6/11/10

Incapacidades estatales, concentración, (re)distribución y estadísticas públicas mentirosas


Último post sobre el seminario sobre “la Cuestion Social en Argentina” al que asistí. Aquí presentaré las exposiciones del sociólogo especialista en políticas públicas Aldo Isuani (también presidente del partido GEN de la Ciudad de Buenos Aires), y la del economista Javier Lindenboim, especialista en temas de empleo, distribución del ingreso y director del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (CEPED) de Económicas de la UBA.

Incapacidades estatales

Aldo Isuani abandonó la mirada dura, numérica, y se dedicó más bien a definir grandes esquemas conceptuales. Planteó a grandes rasgos el cambio del perfil productivo y del mercado de trabajo (y de la conceptualización del trabajo en el mundo moderno). Y señaló que “sólo dos de cada diez argentinos producen todos bienes materiales (industriales y agrícolas)”.

Luego marcó la necesidad de rediseñar estrategias de transferencia económicas hacia desempleados, que hoy es escasa. ¿Quién hace esto? El Estado, claro. Por eso, es imprescindible repensar sus capacidades.

Se dice que en Argentina tenemos un proceso de recuperación del Estado. Lo cual no es cierto. Seguimos teniendo un Estado incapaz. Fundamentalmente, Isuani llamó la atención sobre tres “incapacidades”, sobre tres materias en las que hay que capacitar al Estado.

Primero: las incapacidades técnicas. Por ejemplo: el Estado cobra impuestos y transfiere a sectores pasivos -vía AFIP - ANSES- de un modo aceptable. Pero esto no es así en otras áreas, como delitos complejos, medicamentos, o la cuestión no menor del caos del tránsito, que deja unos 600 muertos por año en el país, abusos de las empresas frente a los consumidores; elementos todos, que demuestran que la presencia del Estado es muy defectuosa. Y los controles, nulos.

Segundo: la “incapacidad sincrónica”. Incapacidad del Estado para seguir y adaptarse a los rápidos cambios de la sociedad contemporánea (tipos de familia, desempleo en la juventud, precarización del trabajo, etc). Isuani es contundente: El Estado sigue estructurado como hace 30 años. Y por eso sigue asignando 8 puntos del producto a la política previsional pero casi nada a políticas para los sectores juveniles.

Entonces, el desafío es atender a las problemáticas que han venido para quedarse. Las provincias más pobres siguen afuera del reparto. La moratoria previsional es pan para hoy y hambre para mañana. Existen unos 500.000 ancianos pobres que no tienen hoy jubilación ni pensión. Pero hay 700.000 que tienen doble beneficio. El Estado debe tomar nota y adaptarse.

Tercero: la incapacidad política. El Estado no es un actor: es un “escenario” donde participa la sociedad civil. Por tanto, que el Estado se adapte dependerá de las fuerzas políticas que ocupen ese Estado.

Y esto hay que plantearlo hoy. Hay que empezar a mirarlo hoy. Porque en dos años no se logra la burocracia que necesitamos.

Este es el gran desafío, y hay que empezar a afrontarlo, concluyó Isuani. No podemos perder tiempo.

Concentración económica y poca redistribución

Javier Lindenboim empezó su charla haciendo énfasis en la diferenciación conceptual entre “distribución” y “redistribución” de bienes. La primera es lo ocurre naturalmente en el mercado con lo que se “produce”: la forma en que se produce define la forma de la apropiación. Esto es insatisfactorio socialmente. Y aquí es cuando debe intervenir la “redistribución”. Ésta corre por cuenta, claro está, de un agente externo al mercado: el Estado. Por ello se vuelve más necesario hallar mecanismos mecanismos redistributivos cuanto peor sea la distribución. Toda estrategia redistributiva debe mirar la economía completa, empezando por la producción.

Luego, el economista señaló que la capacidad de compra del salario medio no es igual a la cantidad de distribución de la torta total de ganancia. Según sus cálculos -que fue mostrando en diversas láminas de un ppt-, la productividad de los trabajadores crece como tendencia año a año desde 1947. Pero su participación en las ganancias, no. Estamos muy por debajo del mundo. Y visto por subperíodos, hasta 1976 crecían ambos indicadores (siempre a favor de la productividad, claro). Luego, solo crece la productividad, mientras que el salario cae.

Lindenboim también mostró con números que de 2003 a 2006 la ocupación creció, pero que ese efecto ya desapareció.

A futuro, la asignaturas pendientes que nota el economista son:

* Frenar la concentración económica

* Reformar la estructura (regresiva) de recaudación fiscal

* Frenar el caudal de transferencias del Trabajo al Capital

Lindenboim desmintió con datos algo que forma parte del sentido común gobernante de nuestro tiempo: que la concentración económica nunca disminuyó en el ciclo actual. Al contrario: se incrementó.

