"Los dólares que se obtienen deben ser destinados a las importaciones y pagos de deuda". ¡Salud!
* "La restricciones a las importaciones son un mito urbano. Es absurdo pensar que este gobierno pone restricciones a la importación de medicamentos básicos".
* "El tipo de cambio no está retrasado, pero si la matriz productiva depende de las importaciones, un aumento del dólar va en sentido contrario a la reconversión industrial".
* "Hay que volver a afinar el lápiz y volver a plantear las rentabilidades".
Entonces, pasando en limpio, ¿cuál fue el motivo de Estado que obligó a una Cadena Nacional desde Tecnópolis de nuestra benemérita presidenta de la Nación, doña Cristina Elisabet Fernández Wilhem de Kirchner, y nos privó de ver a Capusotto? ¿Un brindis con noventoso champagne? GenIA.
En fin. Como ha dicho Sandra Russo: "Una foto no significa nada". ¿No?
¿Y dos, como ésta de aquí abajo, del mismo evento, brindando junto al titular de CAME, Osvaldo Cornide (derecha), tan agradecido de Cristina como de la Junta militar procesista? Es así: tinellísticamente hablando, Cristina viene "Pum para arriba", últimamente. Al mal tiempo buena cara...
"Estamos en el buen camino y los empresarios son fundamentales para sostener lo que hemos construido", enunció la Presidenta. La forma nacional y popular de decir, en síntesis: "Estamos mal, pero vamos bien". No por nada este año CFK ya habló 14 horas 19 minutos y 23 segundos por cadena nacional.
Las contradicciones del "relato oficial" olvidan que el país se viene reprimarizando en esta década como nunca en su historia. Pero no importa. Hagamos como que la industria argentina es fuerte.
Nunca menos.
4/9/12
Cristina con champán
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26/8/12
Lanata no va a $678 y pide conferencia de prensa de CFK
Ayer circuló por algunos medios que el programa emblemático del "periodismo militante", $678, realizó una "invitación a debatir" en la televisión pública al periodista Jorge Lanata (conductor del programa "Lanata sin filtro", por radio Mitre y de "Periodismo para todos", por Canal 13) con Orlando "Conmigo no" Barone y Cynthia García.
"Un debate a agenda abierta. Absolutamente todos los temas. Sin nada para esconder”, se promocionó desde el programa, que también habló de "desafío", como si el destino de la cabeza de alguno de los participantes fuera a terminar en la arena del circo romano.
El ciclo del productor K Diego Gvirtz ya puso al aire dos mesas debate, moderadas por Carlos Barragán: la primera con los intelectuales Edgardo Mocca y Roberto Gargarella y la segunda con los economistas Roberto Felletti y Rogelio Frigerio (h).
Ayer me preguntaba por las redes sociales si Lanata debería concurrir al mentado "debate".
El amigo @Mickey_Sc, por nombrar sólo a alguien, me respondió: "El que va a #678 convalida una metodología fascista. Sea quien sea...".
Pero, ¿por qué me hice la pregunta con Lanata y no cuando asistió Gargarella? Tengo para mí que no es lo mismo que se sienten en ese programa intelectuales como Sarlo y Forster a discutir "el kirchnerismo", o Gargarella y Mocca (si bien es cierto que no se me pasa por alto la circunstancia de que Mocca utiliza los números del Indec para decir, por ejemplo, muy suelto de cuerpo, "no hay pobreza como en los noventa", a intercambiar conceptos, ideas, visiones; a que lo hagan Barone y García con Lanata o Bonelli (o el periodista que fuere), a... ¿debatir qué? ¿Información? ¿Uso de las fuentes? ¿Qué? Claramente, entre periodistas habría que hablar de periodismo, del rol de los medios. Debate un poco genérico. Imagino que pronto desde un lado se mentaría a Ciccone, Tucumán, Formosa, Skanska, etc., etc.... Y del otro, el fallido diario Crítica, la funcionalidad de ciertos periodistas al "poder económico" y a los "medios hegemónicos", el abandono de la defensa de los derechos humanos y bla bla...
El periodista debe dudar, preguntar; y el funcionario, dar cuentas, responder. La ecuación es tan simple como brutal.
Y bien, hoy se conoció que Lanata declinó la invitación, volviendo a poner las cosas en su lugar. Éste es el comunicado que envió a los medios:
"Acabo de tomar conocimiento por las páginas web de Perfil.com y LaNacion.com.ar del desafío lanzado por el programa de la televisión pública 'Seis ,siete ocho' planteándome un 'debate' con Orlando Barone y Cinthia García. Lamento declinar la oferta básicamente por dos motivos: no tengo ningún respeto profesional por el Señor Barone y desconozco quién es la Sra García.
"Sin embargo, ya que es la televisión pública quien avala el gesto, me parece importante contraproponer una conferencia de prensa abierta, con todos los medios nacionales y extranjeros que deseen participar, ofrecida por la presidente Kirchner y el vicepresidente Amado Boudou, con la posibilidad de preguntar y repreguntar más de una vez por medio y con el compromiso de responder por parte de los funcionarios.
En efecto, Lanata señaló que "si a la televisión pública le interesa sinceramente debatir ideas y brindar información imparcial, nada mejor que los representantes del Poder Ejecutivo para hacerlo frente a toda la prensa que quiera participar del evento".
Coincido. Pasar a "discutir" la información con un Barone es un retroceso, es el borramiento de la responsabilidad del funcionario público. Al fin y al cabo, discutir el estatus de "la información" con periodistas militantes es discutir con los perros guardianes del poder. Discutir con el portero, para seguir la metáfora del relato kafkiano "Ante la ley". Cuando de lo que se trata es de que el poder, los funcionario públicos respondan las dudas de los profesionales de la información, de cara a la opinión pública, con total libertad.
Como digo siempre: que no nos cambien la bocha. Saludo la claridad con la que respondió Lanata.
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27/4/12
Calafate: "Aquí también la Nación crece"
Una imagen vale más que mil palabras...
Datos que se encuentran en dos minutos en la Red, para ilustrar la humorada.
El Observatorio de la Deuda Social de la UCA indica que, a pesar de los avances económicos de la última década, en 2009 el 12,6% de la población urbana aún no tenía acceso al agua corriente; el 35,5% no estaba conectada a la red cloacal y el 25% no tenía gas por red.
Asimismo, la precariedad en la infraestructura, producto de la escasa o nula inversión pública o privada, llevaba a que el 43,5% de las personas careciera de desagües pluviales en su manzana y que el 25,7% tuviera calles sin pavimentar.
El estudio, titulado “Déficit de acceso a servicios públicos domiciliarios y de infraestructura urbana. Situación habitacional en la Argentina urbana (2004-2009)”, data de octubre de 2010.
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22/4/12
51 historias que terminaron en la estación de Once
Repito lo que escribí en este mismo espacio el 22 de marzo pasado, al cumplirse el primer mes de la masacre de Once: hay que politizar las muertes de Once. No volvamos a asesinar a los que ya no están con el silencio.
Ante lo ocurrido en Once, consignas que han sido estandarte de los organismos de derechos humanos -hoy llamativamente ausentes ante esta tragedia-, y que le ha sido tan útil por años al kirchnerismo, se vuelven, impensablemente, contra ellos.
A dos meses de la masacre de Once:
L@s 51 muertos y l@s 703 heridos están PRESENTES Y NO DEBEMOS OLVIDARLOS.
A los responsables políticos y penales de la masacre de Once: JUICIO Y CASTIGO.
Que la reprivatización de YPF no nos haga olvidar de esto. Ni de ellos.





