15/11/10

Los jóvenes y el Gordo Soriano

Otra nota vieja de un servidor. La releí y me gustó. Una reseña en clave de pseudo crítica literaria -poco exhaustiva- sobre el Gordo Soriano, con apología de "los jóvenes" y todo. La comparto con ustedes.

HOJA DE RUTA

¿La aventura persigue a los personajes de Soriano o estos persiguen desesperadamente una aventura, cualquiera -delirante, peligrosa, heroica-, que los aleje, en fin, de ellos mismos? No es casual, en esta fuga hacia adelante, hacia la consagración del futuro inmediato como forma de olvido de lo vivido, que los personajes estén signados por rutas: carreteras, barcos, vías, trenes. “Los trenes tienen que ver con el principio y con el final”, dice el Flaco en Triste, solitario y final. “También los barcos y la distancia. Uno siempre va a morir lejos de los mejores lugares. Por vergüenza tal vez”, completa el autor.

Un drama crucial se oculta tras los lavados rostros sorianescos, limpios de cualquier rasgo fisonómico que denote el estigma de la angustia, de la pesadez del alma. Los personajes no se pueden dar el lujo de permitir que cualquier gestos o signo de tristeza acceda a la carne, por miedo a sucumbir ante ella.

“Estoy cansado de tanta comedia”, dice el detective Phillip Marlowe en la novela citada. “No quiero ganar dinero en esta cloaca. Es inútil andar a los tiros . No hay nada que defender. Creo que nunca lo hubo”. Marlowe es el paradigma del aventurero sorianesco. Al revés del Quijote, está dispuesto a jugarse la vida por causas en las que no cree. Especie de nihilismo gobernado, dominado simplemente con el acto, voluntario o no, de postergarlo. Nuevamente aquí nos encontramos con la metáfora de la ruta, que es el corrimiento de la angustia hacia adelante. Lo delirante de la aventura opuesto a la angustia, que -como la nada- siempre asedia. Aventura es acción, en este caso acción como negación del pensamiento, de la conciencia.

Los que transitan esas rutas se empecinan en no mirar hacia el final, pues el rumbo de los caminos tiene punto de partida pero no un destino concreto. Además, en la ruta no es necesaria la identidad. Al abolir la identidad deja de existir, en cierta forma, el sufrimiento. Pero éste vuelve de la mano del recuerdo, de las ilusiones con que se llena el campo que bordea la ruta, el agua que rodea al barco: paisajes desolados, donde los solitarios personajes recuerdan sus amores perdidos, su juventud, sus...

La descripción es la indispensable. Pocos recursos necesita este escritor para transmitir. Lenguaje simple, directo. Los personajes no son profundos, en el sentido de que el autor no los desmenuza hurgando en sus aristas psicológicas. Sus sensaciones son escasas. Pese a eso, Soriano logra crear un clima de, por así decirlo, “sombras tapadas” -de almas sombrías sin tiempo para reflexionar sobre sí mismas-, que acompaña a los personajes. Este efecto lo consigue de un modo distinto: con la abundante, incesante acción en que se ven involucrados los personajes. Pocas sensaciones, mucha acción. Como en el cine mudo, como en una película de sus queridos Laurel y Hardy.

Amor, desdicha. Conciencia, acción. De esta manera Soriano rompe con las categorías opuestas, pues las abandona y vuelve a ellas. Las incluye elípticamente, sin mencionarlas. El sentimiento sombrío sobrevuela en una acción delirante. Así, por ejemplo, Soriano habla, por medio del Mister Peregrino Fernández, del “arquero sin manos”. Pero también, “de los goles que uno se pierde en la vida”.

Los personajes escapan de la rutina, de la monótona cotidianidad a la que nos sumergen las comodidades del fin del milenio. En este sentido, las novelas de Soriano no transcurren en el mundo urbano-tecnológico, que es como un fondo gris, ruidoso y caótico cuando se manifiesta. Frente a las locuras individuales y a las neurosis sociales aparecen los jóvenes (los hippies en Triste, solitario y final, los “chicos del Mercuri 47” en Una sombra ya pronto serás), siempre aislados de la sociedad, como huyendo. No escapando, sino diferenciándose del “mundo de los grandes” y sus mentiras, sus obligaciones absurdas. Los jóvenes se presentan en las novelas de Soriano como un bálsamo, la tranquila sensatez que otorga la distancia. Haber descubierto la farsa los conduce a dedicarse por entero al amor. Y así son vistos por los personajes centrales, desde afuera. Los jóvenes no tienen voz porque no actúan (en los dos sentidos de la palabra): los jóvenes son. Están allí, en un costado, en su mundo de paz, admirados por los personajes cuando se detienen a contemplarlos.

Se pueden hacer cientos de conjeturas y elaboraciones intelectuales de las obras de este fanático hincha de San Lorenzo. Mas éstas traicionarían en cierto modo a Soriano, para quien todo era posible pues poseía una imaginación desbordante capaz de crear universos propios, como los grandes escritores. Y el universo del Gordo era simple, grotesco y argentino a la vez

1 comentario:

  1. Osvaldo Soriano: Argentino - Observador-participante de las masacres de los 70, deja relatos simples y melancólicos de mucho cariño a sus personajes víctimas de lo innombrable, donde arma su estupefacción de ver un camino hacia la derrota seguro y orgulloso; fue más popular que el mate, y sin caer en golpes bajos, se animó a publicar en momentos difíciles, quizás escribía como cronista o relator deportivo....lo que fue como periodista por un breve lapso en sus comienzos. Como vivió en pueblitos de mala muerte de chico, se obstinó en recordarlos de grande, así como a esa gente olvidada de pueblo que nunca aparece salvo cuando muere epopeyicamente...lástima lo mal filmados que estuvieron sus libros, no entendieron que el grotesco del verdugo era necesario para desinflar el mal y dejarlo a nivel de lo irrisorio del asco.... //
    Otro comentario viejo de quien le escribe, porque no?
    Atte/

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