Y remató con un clásico del mundo académico serio: la necesidad de devolverle la credibilidad a las estadísticas públicas. Y cerró con el ejemplo de las variaciones acumuladas del Índice de Precios del Consumidor de 2006 a 2010. Mientras que para el IPC del Indec es del 30%, otras provincias que siguen otras metodologías, como San Luis, Córdoba, Mendoza o Santa Fe, la cifra se triplica. En consecuencia, el comportamiento del salario varía, como se sabe, según se tome en cuenta uno u otro índice. Y esto hace que varíe, también, la masa de participación de los asalariados en el total de la producción de bienes y la necesidad, o intensidad, de intervención del Estado para lograr una más justa redistribución.

Che, Jerry, ¡gracias!

El ajedréz es uno de mis juegos favoritos, además de los juegos sexuales, claro.

Capablanca, Fischer o Kaspárov se encuentran entre mis "héroes", al lado del Loco Bielsa, de Coltrane, de Davis, de Charlie Parker, de Joe Pass, de Ornette, de Zorn, de Zappa, de Maslíah, de James Joyce, de Cortázar, de Di Benedetto, de Kafka, de Borges, de Fontanarrosa, de Filloy, de Arlt, de Melville, de Poe, de Toole, de Maquiavelo, de Bataille, y de tantos otros...

Jugadores. Soberanos. Lúdicos de la abstracción.

Les dejo un hermoso y archiconocido fragmento del poema "Ajedréz", de Jorge Luis Borges, para que lean con la música de Jerry García, homenajeando a otro gran amante del juego, el Che. Y no dejen de ver las hermosas imágenes alusivas del video.


Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?



5/11/10

Política criolla

Para muestras, basta un botón.

El hecho pasó hace semanas ya (en "A dos voces"), pero su significado es bastante representativo de lo que es la política argentina en la actualidad. El diputado k Dante Gullo ninguneó al opositor de la Coalición Cívica Fernando Iglesias, al decirles al Gato Sylvetre y a Bonelli:

"Si vamos a hablar de Fibertel, de Papel Prensa y de la Ley de Medios, hablemos nosotros. Yo no discuto con el p...(payaso), sino con el dueño del circo".

Aplicando una elemental "dialéctica del reconocimiento" hegeliana, Gullo, fiel exponente K, objetualizaba al oponente, lo cosificaba ante sí (y se cosificaba él, claro), al pretender tratarlo de siervo de "Mag-netto" (sic). Galantemente, Iglesias... se comió los mocos. Es decir, aceptó ser una cosa (tal vez, quizá lo sea).

Hay momentos únicos, raros, en que una puteada es inexcusablemente cosa de caballeros. En la ocasión descrita, Iglesias se perdió uno de esos bellos momentos.

Esta escena sintetiza la forma de hacer política del Kirchnerismo. Y sintetiza, también, la forma de hacer política de la oposición que supimos conseguir.

Los “NN” de la democracia


Otra interesante charla en el seminario sobre “la Cuestion Social en Argentina” en el que participé fue la del Jorge Álvarez, concejal radical por San Isidro. Álvarez habló de los “NN” de la democracia: los indocumentados: aquellos que ven vulnerado el tan básico derecho humano a la identidad.

La cifra es impactante: en todo el territorio nacional hay más de 500.000 personas indocumentadas: sin partida de nacimiento ni D.N.I. Antes, señaló el concejal, esto era un problema exclusivamente rural, pero hace tiempo que se “urbanizó”.

¿Por qué existen los “NN”? Se trata del “rostro vivo de la pobreza”, con su cara más cruel, reflejo de la exclusión. Así como uno solo tramita el pasaporte, en general, cuando viaja, los sectores marginados que sufren esta problemática solo inscriben a sus hijos cuando necesitan un plan social.

La de los “NN” es una cuestión de prioridades, y también incluye un fuerte componente cultural. Así se va generando una escalada. Éste es el cuadro institucional: ley N° 26.061 (reglamentada por el decreto 415/2006) establece en su artículo 13 la gratuidad del otorgamiento del primer DNI a todos los niños. No obstante, el problema no es económico. El decreto 90/2009, además, especifica que los niños de hasta 12 años de edad se pueden inscribir con dos testigos que acrediten que la persona es quien dice ser, que el nombre se corresponda con la masa corporal presente. Los mayores de 12 años, por su parte, deben iniciar un “juicio de inscripción”, bastante engorroso, teniendo en cuenta la vulnerabilidad del sector social al que nos referimos. Este trámite consta de tres pasos. Aquí es cuando empiezan los problemas, ante la invisibilidad de estos actores.

Por un lado, los interminables juicios exigen demasiado compromiso presencial y de cumplimiento de requisitos de las personas. Así, estos juicios se terminan archivando. Y aún en el caso de que el funcionario llegue a la villa, logre sortear “fronteras”, temores y romper los códigos de la villa, al recibir el mayor de edad la “intimación” a presentarse en la Justicia (caso contrario, se dará paso a la acción de la “Policía” para cumplir la requisitoria), ¿qué es lo que sucede? El miedo. Y el vecino o vecina que “asesora”, terminante: “Don, no se presente, porque va a terminar en cana”.

Álvarez bregó por la necesidad de un proceso único para que el indocumentado sea anotado al instante, sin necesidad de mayores trámites y otras presencias, utilizando como constatación, aunque parezca elemental, el sistema de huellas dactilares.