(Imágenes: diario Clarín. Hacer click en ellas para agrandarlas)
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18/4/12
"YPF: Estatizar sin Estado"
Impecable artículo, sobre lo que considero una "estatización tramposa de YPF" (1), publicado hoy en el diario La Nación. De lectura imprescindible, para entender el principal proceso político que vivimos en Argentina en los últimos treinta y pico de años y que continúa vigente, como siempre intentamos llamar la atención desde este blog: el desguace del Estado.

Por Luis Alberto Romero (*)
Expropiar YPF: otro golpe de efecto de un gobierno acostumbrado a gobernar a los golpes. Contiene la palabra mágica, "estatizar", y referida además a lo que fue el símbolo de los "odiados años 90": YPF. Una interpelación envenenada, dirigida al nacionalismo y al estatismo, fuertemente instalados en el imaginario, que probablemente cautive o atrape a la oposición. Ya lo hicieron otras veces.
Sin embargo, habría razones para desconfiar. Al fin, quienes instrumentaron la política de privatizaciones de los años 90 y la ratificaron en este siglo son los mismos que hoy aparecen como campeones de la estatización. Pero éste no es el centro del asunto. El verdadero problema es que el Estado, el sujeto de esta acción, está maltrecho, desarmado y sometido al Gobierno. YPF no está siendo estatizada: está siendo puesta en manos del Gobierno. El problema reside en el Estado actual, que está en situación miserable.
En otros tiempos, la Argentina supo tener un Estado potente, capaz de mantener orientaciones básicas, más allá de las oscilaciones de los sucesivos gobiernos. Mitre y Sarmiento echaron las bases institucionales, que perfeccionó Roca. Con Yrigoyen comenzó el interés social, que desarrolló Perón. En las tormentosas épocas posteriores, Frondizi, Illia y el segundo Perón tuvieron una idea del Estado como promotor de políticas sostenidas, orientadas al interés general.
YPF fue el emblema de ese Estado potente. La creó Yrigoyen, la construyó Mosconi, con Alvear, y la potenció Justo. Perón le abrió nuevas posibilidades y Frondizi se propuso llegar al autoabastecimiento, con la ayuda del capital extranjero. Pocas cosas fueron más emblemáticas de la nación integradora que YPF. Asociada con el Automóvil Club Argentino, aseguró el uso de la red caminera, pobló las rutas de servicios y de emblemas, y contribuyó a que todos construyéramos una imagen del país. Basta recordar los grandes premios de Turismo Carretera, transmitidos por radio. YPF fue una auténtica expresión del interés nacional.
El Estado potente tuvo, sin embargo, otra cara. Para impulsar objetivos generales, promovió y concedió franquicias, como los regímenes de promoción, que gradualmente devinieron en privilegios y prebendas. Para asegurar sus beneficios, los interesados colonizaron las oficinas del Estado, repartidas entre las corporaciones: la Sociedad Rural en Agricultura, los sindicatos en la CGT, los médicos en Salud Pública. En YPF, la corporación sindical expandió enormemente la planta de empleados y alimentó el déficit de la empresa y del Estado.
A mediados de los años 60, en medio de un descomunal conflicto distributivo, el Estado potente era a la vez el campo de batalla y el botín, permanentemente repartido: una resolución o un decreto significaban una ganancia o una pérdida importante.
El Estado y el país cambiaron mucho desde 1976; la Argentina próspera, vital y conflictiva se convirtió en un país decadente y empobrecido. La clave de la gran transformación estuvo en el Estado y su reforma. La dictadura militar recorrió los primeros tramos. Alfonsín hizo poco en este aspecto, pero el "segundo peronismo", que gobierna desde 1989, completó la tarea. Con discursos variados, pero con acciones parecidas o iguales.
La dictadura lanzó la consigna: "Achicar el Estado es agrandar la nación", que refleja el nuevo consenso en torno de las ideas neoliberales. Eliminaron a una parte de los prebendados -un sector industrial y la corporación sindical-, pero fortalecieron a la "patria financiera", a la "patria contratista" y a la "patria militar", que se sumó al festín. Contratistas y militares coincidieron en YPF, expoliada con la llamada "privatización periférica". La dictadura hizo mucho más: desmontó agencias, eliminó funcionarios competentes, limitó a las oficinas de control y corroyó la normatividad y la ética del funcionariado, contaminado por el Estado clandestino. Después de esta experiencia traumática, nada volvió a funcionar como antes.
En 1983, la democracia, con buenas intenciones, poco pudo hacer con un Estado debilitado y corroído. Alfonsín vio naufragar su módica política social de alimentación, salud y enseñanza. Tampoco colocó la reforma del Estado entre sus prioridades, por entendibles razones; no modificó los mecanismos prebendarios heredados, acordó con los "capitanes de industria", y cuando asumió el problema, ya era tarde para enfrentarlos y también para confrontar con el discurso nacional estatista, paradójicamente esgrimido por el peronismo que se aprestaba a retornar al poder.
Comenzó entonces el "segundo peronismo", que gobierna hasta hoy, salvo interrupciones menores. La crisis hiperinflacionaria le permitió a Menem realizar una importante concentración del poder institucional, con leyes de emergencia, renovadas hasta hoy, y decretos de necesidad y urgencia. Por otra parte, controló o desactivó las agencias estatales de control, avanzó sobre los jueces y conformó una Corte Suprema con mayoría asegurada. Así colocó al Estado en manos del gobierno.
Ese poder se usó para privatizar las empresas del Estado. El gobierno pudo echar mano de masas de ahorro social acumulado, cerrar el déficit fiscal y crear las condiciones para la convertibilidad y la renegociación de la deuda. Obtuvo buenos resultados en lo inmediato, aunque con consecuencias catastróficas para el futuro. Son excelentes ejemplos del estilo de gobierno del segundo peronismo.
Reducido y amputado, pero con capacidad para otorgar beneficios, el Estado fue presa fácil de los prebendados depredadores, congregados alrededor de la "carpa chica" de Menem. Con cada privatización se repartió una porción de despojos del Estado, y hubo una cantidad adicional para acallar las protestas. YPF se vendió por etapas; las áreas exploradas de explotación se repartieron entre petroleros amigos y las provincias petroleras recibieron las regalías. Un beneficio demasiado grande para que lo rechazara un gobernador consciente, como era Kirchner, entusiasta defensor de esta privatización.
El ciclo de los años 90 llevó a la formidable crisis de 2001 y a la aparición de nuevas demandas sociales, para las que Kirchner elaboró un discurso acorde: un Estado fuerte, que se planta frente a los monopolios. La sorpresiva transformación de las condiciones internacionales lo benefició con sólidos superávits del comercio exterior y fiscal. ¿Cuánto cambió la situación del Estado en esas nuevas condiciones?
Muy poco. Los Kirchner aprovecharon los recursos fiscales para profundizar la concentración del poder en el Gobierno. Avanzaron también en el ataque a las instituciones estatales de control. El emblemático caso del Indec indica que al Gobierno no le interesaba formular políticas de largo plazo. Los ejemplos son conocidos y llegan hasta el día de hoy. También mantuvo el rumbo en las prebendas. Los subsidios, sustentados en el superávit fiscal, benefician a los empresarios y a los funcionarios que los administran. En general, la tajada de los políticos creció, sin que nadie pueda controlarlos.
Todo esto confluyó en la etapa final de YPF. Mantener bajos los precios de los combustibles provocó un desajuste en la empresa. El Gobierno metió a un socio local, "experto en mercados regulados". Sólo cuando la caída de los superávits gemelos hizo trastabillar todo el armado, surgió la urgencia del día: además de alimentar tantos bolsillos privados, YPF debe producir petróleo. Lo único que se les ocurrió fue estatizarla. Como Aerolíneas.
Parecidos en tantas cosas, los gobiernos de Menem y de los Kirchner tuvieron una diferencia importante: en un caso el discurso público fue neoliberal y privatizador y en otro caso fue estatista y populista. Pero hicieron lo mismo con distintos argumentos. Peor aún, encontraron la forma de avanzar en la concentración del poder y en el prebendarismo privatizando primero y estatizando después. Siempre en beneficio de los gobernantes y a costa del Estado.
El país tiene hoy su Estado astillado y fragmentado, gobernado por un grupo de personas que se dedica sistemáticamente a seguir arruinándolo. Cuando tiene necesidad de legitimidad o conformidad, recurre a la ficción del viejo Estado potente: el de la administración confiable, los procedimientos, los controles y hasta las políticas de largo plazo. Muchos se dejan engañar por las palabras y creen que la estatización de YPF remite a ese Estado y no a los Kirchner y De Vido. No es así. No sé qué cosa mejor se puede hacer hoy con YPF. Pero estoy convencido de que quienes quieren pensar una alternativa para el país, deben encarar, en primer lugar, la cuestión de la reconstrucción del Estado.
(*) Historiador, investigador principal del CONICET.
(1) En este post he descrito lo que considero la "épica de la política tramposa" del kirchnerismo.
Pueden ver la publicación original aquí.
22/3/12
Politizar las muertes de Once

