.
Entonces, sí: hay que politizar las muertes de Once.
Y "politizar" implica, por ejemplo, poner sobre el tapete que la ausencia número 52 es, a la vez, la más y la menos importante. La menos importante porque no se trata de una persona (física). Pero en un punto debería ser la más importante, porque su ausencia fue la que se llevó las 51 vidas que hoy nos faltan a todos. Se trata, por cierto, del Estado nacional, conducido hace casi 10 años por este proyecto kirchnerista que se jacta de la "vuelta del Estado" y de la política, cuando en verdad seguimos viviendo bajo la arquitectura jurídica y política que tan meticulosamente se implementó en épocas de Domingo Cavallo y Carlos Menem, este último hoy alidado del Gobierno. La ausencia 52 se palpa en la falta de controles a los servicios públicos de toda índole, en el vaciamiento de empresas públicas, en la desinversión, en la infraestructura colapsada, en las pequeñas obras inauguradas y reinauguradas para que el coro de aplaudidores festeje las ocurrencias de Ella; ausencia de políticas de Estado (tarea: mencionar al menos una -que no sea el Mercosur- política consensuada con la oposición) y de visión de país a futuro (¿qué pasará después de 2015?). Y en cada uno de los mojones del "relato oficial" sobre el "modelo" que, finalmente, se terminó estrellando en Once.

La presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, es hoy única y eterna beneficiaria de todos los "logros" del "modelo" que se relatan desde el 25 de mayo de 2003 a la fecha. Sin embargo, frente a lo ocurrido en Once, Ella miró y mira para otro lado, faltándole el respeto no sólo a los 51 muertos y a los 703 heridos sino a todos los ciudadanos del pueblo argentino.
"Todavía no se comunicó con nosotros, pero aún puede hacerlo. Está a tiempo", dijo por TV días atrás la madre de Lucas Meneghini Rey. Hasta aquí, la estrategia de CFK fue hacer la del "avestruz": esconder la cabeza e intentar empardar -politizar- su dolor por la muerte de Él con el colectivo dolor popular por lo de Once, como si una muerte natural pudiera -y acaso debiera- compararse con un hecho social y político ocurrido por años de olvido y desinversión por parte del Estado nacional, siempre ausente: o "selectivamente presente", como diría el sociólogo francés Loïc Wacquant.
Sí: hay que politizar las muertes de Once. No volvamos a asesinar a los que ya no están con el silencio.
De ese modo, a un mes de la masacre de Once, consignas que han sido estandarte de los organismos de derechos humanos -hoy llamativamente ausentes ante esta tragedia-, y que le ha sido tan útil por años al kirchnerismo, se vuelven, impensablemente, contra ellos:
L@s 51 muertos y l@s 703 heridos están PRESENTES Y NO DEBEMOS OLVIDARLOS.
A los responsables políticos y penales de la masacre de Once: JUICIO Y CASTIGO.
Eso expresará el "bocinazo nacional" de hoy a las 8:30, y eso exigirán los familiares de las víctimas y el pueblo todo a las 20:00 en el acto de Once.


(Imágenes: diario Clarín. Hacer click en ellas para agrandarlas)

14/3/12

Salustriana y las "preguntas molestas" (diálogo con un kirchnerista)

"Si los hombres fueran ángeles, no sería necesario ningún gobierno.
Si los ángeles gobernaran a los hombres,
no sería necesario ningún control externo ni interno sobre el gobierno".
James Madison, en El Federalista