“Hace falta la acción legislativa y, no menos importante, militar. Que haya voluntarios, que se involucren y se solidaricen con las problemáticas sociales, y que se involucre la política con este sector que, de tan vulnerable, es invisible”.

Los NN de la democracia nos están esperando. En cada provincia, en cada municipio: en cada villa miseria del país.

Moratoria previsional y participación en las ganancias: dos ejemplos de políticas públicas mal diseñadas

Hoy estuve en un seminario sobre “la Cuestion Social en Argentina”, en la que participaron tres estudiosos de la problemática: el sociólogo especialista en políticas públicas Aldo Isuani (también presidente del partido GEN de la Ciudad de Buenos Aires), el experto en temas laborales Ernesto Kritz, director de SEL Consultores, y el economista Javier Lindenboim, especialista en temas de empleo, distribución del ingreso y director del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (CEPED) con sede en el Instituto de Investigaciones Económicas de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA.

En próximos post reseñaré las ponencias de Isuani y de Lindenboim. Hoy me detendré en la contundente exposición de Kritz.

El sociólogo abordó dos problemáticas. En primera instancia, la “moratoria previsional” encarada por el fallecido ex presidente Néstor Kirchner durante su gobierno. Y, luego, el reciente proyecto del diputado moyanista Héctor Recalde sobre participación de los asalariados en las ganancias de las empresas.

Sobre la moratoria, Kritz empezó recordando que hasta 2006 los beneficiarios del sistema previsional eran unas tres millones de personas. A partir de ese año, se han incorporado unas dos millones más.

Ahora, ¿cómo se distribuyen socialmente los beneficios, según nivel de ingreso de la familia? Kritz enfatizó en el hecho de que mientras el 50 por ciento de los que lo reciben pertenecen a sectores de clase media, solo menos del 30 por ciento va a los sectores de menores ingresos. “Una política progresista, pero relativizada”.

Ahora, solo uno de cada cinco jubilados argentinos vive en un hogar pobre. La pregunta es: ¿dónde están las personas en edad de jubilarse? La mayoría de los ancianos está en hogares de sectores medios. Y los que diseñaron esta política no vieron eso. Algo que sí fue observado, hay que decirlo, con la Asignación Universal por Hijo (AUH), que efectivamente llega a los hijos de familias más pobres.

La masa de haberes jubilatorios está en el orden de los 100.000 millones de pesos. Antes de la moratoria, a los jubilados pobres les correspondía un 10 por ciento del total. Hoy, un 12 por ciento. Es decir, solo ganaron un dos por ciento más. Mientras que los sectores medios ganaron un cuatro por ciento.

El proyecto de presupuesto nacional para 2011 asciende a unos 370.000 millones de pesos, aproximadamente. De esa masa, al sistema previsional va el 10 por ciento: unos 37.000 millones de pesos. De esos 37.000, a los sectores pobres les toca un tercio (unos 11.000 millones), y a los más altos, otro tercio (12.000 millones).

Lo que revela todo este cuadro es una clara inconsistencia entre el objetivo de la política (equidad distributiva) y el resultado.

La otra política analizada por Kritz el el proyecto de ley de participación de los asalariados en las ganancias de las empresas, garantizada por el artículo 14 Bis de nuestra Constitución Nacional; proyecto provisoriamente suspendido por un acuerdo – “tregua” entre la CGT y la UIA tras la muerte de Kirchner.

El experto partió del porcentaje del empleo en negro: cerca del 40 por ciento de la población económicamente activa (PEA). Por tanto, hoy esa medida no afectaría a todos los asalariados. Pero, ¿a cuántos llegaría? Para Kritz, alcanzaría a cerca de cinco millones de personas: uno de cada tres ocupados: los asalariados privados en blanco (pues ni siquiera está diseñado -hasta hoy- para los empleados públicos). Es decir: menos de la mitad de los asalariados. Con lo cual, la ecuación es: “más pobre, y mayor trabajo en negro, menos recibe”.

Ahora, si profundizamos: ¿cómo llega a los trabajadores en blanco? Según los cálculos que el sociólogo mostró en la pantalla grande en un power point, siete de cada diez asalariados privados están en la mitad superior de la escala distributiva. Estos asalariados son los que mayormente se beneficiarían, según cómo está planteada hoy la medida. Traducción: cero equidad distributiva. Un asalariado petrolero va a recibir 37 veces más que un trabajador de la salud o del área educativa.

Así planteadas las cosas, la diferencia entre los que más ganan y los que menos ganan, sencillamente, aumentaría.

La conclusión de Kritz es rotunda: si no hay consistencia entre los objetivos y el diseño y metodología de alcance, una política progresista puede terminar arrojando resultados conservadores.

4/11/10

Falsa dicotomía

‎-Ahora me convencí: si The Wall Street Journal está preocupado, entonces algo bien están haciendo estos -me dijo un día un @amigo, inteligente, crítico y desconfiado.

No lo esperaba de él. Me tomó por sorpresa. Atiné a responder:

-Mmmmmm. Los capitalistas son miedosos por naturaleza. No te engañes: ése es el discurso K: "Algo bien estamos haciendo, mirá cómo se ponen"...