Y sí: hay que politizar las muertes. Por eso hoy jueves 22 de marzo entre las 8:30 y las 8:32 de la mañana los familiares de las víctimas convocan a un "bocinazo nacional", donde sea que cada uno esté. Además, a las 20:00 habrá un acto en Once en el que los familiares leerán un documento. “Esperamos que nos acompañen los ciudadanos bajo la única bandera de pedido de justicia, sin las de los partidos políticos ni sindicatos ni organizaciones sociales”, dijo ayer por radio Paolo Menghini, papá de Lucas Menghini Rey, la tristemente famosa "víctima 51".
Pero si bien es atendible el pedido de no partidizar, sí hay que politizar las muertes. Inexorablemente. El pedido de "Justicia" es, en efecto, un pedido político. "Ni olvido ni perdón". "Juicio y castigo": viejas banderas, actualizadas en Once.
Por mi parte, desde este espacio propio que es mi blog, también quiero recordar los nombres de l@s 51 laburantes que se llevó puesto el "modelo nacional y popular de crecimiento con matriz diversificada e inclusión social", como se jacta la Presidenta de denominar -falsamente- a su "proyecto" de país.
De hecho, esa fue la vergonzosa e insultante explicación de lo ocurrido en Once que dio Cristina en el acto por el Bicentenario de la creación de la bandera nacional, el 27 de febrero pasado, en Rosario, a tan sólo cinco días del horror al señalar: "yo quiero recordarles a los que viajaban en los trenes en el 2003, a los que viajaban, porque la mayoría no viajaba porque no tenía adónde ir. Uno viaja cuando tiene que ir a trabajar; uno viaja cuando tiene que ir a estudiar; uno viaja cuando tiene que ir a comprar algo o a hacer un trámite. Cuando no hay trabajo, cuando no hay producción, cuando no hay estudio, no hay camión, no hay auto, no hay tren ni hay micro que te lleve a ninguna parte porque no hay lugar adónde ir". Politizada explicación.
Por las 194 muertes de República Cromagnón hubo -entre otros- un empresario condenado a prisión y un ciudadano elegido por los porteños y a cargo del Ejecutivo de la Ciudad destituído en juicio político.
Hasta hoy, el Gobierno nacional no le pidió la renuncia a ningún funcionario público por la masacre del Sarmiento en Once. Sólo se fue el secretario de Transporte por "estrictas razones de salud", y elogiando su gestión. L@s 51 asesinados, bien gracias.
"No politicen las muertes", cacarean los K y aun Ella, que hasta ayer vivía extrayendo empatía emocional -y política- de su luto cada vez que le ponían un micrófono enfrente. La respuesta a los que señalan esta sandez debe ser rotunda: sí: hay que politizar las muertes. Porque Once es un hecho político. Porque las 51 muertes -y los 703 heridos- de Once son muertes políticas. Y, fundamentalmente, porque lo contrario de "politizar" lleva a empuñar un arma y resolver problemas, diferencias o inquinas, disparando a la cabeza, sin palabras. O a quedarse en el sillón de la casa masticando internamente la bronca, el odio o la angustia, igualmente sin palabras.
Política es sinónimo de palabra. De tener "voz", como enseñó Aristóteles hace casi 2500 años. Politizar es hablar, tener palabra y expresarla. Eso es lo que define a un "ciudadano". No son, como desde hace años nos quiere hacer creer el antipolítico "relato" gobernante, las víctimas directas las únicas que tienen la "legitimidad de la palabra". Tod@s somos ciudadan@s, por elemental que parezca recordarlo. Y callando o hablando, siempre hacemos política. Siempre somos seres políticos (el zoon politikón aristotélico). Pero es "hablando" (con palabras o con una acción; vgr: ocupar la calle, o tocar bocina) como el hombre habitante de un espacio se vuelve ciudadano de ese espacio.
Y parece que tampoco está de más reiterar que la política, la palabra, el intercambio de puntos de vista, es la forma más civilizada que se da a sí misma una sociedad para procesar la inevitable diversidad de intereses que pugnan en su seno. Es lo que Maquiavelo llamaba "discordia" entre la "plebe" y el senado (o, lisa y llanamente, entre "facciones", en palabras de James Madison) e identificaba como motor de grandeza de una república. A quien le interese la cuestión, puede ver esa extensa y bella obra del florentino que constituyen los Discursos sobre la primera década de Tito Livio.
En Argentina, mientras desde el discurso se festeja una y otra vez "la vuelta de la política", de repente, ante lo de Once, la política oficial enmudeció. Y Once se "judicializó". Y el Estado trocó de "respondable" a "querellante". Hay que revertir esa operación del poder. Hay que "polítizar". Lamentablemente, es un tópico argentino que las sensibilidades del pueblo se despierten a partir de tragedias, de muertes. Y que a partir de ellas, también, se articulen demandas y luego, con suerte, políticas públicas.
Entonces, sí: hay que politizar las muertes de Once.
Y "politizar" implica, por ejemplo, poner sobre el tapete que la ausencia número 52 es, a la vez, la más y la menos importante. La menos importante porque no se trata de una persona (física). Pero en un punto debería ser la más importante, porque su ausencia fue la que se llevó las 51 vidas que hoy nos faltan a todos. Se trata, por cierto, del Estado nacional, conducido hace casi 10 años por este proyecto kirchnerista que se jacta de la "vuelta del Estado" y de la política, cuando en verdad seguimos viviendo bajo la arquitectura jurídica y política que tan meticulosamente se implementó en épocas de Domingo Cavallo y Carlos Menem, este último hoy alidado del Gobierno. La ausencia 52 se palpa en la falta de controles a los servicios públicos de toda índole, en el vaciamiento de empresas públicas, en la desinversión, en la infraestructura colapsada, en las pequeñas obras inauguradas y reinauguradas para que el coro de aplaudidores festeje las ocurrencias de Ella; ausencia de políticas de Estado (tarea: mencionar al menos una -que no sea el Mercosur- política consensuada con la oposición) y de visión de país a futuro (¿qué pasará después de 2015?). Y en cada uno de los mojones del "relato oficial" sobre el "modelo" que, finalmente, se terminó estrellando en Once.