Ayer tuve una discusión con un kirchnerista que criticaba, como no podía ser de otra manera, a la prensa. Interesante. El militante me decía: "Si el periodismo es el cuarto poder, al periodismo también hay que controlarlo". Y agregó las consabidas amalgamas K entre periodismo y corporaciones y poder económico, pasando por alto alevosamente que esta tríada se alimenta y reproduce desde el centro mismo del poder (K), sólo que con otras corporaciones y otras facciones del poder económico, dizque "nacional y popular". Al respecto, como siempre digo: releer Poulantzas.
En principio, es viejo ya el debate sobre si "colegio de periodistas" sí o "colegio de periodistas" no. ¿Quién colegia? ¿Quién levanta el dedito señalador? Pero, por viejo y saldado entre los periodistas (un rotundo "NO" a la colegiación), no le di la oportunidad de reabrir la cuestión. Sólo le señalé que se trata de controles distintos. El de la prensa al poder político (y el económico también, por cierto) se trata de un control republicano (accountability, dirían O'Donnell, Dahl y muchos otros) que ninguna filosofía política que se considere tal puede ni debe pasar por alto, a riesgo de abandonar, precisamente, ese milenario pensamiento republicano para caer en un burdo poder autoritario justificador del gobierno de turno. Sin más.
Y sin más, también: No existe república allí donde un ciudadano no puede expresar su opinión, su sentir sobre cualquier tema como miembro de la comunidad política.
Mi interlocutor kirchnerista se agarró de esto para señalar su modelo de intercambio de ideas en la sociedad moderna: "Que sean los ciudadanos, entonces, los que critiquen. Que sean sus propios periodistas, y que, si están disconformes con Cristina, que voten a otro en 2015".
Por supuesto que no dejé pasar la concepción acotada de democracia, limitada a los 5 minutos cada cuatro años en que uno entra al cuarto oscuro para elegir a quien desea que ocupe, por el mismo período, el sillón de Rivadavia.
Y agregué: "Yo quiero periodistas que hagan preguntas molestas al gobierno. Eso quiero".
Y no dejé de señalarle que existen dos tipos de controles al "cuarto poder", como él lo llamó correctamente. Uno es el del ciudadano, que deja de comprar el diario, escuchar al periodista radial, o cambia de canal si cree que el periodista o medio le está mintiendo. Y otro, por cierto, es la Justicia. Para nuestra Constitución Nacional no existe la censura previa, sino las responsabilidades ulteriores. Y la prensa, aunque protegida con especial interés dado el delicado derecho de que se trata, consustancial a una democracia -la libertad de expresión-, también los tiene, y cuando ejerce ese derecho con mendacidad, imprudencia o "malicia", es severamente condenado.

Y terminé señalándole a mi amigo K que ni siquiera en su esquema es respetada la libertad de debatir, de disentir y de hacer preguntas molestas. Eso es lo que le enrostró por televisión a la Presidenta de la Nación hace una semana doña Salustriana, la humilde habitante de la Puna jujeña. Una "ciudadana de a pie", como se refirió Cristina a los humildes en su discurso inaugural de sesiones ordinarias el 1ro de marzo en el Congreso de la Nación. Un miembro de un pueblo originario, una vez más, como ayer nomás los qom, ignominiosamente expulsados de la 9 de Julio por La Cámpora.
Con el sencillo y lapidario "A nosotros nos hacen falta otras cosas más buenas que el subte", Salustriana fue "periodista" por un rato. Y fue además -qué duda cabe- "la implacable voz del pueblo", como Cristina definió a principios de febrero a las palabras pro mineras de "Antonio" (Armando César Domínguez), el líder sindical, vice del PJ de Olavarría y ya popularmente inmortalizado como "el obrero de Cristina".
Pero esta vez la puesta en escena no salió como el poder lo esperaba. Y el vergonzoso deslinde de responsabilidad que significó el "Nooooo, qué voy a ser buena, yo. Soy una más" con que Cristina respondió a Salustriana, luego de intentar usarla metiéndola en su discusión con Macri por el Subte y encontrarse como respuesta una "pregunta molesta" (expresada en forma asertiva), como la que haría cualquier periodista que dignifique su trabajo cotidiano, la Presidenta de la Nación hasta el 2015, Cristina Fernández de Kirchner, confirma una vez más su concepción religiosa, antipolítica, del poder: al líder sólo se lo adula y se le rinde pleitesía; jamás se lo cuestiona, y menos en público.
La "Infalibilidad Papal" del Medioevo, un poroto.

4/3/12

El neoliberalismo mata

"El neoliberalismo
ni siquiera es eufemismo
sino que es, directamente,
el más práctico sinónimo
que hay de la muerte.
Y quien lo cuente como método de vida
puede que ande por Florida
pero no por Argentina o Uruguay".

Sí. El neoliberalismo mata.
La última constatación de esta afirmación la vivimos el miércoles 22 de febrero pasado en la estación Once del tren Sarmiento, que se llevó 51 vidas y dejó 703 heridos; esos que nuestra Presidenta de la Nación, CFK, ninguneó a lo largo de todo su extensísimo discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, el jueves 1° de marzo.
Me parece que este tema del gran Leo Maslíah -el Frank Zappa sudamericano- es el mejor editorial que puede hacerse sobre la cuestión. Con ustedes,
El neoliberalismo:



El neoliberalismo se postula a sí mismo
como un método imperfecto de vivir, pero con una salvedad:
que a pesar de sus defectos, y con todos sus problemas,
es el único sistema que puede hacer funcionar la sociedad.

Por favor que conste en actas que hay dos cosas inexactas
en esa nueva teoría; dos mentiras hay en esa afirmación.
Una es, su señoría, que la sociedad funcione.
Y la otra, usted perdone si al decirlo se me pianta un pokemón...
pero el neoliberalismo ni siquiera es eufemismo
sino que es directamente el más práctico sinónimo que hay de la muerte.
Y quien lo cuente como método de vida
puede que ande por Florida pero no por Argentina o Uruguay.