-Es cierto, es una falsa dicotomía.

El Estado K y el modelo sojero, o el lobo cuidando a las ovejas


Hace un tiempo me reenviaron esta nota publicada por el matutino oficial Página/12, diciendomé: "Leéla, está buena".

La nota de marras forma parte de un interesante intercambio de cartas abiertas que tuvieron el escritor Mempo Giardinelli y el empresario sojero Gustavo Grobocopatel (“el rey de la soja”) en cuanto al modelo sojero y a la “responsabilidad empresarial”.
Grosso modo, el escritor dice: "che, loco, Grobo -somos los dos del interior-, no quieras ganar tanta plata destruyendo la naturaleza y llenando de cáncer a la gente o dejándola sin trabajo. Pará un poquito con tu avaricia".

En esta oportunidad no quiero adentrarme en las respuestas del sojero. Muy interesantes e inteligentes, por cierto.

Leí la nota porque quiero y respeto a la persona que me la recomendó. Porque, si no, no hubiera leído otra nota del Mempo Giardinelli. Porque hace tiempo que ya no leo al Mempo.

Y quiero hablar en primera persona. Quiero hablarle al Mempo. Es así: Ya no te leo, Mempo. Aunque seas un "intelectual". ¿Te acordás, Mempo, cuando en los noventa pedías la vuelta del Estado?¿Te acordás, Mempo, cuando en los noventa pedías intervención y control del Estado? Se te olvidó el Estado, Mempo, en tu carta. ¿No era que el Estado había vuelto, Mempo? ¿Y los controles? ¿No era que se había terminado el neoliberalismo? Mempo, Mempo...

¿Cómo era la frase de Lenin? "El capitalista te vende hasta la soga con la que lo vas a ahorcar". El amigo Mempo ahora le pide al capitalista que no quiera maximizar taaaanto la ganancia, que no sea taaaan capitalista...

¡Eso mismo! ¿Corresponde al capitalista individual -por más que sea el más poderoso en el rubro (soja)- diseñar e implantar una agroindustria sustentable? Inconcebible. ¡Se lo comen crudo los demás!
La "carta abierta" del Mempo es voluntarista, efectista y, en fin, ridícula.

Luego escuché por radio a la socióloga experta en temas rurales Norma Giarraca, debatiendo en el programa de Victor Hugo Morales con el presidente de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID), Gaston Fernández Palma. Precisamente lo expuesto arriba fue el mayor argumento del "médico sojero": "Yo hablo técnicamente, no me endilgue a mí la política (o falta de política) agropecuaria que es materia del Estado".

Tanto y tan obscenamente se escudó el Sr. Soja en la neutralidad científico-técnica, que hasta ViKtor Hugo se dio cuenta y le preguntó: "Pero entonces lo que acá hay es una gran ausencia del Estaaaaado...". Así es -¡querido!-, incluyendo los últimos siete años de "vuelta del Estado", de "Estado presente". O sea...

Siete años de gobierno y una política agropecuaria cuasi nula, que concibe al "campo" como una entelequia monocorde, sin diferenciar entre grandes terratenientes, "chacareros", pequeños productores en distintas áreas: todos son, simplemente, "oligarcas". Otra vez, el clivaje político peronismo - antiperonismo (ver mi post "El clivaje político, ¿la peor herencia K?") o, lo que es lo mismo: pueblo (peronismo) - antipueblo (oligarquía), como si esa oligarquía de mediados de siglo XX siguiera existiendo. Falso. Muchos pequeños y medianos productores ("oligarcas", para el kirchnerismo) se enfrentan desde hace tiempo al peligro de extinción, justamente por la ausencia de políticas e incentivos que diversifiquen la producción. Manda la reina soja. Y los pooles sojeros, claro, que son los que fijan la (falta de) política agropecuaria. Y las retenciones (impuesto no coparticipable). Pero los pequeños productores desaparecen. Y, claro, los precios suben. De todos modos, obsérvese el detalle: mientras el Estado cacarea al unísono contra la "oligarquía", otra ventanilla del mismo Estado hace negocios con la extracción minera, que no tiene retenciones, y casi no deja regalías. Es, con todo, la otra forma de destruir el medioambiente. Lindo combo: destrucción de la montaña e intoxicación con cianuro, y destrucción del suelo fértil e intoxicación con glifosato. Todo sea por el "yuyito", y los "verdes" que trae el "viento de cola".

En los noventa, la minería todavía no era tan intensa, el petróleo estaba todavía en manos del Estado, y por eso el rubro privado que generaba más ganancia era servicios, recién privatizados. Pero, en uno u otro caso, siempre encontramos al Estado nacional (quiéraselo presente o ausente) erigiendo cuidadosamente una arquitectura legal para correrse del centro de la escena y dejar al lobo solito, de noche, en el gallinero.

Porque, en definitiva, lo que expresaba con tosca soberbia ante Víktor Hugo el "médico sojero" de AAPRESID era eso: ¿cómo le van a pedir al lobo que cuide a las ovejas?