"Todavía no se comunicó con nosotros, pero aún puede hacerlo. Está a tiempo", dijo por TV días atrás la madre de Lucas Meneghini Rey. Hasta aquí, la estrategia de CFK fue hacer la del "avestruz": esconder la cabeza e intentar empardar -politizar- su dolor por la muerte de Él con el colectivo dolor popular por lo de Once, como si una muerte natural pudiera -y acaso debiera- compararse con un hecho social y político ocurrido por años de olvido y desinversión por parte del Estado nacional, siempre ausente: o "selectivamente presente", como diría el sociólogo francés Loïc Wacquant.
Sí: hay que politizar las muertes de Once. No volvamos a asesinar a los que ya no están con el silencio.
De ese modo, a un mes de la masacre de Once, consignas que han sido estandarte de los organismos de derechos humanos -hoy llamativamente ausentes ante esta tragedia-, y que le ha sido tan útil por años al kirchnerismo, se vuelven, impensablemente, contra ellos:
L@s 51 muertos y l@s 703 heridos están PRESENTES Y NO DEBEMOS OLVIDARLOS.
A los responsables políticos y penales de la masacre de Once: JUICIO Y CASTIGO.
Eso expresará el "bocinazo nacional" de hoy a las 8:30, y eso exigirán los familiares de las víctimas y el pueblo todo a las 20:00 en el acto de Once.
(Imágenes: diario Clarín. Hacer click en ellas para agrandarlas)
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14/3/12
Salustriana y las "preguntas molestas" (diálogo con un kirchnerista)
"Si los hombres fueran ángeles, no sería necesario ningún gobierno.
Si los ángeles gobernaran a los hombres,
no sería necesario ningún control externo ni interno sobre el gobierno".
James Madison, en El Federalista
Ayer tuve una discusión con un kirchnerista que criticaba, como no podía ser de otra manera, a la prensa. Interesante. El militante me decía: "Si el periodismo es el cuarto poder, al periodismo también hay que controlarlo". Y agregó las consabidas amalgamas K entre periodismo y corporaciones y poder económico, pasando por alto alevosamente que esta tríada se alimenta y reproduce desde el centro mismo del poder (K), sólo que con otras corporaciones y otras facciones del poder económico, dizque "nacional y popular". Al respecto, como siempre digo: releer Poulantzas.
En principio, es viejo ya el debate sobre si "colegio de periodistas" sí o "colegio de periodistas" no. ¿Quién colegia? ¿Quién levanta el dedito señalador? Pero, por viejo y saldado entre los periodistas (un rotundo "NO" a la colegiación), no le di la oportunidad de reabrir la cuestión. Sólo le señalé que se trata de controles distintos. El de la prensa al poder político (y el económico también, por cierto) se trata de un control republicano (accountability, dirían O'Donnell, Dahl y muchos otros) que ninguna filosofía política que se considere tal puede ni debe pasar por alto, a riesgo de abandonar, precisamente, ese milenario pensamiento republicano para caer en un burdo poder autoritario justificador del gobierno de turno. Sin más.
Y sin más, también: No existe república allí donde un ciudadano no puede expresar su opinión, su sentir sobre cualquier tema como miembro de la comunidad política.
Mi interlocutor kirchnerista se agarró de esto para señalar su modelo de intercambio de ideas en la sociedad moderna: "Que sean los ciudadanos, entonces, los que critiquen. Que sean sus propios periodistas, y que, si están disconformes con Cristina, que voten a otro en 2015".
Por supuesto que no dejé pasar la concepción acotada de democracia, limitada a los 5 minutos cada cuatro años en que uno entra al cuarto oscuro para elegir a quien desea que ocupe, por el mismo período, el sillón de Rivadavia.
Y agregué: "Yo quiero periodistas que hagan preguntas molestas al gobierno. Eso quiero".
Y no dejé de señalarle que existen dos tipos de controles al "cuarto poder", como él lo llamó correctamente. Uno es el del ciudadano, que deja de comprar el diario, escuchar al periodista radial, o cambia de canal si cree que el periodista o medio le está mintiendo. Y otro, por cierto, es la Justicia. Para nuestra Constitución Nacional no existe la censura previa, sino las responsabilidades ulteriores. Y la prensa, aunque protegida con especial interés dado el delicado derecho de que se trata, consustancial a una democracia -la libertad de expresión-, también los tiene, y cuando ejerce ese derecho con mendacidad, imprudencia o "malicia", es severamente condenado.
Y terminé señalándole a mi amigo K que ni siquiera en su esquema es respetada la libertad de debatir, de disentir y de hacer preguntas molestas. Eso es lo que le enrostró por televisión a la Presidenta de la Nación hace una semana doña Salustriana, la humilde habitante de la Puna jujeña. Una "ciudadana de a pie", como se refirió Cristina a los humildes en su discurso inaugural de sesiones ordinarias el 1ro de marzo en el Congreso de la Nación. Un miembro de un pueblo originario, una vez más, como ayer nomás los qom, ignominiosamente expulsados de la 9 de Julio por La Cámpora.

