6/11/10

Incapacidades estatales, concentración, (re)distribución y estadísticas públicas mentirosas


Último post sobre el seminario sobre “la Cuestion Social en Argentina” al que asistí. Aquí presentaré las exposiciones del sociólogo especialista en políticas públicas Aldo Isuani (también presidente del partido GEN de la Ciudad de Buenos Aires), y la del economista Javier Lindenboim, especialista en temas de empleo, distribución del ingreso y director del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (CEPED) de Económicas de la UBA.

Incapacidades estatales

Aldo Isuani abandonó la mirada dura, numérica, y se dedicó más bien a definir grandes esquemas conceptuales. Planteó a grandes rasgos el cambio del perfil productivo y del mercado de trabajo (y de la conceptualización del trabajo en el mundo moderno). Y señaló que “sólo dos de cada diez argentinos producen todos bienes materiales (industriales y agrícolas)”.

Luego marcó la necesidad de rediseñar estrategias de transferencia económicas hacia desempleados, que hoy es escasa. ¿Quién hace esto? El Estado, claro. Por eso, es imprescindible repensar sus capacidades.

Se dice que en Argentina tenemos un proceso de recuperación del Estado. Lo cual no es cierto. Seguimos teniendo un Estado incapaz. Fundamentalmente, Isuani llamó la atención sobre tres “incapacidades”, sobre tres materias en las que hay que capacitar al Estado.

Primero: las incapacidades técnicas. Por ejemplo: el Estado cobra impuestos y transfiere a sectores pasivos -vía AFIP - ANSES- de un modo aceptable. Pero esto no es así en otras áreas, como delitos complejos, medicamentos, o la cuestión no menor del caos del tránsito, que deja unos 600 muertos por año en el país, abusos de las empresas frente a los consumidores; elementos todos, que demuestran que la presencia del Estado es muy defectuosa. Y los controles, nulos.

Segundo: la “incapacidad sincrónica”. Incapacidad del Estado para seguir y adaptarse a los rápidos cambios de la sociedad contemporánea (tipos de familia, desempleo en la juventud, precarización del trabajo, etc). Isuani es contundente: El Estado sigue estructurado como hace 30 años. Y por eso sigue asignando 8 puntos del producto a la política previsional pero casi nada a políticas para los sectores juveniles.

Entonces, el desafío es atender a las problemáticas que han venido para quedarse. Las provincias más pobres siguen afuera del reparto. La moratoria previsional es pan para hoy y hambre para mañana. Existen unos 500.000 ancianos pobres que no tienen hoy jubilación ni pensión. Pero hay 700.000 que tienen doble beneficio. El Estado debe tomar nota y adaptarse.

Tercero: la incapacidad política. El Estado no es un actor: es un “escenario” donde participa la sociedad civil. Por tanto, que el Estado se adapte dependerá de las fuerzas políticas que ocupen ese Estado.

Y esto hay que plantearlo hoy. Hay que empezar a mirarlo hoy. Porque en dos años no se logra la burocracia que necesitamos.

Este es el gran desafío, y hay que empezar a afrontarlo, concluyó Isuani. No podemos perder tiempo.

Concentración económica y poca redistribución

Javier Lindenboim empezó su charla haciendo énfasis en la diferenciación conceptual entre “distribución” y “redistribución” de bienes. La primera es lo ocurre naturalmente en el mercado con lo que se “produce”: la forma en que se produce define la forma de la apropiación. Esto es insatisfactorio socialmente. Y aquí es cuando debe intervenir la “redistribución”. Ésta corre por cuenta, claro está, de un agente externo al mercado: el Estado. Por ello se vuelve más necesario hallar mecanismos mecanismos redistributivos cuanto peor sea la distribución. Toda estrategia redistributiva debe mirar la economía completa, empezando por la producción.

Luego, el economista señaló que la capacidad de compra del salario medio no es igual a la cantidad de distribución de la torta total de ganancia. Según sus cálculos -que fue mostrando en diversas láminas de un ppt-, la productividad de los trabajadores crece como tendencia año a año desde 1947. Pero su participación en las ganancias, no. Estamos muy por debajo del mundo. Y visto por subperíodos, hasta 1976 crecían ambos indicadores (siempre a favor de la productividad, claro). Luego, solo crece la productividad, mientras que el salario cae.

Lindenboim también mostró con números que de 2003 a 2006 la ocupación creció, pero que ese efecto ya desapareció.

A futuro, la asignaturas pendientes que nota el economista son:

* Frenar la concentración económica

* Reformar la estructura (regresiva) de recaudación fiscal

* Frenar el caudal de transferencias del Trabajo al Capital

Lindenboim desmintió con datos algo que forma parte del sentido común gobernante de nuestro tiempo: que la concentración económica nunca disminuyó en el ciclo actual. Al contrario: se incrementó.

Y remató con un clásico del mundo académico serio: la necesidad de devolverle la credibilidad a las estadísticas públicas. Y cerró con el ejemplo de las variaciones acumuladas del Índice de Precios del Consumidor de 2006 a 2010. Mientras que para el IPC del Indec es del 30%, otras provincias que siguen otras metodologías, como San Luis, Córdoba, Mendoza o Santa Fe, la cifra se triplica. En consecuencia, el comportamiento del salario varía, como se sabe, según se tome en cuenta uno u otro índice. Y esto hace que varíe, también, la masa de participación de los asalariados en el total de la producción de bienes y la necesidad, o intensidad, de intervención del Estado para lograr una más justa redistribución.

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