¿Cómo le vas a pedir al lobo que cuide a las ovejas, Mempo?

3/11/10

Religión y política (Fontanarrosesca)

Intercambio vía Twitter con mis amigos de esta red social @marianomm y @lisandropuzzolo:

@1nuncasabe: Ahora me vendría bien el Negro Fontanarrosa. ¿Comparten conmigo que "sorete" es, tal vez, el peor insulto que se puede proferir? Más q hdp o cualquier otro. ¿Será? ¿Por qué?

@VeroCosentino: es por el temita de "r" creo solete no sonaría tan agresivo creo... // Toda la palabra tiene "algo" para mí

@1nuncasabe: creo q el efecto de la palabra "sorete" está en la última "e": da idea de la latigazo seco, conciso, cerrado y tajante: irrefutable.

@marianomm: Cierto: la palabra tiene látigo: soré-te, donde "te" te pega con el revés de la mano en la mejilla

@lisandropuzzolo: Si leen mis últimos tuits, verán q hago campaña x la palabra "sorete". Soretes está bien

El tema que había dado origen a esta disquisición lingüística era la intolerante posición de la Iglesia ante el “matrimonio igualitario”. Creo que el diálogo empezó con este tuit de un servidor:

Yo creo en la preocupación sincera de la iglesia x los niños. X eso ayudaban a ubicar en "buenas familias" a hijos de desaparecidos, ¿no?

Hackathon: nota sobre TICs y calidad institucional


Posteo aquí mi nota para la revista RedUSERS sobre el Primer "Hackathon de datos públicos y gobierno abierno" en Argentina, realizado en la Universidad de San Andrés a principios de octubre por el grupo GarageLab.

Lo que dejó el 1er “hackathon” de datos públicos y gobierno abierto

Programadores y cientistas sociales se reunieron en un evento para compartir y crear aplicaciones que ayuden a mejorar la calidad institucional y transparentar y publicitar el gasto público y la gestión en los distintos niveles de gobierno: aquí te contamos una experiencia inédita en el país.

La escena es de película. Un grupo de jóvenes vestidos informalmente llega con sus mochilas a un “laboratorio informático” universitario y comienza a desmontar las computadoras de la sala. Despejan las mesas e instalan sus potentes notebooks, de todos los colores y tamaños. Son programadores, personajes raros que responden, de lejos, al estereotipo del héroe nerd norteamericano que todo lo soluciona con su teclado. ¿El motivo? Participar del primer “Hackathon de datos públicos y Gobierno Abierto” en Argentina, organizado por el grupo GarageLab.

Alrededor de 20 programadores y una decena de cientistas sociales -politólogos, sociólogos y abogados- se reunieron en el campus de la Universidad de San Andrés (UdeSA) -que auspició el evento- en Victoria (provincia de Buenos Aires), durante los primeros dos días de octubre pasado para aplicar sus conocimientos técnicos en mejorar la calidad institucional en distintos niveles de gobierno. Siempre usando software libre, claro.

2/11/10

Documentos, por favor

La semana pasada usé por primera vez las coquetas compus con monitores LCD que hay en los Mc Donald's del microcentro. Y entendí por qué siempre están vacías.

Tanta generosidad era sospechosa...

En efecto, para usarlas, luego de introducir un código que sólo te dan con la previsible y obvia consumición en el local, tenés que registrarte "con tus datos reales": nombre, apellido, dirección, DNI, celular, mail, nacionalidad y... creo que faltó que me pidieran el grupo sanguíneo. Todo ello con la excusa de "participar" en un concurso por pedorros electrodomésticos varios. Pero no hay posibilidad de no participar. O sea: o le entregás generosamente tus datos al amigo Ronald o no usás su PC.

Por supuesto, luego de llenar con datos falsos todo lo requerido, me entró más la paranoia, y preferí no entregar mi contraseñas de correo y demás, y me olvidé de navegar en la compu de la empresa de los Mc Combos.

El clivaje político, ¿la peor herencia k?

En ciencia política hay un concepto muy particular y preciso para esto que estamos viviendo hace ya años en el país y que se expresa, incluso, en la triste muerte del quinto presidente constitucional elegido por el pueblo desde la vuelta de la democracia, Néstor Kirchner. Me refiero al concepto de "clivaje". Esto es: una fractura irreconciliable dentro de la sociedad. Ante un "clivaje", los políticos tienen, en general, dos actitudes posibles: valerse de él para conseguir votos, es decir: profundizarlo (y quebrar más a la sociedad, la que, en teoría, debería buscar lo contrario: la convivencia) o intentar superarlo.