Con el sencillo y lapidario "A nosotros nos hacen falta otras cosas más buenas que el subte", Salustriana fue "periodista" por un rato. Y fue además -qué duda cabe- "la implacable voz del pueblo", como Cristina definió a principios de febrero a las palabras pro mineras de "Antonio" (Armando César Domínguez), el líder sindical, vice del PJ de Olavarría y ya popularmente inmortalizado como "el obrero de Cristina".
Pero esta vez la puesta en escena no salió como el poder lo esperaba. Y el vergonzoso deslinde de responsabilidad que significó el "Nooooo, qué voy a ser buena, yo. Soy una más" con que Cristina respondió a Salustriana, luego de intentar usarla metiéndola en su discusión con Macri por el Subte y encontrarse como respuesta una "pregunta molesta" (expresada en forma asertiva), como la que haría cualquier periodista que dignifique su trabajo cotidiano, la Presidenta de la Nación hasta el 2015, Cristina Fernández de Kirchner, confirma una vez más su concepción religiosa, antipolítica, del poder: al líder sólo se lo adula y se le rinde pleitesía; jamás se lo cuestiona, y menos en público.
La "Infalibilidad Papal" del Medioevo, un poroto.
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4/3/12
El neoliberalismo mata
"El neoliberalismo
ni siquiera es eufemismo
sino que es, directamente,
el más práctico sinónimo
que hay de la muerte.
Y quien lo cuente como método de vida
puede que ande por Florida
pero no por Argentina o Uruguay".
sino que es, directamente,
el más práctico sinónimo
que hay de la muerte.
Y quien lo cuente como método de vida
puede que ande por Florida
pero no por Argentina o Uruguay".
Sí. El neoliberalismo mata.
La última constatación de esta afirmación la vivimos el miércoles 22 de febrero pasado en la estación Once del tren Sarmiento, que se llevó 51 vidas y dejó 703 heridos; esos que nuestra Presidenta de la Nación, CFK, ninguneó a lo largo de todo su extensísimo discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, el jueves 1° de marzo.
Me parece que este tema del gran Leo Maslíah -el Frank Zappa sudamericano- es el mejor editorial que puede hacerse sobre la cuestión. Con ustedes,
El neoliberalismo:
El neoliberalismo se postula a sí mismo
como un método imperfecto de vivir, pero con una salvedad:
que a pesar de sus defectos, y con todos sus problemas,
es el único sistema que puede hacer funcionar la sociedad.
Por favor que conste en actas que hay dos cosas inexactas
en esa nueva teoría; dos mentiras hay en esa afirmación.
Una es, su señoría, que la sociedad funcione.
Y la otra, usted perdone si al decirlo se me pianta un pokemón...
pero el neoliberalismo ni siquiera es eufemismo
sino que es directamente el más práctico sinónimo que hay de la muerte.
Y quien lo cuente como método de vida
puede que ande por Florida pero no por Argentina o Uruguay.
El neoliberalismo, desde su mismo bautismo,
o en el útero prestado del capitalismo que lo reparió,
ya venía vacunado contra el "hombre no rentable"
que si no era tan amable de morirse solo, él siempre lo ayudó.
El neoliberalato tiene cuerda para rato
y con ella anuda el moño del regalo de la globalización:
nuevo y último retoño de la Trinidad profana
que en relevo de la otra y más de mil te afanan, matan y establecen su ritual de adoración
con un nuevo calendario que, en vez de los santos,
tiene las fechas de vencimiento estipuladas en la carta de intención,
que no explican la intención de lo que dicen, porque,
al igual que los del otro, son oscuros
los designios del nuevo Señor.
Este culto que se expande, como un gigantesco glande,
en lugar de fecundar, esteriliza todo lo que alrededor
le sostenga la importancia a algo que no de ganancia.
Y hasta los más afectados por las consecuencias de la enfermedad
se acostumbran a luchar por el triunfo de los que triunfan sobre ellos, convirtiéndolos en terminales de un sistema que es el que se expresa cuando hablan, convencidos de tener ideas propias, si las tienen, porque alguien se las vendió.
El neoliberalismo se libera a sí mismo
de las trabas que les ponen los Estados que una vez se estatuyó
y en las nuevas condiciones se estatuyen estatismos no estatales,
son quietismos como el de la estatua de la Libertad.
El neoliberalismo se contempla a sí mismo
como aquel de la leyenda que se ahogó en el agua que lo reflejó.
Pero hay una componenda, la "división del trabajo"
da que no se hunda el majo sino otro que ni figuró.
De este modo se expresaba un fiscal que presentaba
en un juzgado los cargos contra la patota neoliberal.
Pero el juez que estaba a cargo dio todo por anulado;
dijo que estaba implicado en el caso este mismo señor fiscal
porque acababa el Estado de quedar privatizado
y él solo era otro cesante, y si algo tenía para reclamar,
que llamara en adelante, y en un tono más paciente,
al servicio de atención al cliente
bien dispuesto a aguardar en línea
hasta que la primera ave de rapiña,
disponible con suerte, lo fuera a escuchar.
(Tema que da inicio a la placa Textualmente 3, de 2004)
como un método imperfecto de vivir, pero con una salvedad:
que a pesar de sus defectos, y con todos sus problemas,
es el único sistema que puede hacer funcionar la sociedad.
Por favor que conste en actas que hay dos cosas inexactas
en esa nueva teoría; dos mentiras hay en esa afirmación.
Una es, su señoría, que la sociedad funcione.
Y la otra, usted perdone si al decirlo se me pianta un pokemón...
pero el neoliberalismo ni siquiera es eufemismo
sino que es directamente el más práctico sinónimo que hay de la muerte.
Y quien lo cuente como método de vida
puede que ande por Florida pero no por Argentina o Uruguay.
El neoliberalismo, desde su mismo bautismo,
o en el útero prestado del capitalismo que lo reparió,
ya venía vacunado contra el "hombre no rentable"
que si no era tan amable de morirse solo, él siempre lo ayudó.
El neoliberalato tiene cuerda para rato
y con ella anuda el moño del regalo de la globalización:
nuevo y último retoño de la Trinidad profana
que en relevo de la otra y más de mil te afanan, matan y establecen su ritual de adoración
con un nuevo calendario que, en vez de los santos,
tiene las fechas de vencimiento estipuladas en la carta de intención,
que no explican la intención de lo que dicen, porque,
al igual que los del otro, son oscuros
los designios del nuevo Señor.

en lugar de fecundar, esteriliza todo lo que alrededor
le sostenga la importancia a algo que no de ganancia.
Y hasta los más afectados por las consecuencias de la enfermedad
se acostumbran a luchar por el triunfo de los que triunfan sobre ellos, convirtiéndolos en terminales de un sistema que es el que se expresa cuando hablan, convencidos de tener ideas propias, si las tienen, porque alguien se las vendió.
El neoliberalismo se libera a sí mismo
de las trabas que les ponen los Estados que una vez se estatuyó
y en las nuevas condiciones se estatuyen estatismos no estatales,
son quietismos como el de la estatua de la Libertad.
El neoliberalismo se contempla a sí mismo
como aquel de la leyenda que se ahogó en el agua que lo reflejó.
Pero hay una componenda, la "división del trabajo"
da que no se hunda el majo sino otro que ni figuró.
De este modo se expresaba un fiscal que presentaba
en un juzgado los cargos contra la patota neoliberal.
Pero el juez que estaba a cargo dio todo por anulado;
dijo que estaba implicado en el caso este mismo señor fiscal
porque acababa el Estado de quedar privatizado
y él solo era otro cesante, y si algo tenía para reclamar,
que llamara en adelante, y en un tono más paciente,
al servicio de atención al cliente
bien dispuesto a aguardar en línea
hasta que la primera ave de rapiña,
disponible con suerte, lo fuera a escuchar.
(Tema que da inicio a la placa Textualmente 3, de 2004)
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3/3/12
Carta de una maestra a la Presidenta de la Nación, CFK