El neoliberalismo, desde su mismo bautismo,
o en el útero prestado del capitalismo que lo reparió,
ya venía vacunado contra el "hombre no rentable"
que si no era tan amable de morirse solo, él siempre lo ayudó.

El neoliberalato tiene cuerda para rato
y con ella anuda el moño del regalo de la globalización:
nuevo y último retoño de la Trinidad profana
que en relevo de la otra y más de mil te afanan, matan y establecen su ritual de adoración
con un nuevo calendario que, en vez de los santos,
tiene las fechas de vencimiento estipuladas en la carta de intención,
que no explican la intención de lo que dicen, porque,
al igual que los del otro, son oscuros
los designios del nuevo Señor.

Este culto que se expande, como un gigantesco glande,
en lugar de fecundar, esteriliza todo lo que alrededor
le sostenga la importancia a algo que no de ganancia.
Y hasta los más afectados por las consecuencias de la enfermedad
se acostumbran a luchar por el triunfo de los que triunfan sobre ellos, convirtiéndolos en terminales de un sistema que es el que se expresa cuando hablan, convencidos de tener ideas propias, si las tienen, porque alguien se las vendió.

El neoliberalismo se libera a sí mismo
de las trabas que les ponen los Estados que una vez se estatuyó
y en las nuevas condiciones se estatuyen estatismos no estatales,
son quietismos como el de la estatua de la Libertad.

El neoliberalismo se contempla a sí mismo
como aquel de la leyenda que se ahogó en el agua que lo reflejó.
Pero hay una componenda, la "división del trabajo"
da que no se hunda el majo sino otro que ni figuró.

De este modo se expresaba un fiscal que presentaba
en un juzgado los cargos contra la patota neoliberal.
Pero el juez que estaba a cargo dio todo por anulado;
dijo que estaba implicado en el caso este mismo señor fiscal
porque acababa el Estado de quedar privatizado
y él solo era otro cesante, y si algo tenía para reclamar,
que llamara en adelante, y en un tono más paciente,
al servicio de atención al cliente
bien dispuesto a aguardar en línea
hasta que la primera ave de rapiña,
disponible con suerte, lo fuera a escuchar.

(Tema que da inicio a la placa Textualmente 3, de 2004)

3/3/12

Carta de una maestra a la Presidenta de la Nación, CFK

Bueno, Señora Presidenta, usted que todo lo sabe y todo lo puede, la invito a inscribirse a reemplazos en la escuela pública. Su título de abogada la habilita para dar cátedra en distintas materias en las escuelas secundarias en la provincia de Santa Fe.
Renuncie, como lo hizo Manuel Belgrano, a todos los lujos, y dedíquese a dar clase.
Súbase a un colectivo repleto en las horas pico; trasládese de una escuela a otra; estudie, planifique clases, corrija; trabaje en aulas superpobladas con cuarenta alumnos, haga el esfuerzo por impartir conocimientos a chicos a los que el sistema capitalista que usted defiende a capa y espada, les negó todo durante su primera infancia.
Atienda a chicos con problemas de adicciones, inténtelos hacer recuperar el principio de realidad; busque instituciones de la salud pública adonde se pueda atender a su problemática; y no se olvide de cumplir con el programa establecido por el Ministerio de Educación.
Si no quiere trasladarse tanto, venga a trabajar a las escuelas primarias; y, de vuelta, estudie, planifique, corrija, prepare regalitos, haga láminas, prepare tareas y actividades especiales para los chicos con dificultades de aprendizaje, elabore informes de esos alumnos demandando al Ministerio de Educación que les brinde atención a través de profesionales; vuelva a hacerlos porque los papeles se perdieron en los laberintos burocráticos.
Si el niño consigue turno en el hospital o la sala para atenderse con una psicóloga, una fonoaudióloga o un neurólogo, acuerde entrevistas fuera del horario de clase.
Con el sueldo de $3200 páguese cursos, cómprese libros, saque fotocopias para sus alumnos; saque de su bolsillo para pagar los gastos de teléfono de la escuela porque el Ministerio de Educación no paga las llamadas a celulares que hacemos a los padres de nuestros alumnos desde la escuela; haga “vaquitas” para comprarle zapatillas al niño que no puede asistir a la escuela; realice visitas domiciliarias para buscar a los chicos que no asisten a clase.
Cuénteme cuántas horas trabaja y después charlamos.
Trabaje desde febrero hasta diciembre, como lo hacemos nosotros y después diga que tenemos tres meses de vacaciones.
Claudia Abraham, docente rosarina (*)
(*) Escrita a raíz del larguísimo discurso presidencial de inauguración de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, pronunciado por CFK el 1° de marzo de 2012.