En nuestro país, por muchas décadas, tuvimos un clivaje: peronismo - antiperonismo. Sabemos cuáles fueron las consecuencias de esa fractura societal. Mal que mal, creo que Alfonsín intentó superarla. Con Menem, los tiempos fueron "light" en todo sentido: se dejó de lado el "clivaje" desde la frivolidad. Néstor Kirchner tampoco se valió de ello al principio: quería, de hecho, enterrar la palabra "Perón". Recuérdese, como pintoresca muestra, la frase con que el actual Jefe de Gabinete se despachó cuando todavía era ministro del Interior: “Que se metan la marchita en el culo”.
Sin embargo, el fallecido ex presidente y la actual presidenta, Cristina Fernández, cambiaron luego de rumbo y, hasta ayer, azuzaban el clivaje irresponsablemente. Provocando con ello actitudes y enardecimientos en muchos ciudadanos; gestos y sentimientos que no estuvieron ausentes incluso en los días posteriores a la muerte del ex mandatario.

Los cambios duraderos en un país, creo, se hacen por consenso, no por imposición; y con la ley en la mano. Néstor Kirchner fue el presidente que desarticuló la “mayoría automática” en la Corte Suprema e instaló allí juristas de fuste, que realzaron el valor de ese poder de la República; fue, también, el presidente que realzó el propio valor del Poder Ejecutivo Nacional, al principio de su gestión. Como contrapartida, relegó a un lugar de mera "escribanía" al Congreso de la Nación, función que solo se revirtió en 2009 cuando el kirchnerismo perdió "por poquito" la mayoría legislativa en las urnas.

Néstor Kirchner es hoy el que provoca el orgullo nacional, y la gran tristeza ante lo irreparable de la muerte del líder político. Y también las burlas, o la alegría apenas disimulada o impúdicamente expresada. El fanatismo, en fin. La violencia verbal y gestual. Como aquel nefasto "viva el cáncer", luego de la muerte de Evita.

Es, en síntesis, la vuelta del viejo clivaje político. Es lo que habrá que desactivar. Ésa es la tarea de la dirigencia política actual. Porque, al revés de lo que sentenció José Hernández en el Martín Fierro, la polarización social no es para bien de ninguno, sino para mal de todos. Pues el otro no es el "enemigo" (Schmitt mal entendido) a "vencer".

Más aún: en democracia ni siquiera hay un "Otro" (ese Gran Otro lacaniano): hay, simplemente, "otros". Los diferentes. Los que, con todo derecho, piensan y sienten distinto. ¿Seremos capaces de aprender, de una vez por todas, a (con)vivir en la diferencia? Ojalá.


Leer "El clivaje político, ¿la peor herencia K? (segunda parte)".

El Estado y la ciencia política, según Oszlak y O'Donnell

En junio pasado (el 14, para más datos), en las VI Jornadas Internacionales del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), Oscar Oszlak y Guillermo O’Donnell, los dos mayores referentes vivos de la ciencia política nacional, dieron una conferencia juntos, reactualizando un texto clásico de la disciplina escrito por ambos hace 35 años: "Estado y Políticas Públicas en América Latina: Hacia una estrategia de investigación", de 1976.

Los dos más grandes analistas políticos argentinos del Estado se plantearon como pregunta algo cuya sola formulación pondría los pelos de punta del sentido común gobernante: "¿Es el Estado de hoy el mismo que el de los 90? Ésa es 'la' pregunta de la ciencia política hoy", afirmaron.

Un fragmento de lo que dijo O'Donnell:

“En aquel viejo trabajo criticamos el reduccionismo empirista que cree que se puede aislar una política pública (PP) y analizarla endógenamente. Ése es un reduccionismo conservador presente en gran parte de la ciencia política actual en el análisis de las políticas públicas. Esta crítica hay que radicalizarla. Ya que este reduccionismo es una de las plagas de la ciencia política actual. Uno cree que puede analizar el comportamiento de los legisladores y demás actores abstrayéndolos de los campos de fuerza en que están inmersos, con la presunción de que no hay otros argumentos contextualizantes. Si uno limita el objeto de análisis así, comete una falacia. Esto tiene un carácter profundamente conservador. Porque ese reduccionismo empirista es incapaz de reconocer que el gran tema de la política es el poder y la disputa por el poder; así, vemos la cantidad de trabajos higiénicos que se producen”.

Es la tentación de refugiarse en una quintita, de ser prolijo y sacar conclusiones. Enfermedad que aqueja al mainstream de la ciencia política argentina.

Al término de la conferencia, le hice una pregunta a Oszlak sobre nuestro Estado actual. Y me respondió que "es probable" que las supuestas "nuevas capacidades" del Estado actual den lugar mañana a una nueva crítica neoliberal como la de los 90.

Desde este blog intentamos llamar la atención sobre los falsos lugares comunes del “relato” del poder, y criticar las falencias del Estado actual. Señalaremos, cada vez que podamos, la ausencia del Estado en sus roles indelegables ante la sociedad: para anticipar y evitar la crítica neoliberal por venir.

1/11/10

Política y participación: ¿qué fue el "que se vayan todos"?