Renuncie, como lo hizo Manuel Belgrano, a todos los lujos, y dedíquese a dar clase.
Súbase a un colectivo repleto en las horas pico; trasládese de una escuela a otra; estudie, planifique clases, corrija; trabaje en aulas superpobladas con cuarenta alumnos, haga el esfuerzo por impartir conocimientos a chicos a los que el sistema capitalista que usted defiende a capa y espada, les negó todo durante su primera infancia.
Atienda a chicos con problemas de adicciones, inténtelos hacer recuperar el principio de realidad; busque instituciones de la salud pública adonde se pueda atender a su problemática; y no se olvide de cumplir con el programa establecido por el Ministerio de Educación.
Si no quiere trasladarse tanto, venga a trabajar a las escuelas primarias; y, de vuelta, estudie, planifique, corrija, prepare regalitos, haga láminas, prepare tareas y actividades especiales para los chicos con dificultades de aprendizaje, elabore informes de esos alumnos demandando al Ministerio de Educación que les brinde atención a través de profesionales; vuelva a hacerlos porque los papeles se perdieron en los laberintos burocráticos.
Si el niño consigue turno en el hospital o la sala para atenderse con una psicóloga, una fonoaudióloga o un neurólogo, acuerde entrevistas fuera del horario de clase.
Con el sueldo de $3200 páguese cursos, cómprese libros, saque fotocopias para sus alumnos; saque de su bolsillo para pagar los gastos de teléfono de la escuela porque el Ministerio de Educación no paga las llamadas a celulares que hacemos a los padres de nuestros alumnos desde la escuela; haga “vaquitas” para comprarle zapatillas al niño que no puede asistir a la escuela; realice visitas domiciliarias para buscar a los chicos que no asisten a clase.
Cuénteme cuántas horas trabaja y después charlamos.
Trabaje desde febrero hasta diciembre, como lo hacemos nosotros y después diga que tenemos tres meses de vacaciones.
Claudia Abraham, docente rosarina (*)
(*) Escrita a raíz del larguísimo discurso presidencial de inauguración de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, pronunciado por CFK el 1° de marzo de 2012.

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26/2/12
Constitución versus Once
Constitución y Once. Dos barrios porteños. Dos importantísimos centros de circulación y transbordo diario de laburantes de la Ciudad y el Conurbano. Pero también constituyen un interesante juego de palabras con gran peso específico en el juego político argentino. Veamos.

En tanto que (la masacre ocurrida en) Once esta semana representa cabalmente al modelo en la realidad: no el relato, sino los hechos que cada día lo desmienten. Once es la manifestación más crudamente triste y luctuosa de un Estado que no existe, que no controla, que no mira al futuro del país (más allá de la propia continuación en el poder de sus circunstanciales ocupantes).
Once es la muerte -por implosión- del Relato K.
Once, el Cromagnón de los K, tiene muchos sinónimos que ya conocemos; una cadena de significantes que también nos viene de la década del noventa, pero que el Relato Oficial ha sabido inteligentemente conjurar, alejándose de ella en el discurso, pero sosteniéndola férreamente en la práctica (política). Once es capitalismo de amigos, neoliberalismo, Estado vaciado, Estado bobo, Estado incapaz, Once es corrupción pública, y privada, Once es cortoplacismo populista. Once es subsidios al capitalista para sostenterle la ganancia sin invertir absolutamente un peso en infraestructura (total, el Estado no controla, ni sanciona), mientras repartimos un poco para que parezca que somos "nacional y populares", "redistributivos", pero en realidad sostenemos el mismo porcentaje de pobreza e indigencia que en los noventa. Once es la continuación de la reforma del Estado de los noventa, pero parcheada. Once es los noventa con otro relato.
Once es, también, en fin, la muestra de lo que pasa cuando se busca acallar periodistas, artistas, opositores, jueces independientes, sindicatos democráticos, organismos de control estatal y de la sociedad civil, y toda la larga lista de voces críticas que pueden surgir en una poliarquía (en una democracia madura, digamos). Cuando por método de discusión se empieza planteando la impugnación de la "pretensión de validez" (la palabra, en fin) del Otro -porque el otro es El Mal, es "gorila", es "destituyente", es "el antipueblo"-, lo que pierde es el debate, es el pensamiento libre, y es la posibilidad de avistar un error o un mal funcionamiento institucional o social y de cambiarlo, mejorarlo.
Así, en síntesis, es la acción política la que se resiente, y es la república la que termina obturada, abroquelada en un pequeño "nosotros" que olvida el interés general en pos del interés del grupo (y esto implica desde los funcionarios con poder a aquellos minúsculos burócratas que se aferran al poder para conservar su sillón).
Once mata. Y lo que es peor: seguirá matando laburantes así como mata simbólicamente, en las palabras, al Otro. El desprecio que vomita la palabra oficial tiene, tarde o temprano, su correlato en vidas.
No hay que olvidarse de Once.
Por lo demás, respecto de la intención de reformar la Constitución, la bandera a levantar debe ser la de empezar a cumplir la que existe. Que exista un presidente legitimado sólo por el voto popular, un presidente fuerte, con controles republicanos, pero fuerte (única forma de realizar cambios políticos). Hoy no tenemos un presidente fuerte. No se confundan. Tenemos un presidente extralimitado, y sin controles. Que no es lo mismo. La lucha sigue siendo la misma: cumplir con la ley, cumplir con la Constitución. Y eso requiere de un cambio cultural, no de un cambio de régimen de Gobierno. Cualquier politólogo sabe que ese tipo de fórmulas no es matemática. Que el mero hecho de que aparezca una nueva ley no genera, per sé, nuevas conductas. Y es más: que está destinada al fracaso si no pondera los elementos culturales, de tradición de ejercicio del poder. Una vez más: que no nos cambien la bocha.

Desde ahora, o desde el momento en que los militantes y funcionarios kirchneristas abandonen el silencio vergonzoso en el que se escondieron -porque crean que la bronca pasó-, y vuelvan a proponer (la reforma de la) Constitución, los ciudadanos, periodistas y políticos que se preocupan por el incesante deterioro republicano que vive el país debemos recordarles (la masacre de) Once.


25/2/12
El Relato causó 51 nuevas muertes
(El Sarmiento soterrado, según lo imagina el Relato)
El Relato causó 51 nuevas muertes. Me decidí por ese título, pero me fue difícil elegir. También tenía estos: "República Cromagnón II" o "La masacre del Sarmiento y el silencio K: ayer, pingüino; hoy, avestruz".
¿Qué implica la metáfora de "Cromagnón"? Es la caracterización palmaria del Estado ausente, del Estado inoperante y corrupto que, finalmente, tarde o temprano, mata. Y el Estado, justamente, existe para lo contrario. Posee, es cierto, el monopolio legítimo de la violencia, pero su existencia ética se basa, primero, en la preservación de la vida de sus ciudadanos y habitantes, y, luego, en la persecución y el alcance del desarrollo y el bienestar personal y colectivo de estos. Once es el Cromagnón de los K. Si hasta ocurrió casi en el mismo lugar. Sólo el cinismo del poder puede ocultar que el Estado es responsable de lo ocurrido y no víctima y querellante, como se pretende.
La Argentina "nacional y popular" -triste realidad, mal que les pese a los cultores del Relato Oficial- es un país reprimarizado, clientelar y de economía extranjerizada y concentrada. Sin inversión sustancial en obra y servicios públicos, sin controles y, consecuentemente, de gran despilfarro del dinero de todos. En el país que hace años vive de fiesta, también conviven la emergencia económica (por ley), la emergencia ferroviaria (desde hace una década), la emergencia habitacional (hasta hace poco en la Ciudad), y varias más: todas consignadas en leyes que nos rigen. Y sin embargo...
En la semana que pasó, luego de la masacre ocurrida en la estación Once del tren Sarmiento, vi por primera vez en Twitter un hashtag con un insulto cargado de bronca e indignación: #SchiaviHijoDePuta. Por cierto que la bronca no quedó confinada al "mundo virtual" y aún reverbera en el "mundo real".

En términos político-institucionales, es inminente la rescisión de la concesión a los Cirigliano, y la eyección del macri-telermanista secretario de Transporte Juan Pablo "pelotudo" (Hebe de Bonafini dixit) Schiavi. En efecto, opera el Mito del Rey Bueno: Cristina no sabía, la Presidenta no tiene la culpa de la tragedia y tomará las medidas del caso. Las más duras, si son necesarias.
La Revolución continúa, pese a las lamentables muertes.
¿O hay que sacar la conclusión de que éstas son las consecuencias de la "sintonía fina" recientemente cacareada? La sintonía fina figura en los manuales de estudio neoliberales y es lo que se ha aplicado con rigor, "sin anestesia", desde 1976 a la fecha. En ese sentido, me permito recordar que la estrategia lúcida conservadora del siglo XX fue darle bienestar a los de abajo frente al "peligro rojo". Keynes. A no confundirse.
Muchas preguntas, mucho silencio
La masacre ocurrió justo en el Sarmiento, ése de cuyo inexistente "soterramiento" se sigue enorgulleciendo desde su página web el poderoso Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios que maneja Julio De Vido.
Ahora, más allá del decreto de rigor de duelo nacional (no hacía falta el decreto para auscultar el sentir verdaderamente popular, éste sí), quedan muchas preguntas sin responder.
¿Dónde está la presidenta que se jacta de "la vuelta del Estado"?
¿Era el momento para que se refugie en El Calafate, "su lugar en el mundo"? ¿O hubiera sido más acorde a un dirigente ("nacional y popular") ponerse a la cabeza del dolor de todos? No es la primera vez que el Relato enmudece frente a una muerte. Ni que hablar cuando se multiplican por 50 y acá en la propia cara del poder...
Y la CGT que "defiende a los trabajadores", ¿dónde está? Sólo pelean por el poder y por la Kaja.
¿Y "los soldados de Cristina", esos que están "para la liberación"? ¿Dónde están? Escuchan un grito o huelen un fueguito y se refugian en Madero-Telmo.
Leí por ahí una metáfora que tiene, para mí, una precisión quirúrgica: "Ayer, pingüino; hoy, avestruz". Un buen editorial en cuatro palabras.
Permitanmé agregarle una cuota de cinismo K: Cuando, en 2003, Nésto (Carlo) tenía el 22% de los votos, los K hablaban de la "legitimidad de ejercicio"; ahora que está visto que hace 9 años que no gobiernan hablan del 54% de los votos ("legitimidad d origen"). Aprendan, no peronistas.
Y hablando de no peronistas: ¿y la oposición? ¿Sigue de vacaciones hasta el 1° de marzo?
Hemos pasado, en esta Argentina peronista versión "nacional y popular", del "Ramal que para, ramal que cierra" al "ramal que no invierte, ramal que mata". No sé qué es peor. Un dirigente del gremio La Fraternidad recuerda que la concesión a los Cirigliano ocurrió en 1995 bajo la matriz neoliberal privatizadora, y fue extendida por la UCR en el poder, en el año 2000, con ampliación de beneficios, pese al flagrante inclumplimiento del contrato. Como se ve: nadie está exento de responsabilidades: ni el peronismo que gobierna hace 30 años, ni su opuesto radical de ayer y de hoy, ése que busca pragmáticamente aliarse con De Narváez, Macri, o quien les provea los votos que se les escapan por incapaces desde hace añares. Ni jueces que disculpan ni sindicalistas empresarios. Ni empresarios prebendarios que buscan el calorcito del poder, para vivir, según la clásica imagen, "de la teta del Estado". De un Estado igual de bobo que en los 80 (el "Estado elefante") y en los 90 (raquítico). "Hubo 200 descarrilamientos del Belgrano Cargas y ninguna sanción estatal: falta un régimen de penalidades", sostiene un informe de la Auditoría General de la Nación sobre el estado ferroviario. ¿Cuál es el poder de los organismo de control en este país? Sigo preguntando: ¿Y la Oficina Anticorrupción? ¿Y la SIGEN?

"Al pueblo le sobra pintura"
Esta semana murieron en Once 51 laburantes, el verdadero pueblo que se desplaza todos los días desde el áspero Conurbano hasta la Ciudad para "parar la olla". Eso es lo que impacta: que murieron todos juntos. Pero la deshumanización que implica viajar animalescamente también es una lenta muerte, amigo nacional y "popular". Te va quedando grande el discurso.
Los K tienen TODO EL PODER (los tres poderes, las provincias, los gremios) pero la culpa es de "la opo", "las corpo", Duhalde, Cirigliano, bla bla. Es hora de que la exigencia ciudadana sea la de cumplir la ley y la de rendir cuentas ante la opinión pública y ante una Justicia independiente, no ante la "Justicia Subrogante" o la del Sorteo. El símil "nacional y popular" de la "mayoría automática" de la Corte Suprema menemista.
La masacre de Once dispara muchas preguntas, que no son nuevas. Pero esta vez no tienen como respuesta el cinismo del poder, como casi siempre, sino el silencio. Esta vez es distino. La bronca popular muestra a las claras que a los K se les está cayendo inexorablemente la careta.
¡Pero no! Atención, no caigan en los golpes bajos: los K piden "no politizar" la tragedia -un hecho social, en fin-; esos mismos que se jactan de pregonar "la vuelta de la política". Hay que hablar. En una república, el silencio no es salud. Esconder la cabeza como el avestruz, tampoco. Esto no es nuevo para el kirchnerismo, bien mirado: en 2004, cuando ocurrió lo de Cromagnón, Él y Ella también huyeron para El Calafate y no volvieron por diez días.
Como reza la frase de presentación de este blog: "El pueblo, escribe Maquiavelo, quiere, simplemente, que no lo jodan. Igual que este buen hombre. Y como a este buen hombre, señores gobernantes, al pueblo también le sobra pintura".
Es hora de asumir las responsabilidades republicanas de las que ustedes mismos se jactan mentando el -cada vez más disminuido- 54%, señores gobernantes. Den la cara, pongan el cuerpo y soporten las puteadas. Para eso fueron votados, al fin y al cabo: para hacerse cargo. El pueblo se los está reclamando a gritos.
13/1/12
El kirchnerismo y la "política tramposa". O el cáncer de la mentira