La mala memoria -o la mala intención- hacen imperioso repasar el sentido sociopolítico de los hechos ocurridos a partir del 19 y 20 de diciembre de 2001 en todos los barrios porteños, y en cada rincón del país, al grito del "que se vayan todos".
Porque ahora parece que fue el fallecido ex presidente Néstor Kirchner el que nos sacó de aquel "infierno" que significaba la gente en la calle auscultando, reclamando y exigiendo -hasta con propuestas por escrito- al poder, casi poniendo en cuestión el artículo 22 de nuestra Carta Magna ("El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes").
Los medios y los políticos -que se quedaron- parecen tener un especial interés en vaciar primero, y resignificar luego, aquellos sucesos que representaron un "click" en la mentalidad ciudadana argentina y no un "momento de anomia y despolitización", como se pretende ahora casi al unísono.
Por ello hoy quisiera reflotar algunos fragmentos de un artículo que escribí hace un tiempo sobre el tema: para recordar qué "vino" con el "que se vayan todos", y cómo reaccionó ante ello la dirigencia política.


Nueva ciudadanía versus vieja política

Los acontecimientos ocurridos el 19 y 20 de diciembre de 2001, que pusieron en estado de asamblea popular permanente a cada uno de los barrios y ciudades del país, constituyeron, sin duda, un nuevo envión para las nuevas formas de protagonismo social. Aquello fue (y es) tan poco comprendido que hasta algunos intelectuales biempensantes empezaron a hablar, por entonces, de la “disolución de la Argentina como país”. Pero lo cierto es que, al mismo tiempo que el colapso institucional ponía en evidencia la fatiga del sistema político representativo, las asambleas barriales volvían a expresar, como años atrás lo habían hecho los piqueteros, la capacidad de autoorganización de distintos sectores de la sociedad, de construir y de regenerar lazos sociales por fuera de las instituciones, muchas veces barriales, más centrados en lo local, en la confianza y en el vínculo personal para hacer frente a problemas sociales concretos y acuciantes, otorgándoles así mayor preeminencia a las prácticas democráticas (y solidarias) que a los discursos.

(...)

El verbo constitucional “peticionar” parece haber perdido vigencia a manos del más imperativo “exigir” a las autoridades, como lo muestran las demandas de la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú en la resolución del conocido conflicto por la instalación de las papeleras en Uruguay. Piquete y asamblea: aquella síntesis que se instaló con fuerza luego de diciembre de 2001, y que meses más tarde muchos se apresuraban a dar por muerta, reaparecía pocos años después con todo su vigor como forma política de reclamar.

(...)

En otro orden de cosas, vecinos de distintos municipios de la provincia de Buenos Aires impulsan iniciativas –actualmente en estudio por una comisión bicameral bonaerense– para crear nuevos partidos, más pequeños, y así lograr una mejor gestión con mayor control y participación ciudadana. Aunque su aplicación lleva años en mora, la Ciudad de Buenos Aires ya había hecho punta con esta idea (ver “La participación en la Ciudad…”).
Estos son sólo algunos ejemplos, entre tantos que existen en todo el país, de ciudadanos que optan por la acción directa y por ponerle el cuerpo a la práctica política. Ejemplos que ya forman parte de nuestra vida cotidiana y que parecen demostrar que la política ha dejado de ser patrimonio exclusivo de los políticos.


La participación en la Ciudad, bien gracias
“Participación”, reclaman los ciudadanos por aquí, allá y acullá. Y “participación”, previsiblemente, es la respuesta que se apuran a ofrecer los políticos cuando los ciudadanos se movilizan. Diciembre de 2001 marca, ciertamente, un pico de efervescencia social y ciudadana en todo el país. Los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires no serían la excepción. Al calor del bullicio “cacerolero”, los vecinos porteños comienzan a reunirse para expresar no sólo su malestar sino también sus opiniones políticas, las que muchas veces se irán enriqueciendo hasta generar una iniciativa ante el Estado. “Participación”, entonces, es la palabra mentada desde las esferas institucionales para dar cauce a las inquietudes ciudadanas. Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de “participación”? Dos ejemplos, la implementación de las Comunas y las dificultades sufridas por algunas experiencias participativas en materia de salud nos hablan de la distancia existente entre un discurso políticamente correcto y prácticas que son una clara muestra de la persistencia de la vieja política.
Para ponerse a tono con los tiempos democráticos que corren, la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires de 199 6 creó, entre varias figuras novedosas e innovadoras, la de las “Comunas”, que dividen la Ciudad en quince “unidades de gestión política y administrativa” descentralizadas, con competencia territorial, patrimonio y personería jurídica propios.
Las Comunas tendrán por objeto, entre otras cosas, según reza la Ley Orgánica de Comunas (Ley 1777 ), sancionada por la Legislatura Porteña el 1 de septiembre de 2005, “promover la descentralización”, “facilitar la participación de la ciudadanía en el proceso de toma de decisiones y en el control de los asuntos públicos”, “promover el desarrollo de mecanismos de democracia directa” y “consolidar la cultura democrática participativa”. Pero por cuestiones de arquitectura legal, de infraestructura, y hasta de límites no resueltos por la Ley 1777 (saldados tan sólo hace un mes por la Justicia Electoral), el mandato constitucional de crear las Comunas para dar vida a una “democracia participativa” ya lleva diez años sin aplicarse plenamente.
“Las Comunas son la vía más idónea para que los porteños abandonemos el ‘no te metás’ y empecemos a ser protagonistas de verdad en la construcción de nuestro barrio”, se entusiasma Ricardo, peluquero, vecino de Villa Urquiza y miembro de esa asamblea barrial, que participó hasta hace poco de las charlas para implementar la transición hacia las Comunas, que realizan funcionarios de la Ciudad con ciudadanos porteños en el Bar América (Córdoba 1811) todos los lunes a las 19.
Carlos Wilkinson, miembro de la Red de Vecinos de Buenos Aires, también aplaude la Ley de Comunas pero tiene sus dudas. “Que el presupuesto inicial a repartirse sea del cinco por ciento del presupuesto de la Ciudad deja muy poca capacidad de decisión política a la Comuna. De modo que, sin presupuesto, no se puede hablar de una auténtica participación”, sostiene.