Ser "tramposo" implica, en cierto contexto, por raro que parezca, una acción ética positiva. En efecto, el filósofo francés Jean-Paul Sartre hacía una distinción ética entre “cerdos” y “tramposos”. Pensaba la acción (política) en tiempos difíciles. Guerras, dictaduras. Sucintamente, mientras el "cerdo" cumple con la orden del jefe o superior, coincida con ella o no, el "tramposo" también lo hace, pero logrando incorporarle un contenido subliminal -o no tanto- que niegue, contradiga, relativice o ridiculice aquella orden. Una actitud subversiva. Ambos hombres son inexcusablemente libres y actúan con libertad, por cierto. Pero también, sartreanamente, su acto los define. Hoy Sartre está en desuso, es cierto. Pero estas categorías sirven para el presente artículo.
La velada crítica que conlleva el famoso dibujo de Emilio Eduardo Massera mirándose al espejo, publicado por Hermenegildo Sábat cuando el Almirante Cero estaba en el poder, es un claro ejemplo del "tramposo". En la visión kirchnerista actual, todos los periodistas de los "medios hegemónicos" son "cerdos" adulones de Mitre o Mag-netto, según dónde sea que acaten órdenes. No así, claro, los "periodistas militantes" de la causa nacional y popular que son los voceros de este "modelo de transformación social". (1)
Abundemos en la figura propuesta. El "tramposo", como Sábat durante la dictadura, actúa en un contexto adverso, en el que se juega la vida; carente de toda red, lanza al mundo su acción "tramposa" hacia el poderoso.

Por definición, una acción es "tramposa" cuando ataca a un superior. Pero cuando las víctimas de esa acción no ostentan ese estatus superior, la "trampa" se vuelve trampa, sin vueltas. Una mentira sin épica social ninguna.
Creo que el concepto que intento formular es bastante palpable. Refiere a las "trampas" que Néstor tendió en apariencia a los poderosos pero que se volvieron trampas para el pueblo. Pongámoslo más fácil, con ejemplos. Uno, ya clásico: el falseo de los números del Indec, según se justificaba en voz baja desde el poder en 2006, era para quitar puntos de deuda al país. Es decir: trampeaban por nosotros. Pero luego resultó que la inflación era trampeada, también. Y con ello, como sabemos, perdían los laburantes. Los mismos de siempre, en fin.
Otro ejemplo, ya clásico, también: la "Ley de Medios de la democracia" venía a traer más democracia a la democracia, a volver plurales las voces, a deshacer los monopolios de la "corpo mediática" comandada por Mag-netto, ése que hasta dos días atrás cenaba con Néstor en Olivos. Y bien: ni los monopolios dejaron de ser monopolios, ni las voces se volvieron plurales. Vivimos, en cambio, una guerra de poderosos (privados, estatales y pseudo-estatales) en la que, como en toda guerra, la primera víctima es la información. Las ONG, las comunidades locales, vecinales, y la de los pueblos originarios no han podido acceder a la palabra aún, vigente ya la nueva ley hace dos años.
Corresponde la pregunta: ¿terminará pasando lo mismo con la bonita Ley Antiterrorismo?...
Dos ejemplos, nomás, de "trampas" ante los poderosos que se volvieron trampas a secas para el pueblo.
Posible objeción: ¿Carlo no fue un mentiroso, también, acaso? Por cierto. Pero "blanqueó" su nuevo contrato apenas asumió el poder al decir: "Si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie". Y lo volvió a suscribir en cada oportunidad, a fuerza de cinismo. Por lo demás, fue mentiroso, pero no fue "tramposo", según la definición que estamos planteando aquí. De modo que no hubo ambigüedades que turben la interpretación de lo que fue el menemismo.


Así, la trampa a secas, la trampa sin épica, la trampa desde el poder, tiene sus consecuencias. En efecto, en el reino de la trampa y de la mentira, todo está bajo sospecha. Ése es el mundo K. Allí es donde mejor se mueven. Allí ganan ellos. De noche, todos los gatos son pardos. Hasta que un tiro te sale por la culata. Lo demuestra el último episodio de esta zaga, que comienza como una torpeza oficial y termina en sospecha debido, precisamente, a la larga lista de jugadas tramposas del gobierno nacional en estos ocho años. Me refiero, por cierto, a la -por suerte- anécdota del falso cáncer de la Presidenta.
Al respecto, la buena salud de la Presidenta es una buena noticia. La salud de la república, no tanto. Ante el escenario de un cáncer -aunque presuntamente controlado, según se informó al principio-, apareció nuevamente la fragilidad institucional de la Argentina, mostrando cómo concentra alegremente todo su poder en su vértice -mal que les pese a los militantes K- mortal de uno de los tres poderes: la cabeza del Ejecutivo.

Brevemente: en el barro de la "trampa" y de la trampa a secas, la lucha (política) por el reconocimiento mutuo es imposible: es una mentira más.

(1) Otro modelo alternativo al "tramposo" Sábat durante la dictadura, para seguir tipificando, fue el sincericida Rodolfo Walsh, quien, como buen "parresiasta", se comprometió a "dar testimonio en tiempos difíciles" gritando por escrito los "errores", "crímenes" y "calamidades" de la primera Junta Militar en su famosa Carta Abierta de 1977. Es el modelo publicitado por los K, el periodista idealizado, bien que poco conocido. Walsh fue un orgánico de Montoneros, pero también un intelectual honesto y crítico, que no tuvo pelos en la lengua para criticar a la cúpula de esa organización cuando lo creyó necesario (y quizás no oportuno).
(2) La última noticia de República Cromagnón es, precisamente, de hoy: un conductor borracho de una camioneta hizo un desastre en la ruta 11, pese a que otro automovilista había avisado dos veces al 911 y la policía, bien gracias.
3/1/12
Himno trunco
El final de la tira El Puntero (político).
Ni una gota de nacionalismo en este Himno trunco, y mucho de "angustia" y bronca en ese "¡Salud!" negado por los "libres del mundo" al... "gran pueblo argentino"...
Gran final, ese primer plano provocador; esa inversión de la responsabilidad: es el político el que nos mira, enojado. Para pensar y repensar...
Ni una gota de nacionalismo en este Himno trunco, y mucho de "angustia" y bronca en ese "¡Salud!" negado por los "libres del mundo" al... "gran pueblo argentino"...
Gran final, ese primer plano provocador; esa inversión de la responsabilidad: es el político el que nos mira, enojado. Para pensar y repensar...
Pueden leer el post en el que describo algunos tópicos de la tira aquí.
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