En el mismo sentido, el sociólogo Emilio Pauselli (UBA) piensa que la mayor energía puesta en juego desde la sociedad a partir del 2001 “se verá obstaculizada por unas prácticas políticas que entienden que la participación no controlada es riesgosa, que una cosa es ‘opinar’ y otra ‘decidir’”. En efecto, para Pauselli, el “que se vayan todos” surgido de las asambleas expresa, en verdad, el proceso de transformación de “la relación entre la sociedad en general y el subsistema político en particular y no si quienes participan y conducen el subsistema político se quedan o se van”. Lo que el espíritu asambleario muestra son las ganas no sólo de involucrarse sino de decidir que tiene la nueva ciudadanía. Por ello suelen fracasar los proyectos participativos gubernamentales, porque “no se orientan a favorecer un protagonismo ciudadano reconstituyente”, como advierte Pauselli, “sino a reproducir y mantener el estado social de disgregación, mediante su dependencia de la clase política, reproduciendo el paradigma de relaciones establecido”.
La disminución de asistentes que desde 2002 viene sufriendo, año tras año, el Presupuesto Participativo porteño es otro claro ejemplo de que los ciudadanos no están dispuestos a hacer como que juegan a la participación.
La salud es otro ítem que también muestra que del dicho al hecho hay mucho trecho en materia de participación. La socióloga Grisel Adissi (UBA), que estudió las características de dicha temática en los sectores más postergados de la Ciudad, comienza por establecer una distinción semántica importante: los movimientos sociales que se conforman para resolver cuestiones vinculadas con la salud no entienden la “participación” en términos de presentarse en el espacio público, debatir y demás, sino, de modo más apremiante, como “ayuda mutua”, la cual “abarca desde diferentes formas de conseguir medicamentos (cuotas solidarias para solventar compras, donaciones) hasta otras estrategias más puntuales de resolución”, muchas veces sin referencia alguna al Estado. Así, estos movimientos, “que se plantean a sí mismos como autónomos, se remiten a redes más polimorfas de solidaridades obtenidas por su lucha”.
En este caso también se ve la impronta de los acontecimientos de diciembre de 2001. Las asambleas barriales, reunidas en la Interbarrial de Parque Centenario, generaron por entonces una instancia respecto a este problema, Intersalud, que comenzó a funcionar como intento de articulación de demandas de diversos tipos, que se fueron plasmando en una serie de “puntos” solicitados hacia el gobierno porteño a través de petitorios, elevación de informes y denuncias, y reuniones con funcionarios, apoyados siempre con “medidas de fuerzas” tales como actos, concentraciones, marchas, tomas de hospitales, etc. Adissi destaca que “las veces que las acciones con lógica de ciudadanía dependían del diálogo con el gobierno, fueron obstaculizadas de manera sistemática”.
Y pese a seguir los canales que el Estado mismo pone a disposición de la participación ciudadana, como la Defensoría de la Ciudad, no obtuvieron respuesta.
Pero lo importante para Adissi es que, a través de estas prácticas, “los movimientos sociales involucrados amplían el espacio público-político, cuestionando de hecho el monopolio del hacer político por parte de las instituciones y de los ‘políticos profesionales’”.
Sin embargo, en términos estrictamente institucionales, la socióloga destaca que “la influencia de los movimientos sociales en la configuración de la política pública, al menos en lo que a Salud respecta, se encuentra lejos de tener lugar por canales aceitados e impulsados desde el gobierno, contrariamente a lo proclamado”. En palabras de Pauselli, “los espacios participativos se construyen desde la oferta de los gobiernos y resultan bastante impermeables a las demandas de los participantes en cuanto éstas no son funcionales o sólo son distintas a las preformateadas”.
Los gobiernos no sólo deberían atender sino también estimular la participación de los movimientos sociales y ciudadanos, pues, como enfatiza Adissi, “son la forma más genuina de expresión popular”.
Pero, para que eso sea posible, hace falta un Estado fuerte, lo que no se contradice con la idea de democracia plural y participativa. Y aún con sus vaivenes, con las broncas espasmódicas, las desilusiones y las esperanzas que la nueva ciudadanía despierta, mal que les pese a los defensores de la vieja política, la sociedad está empezando a demostrar con vigor e imaginación que todavía tiene mucho que decir sobre ello.

Pueden leer mi artículo completo en el Boletín N° 23 de la Academia Nacional de Periodismo.